Seminario de Filosofía

El sentido último de la educación consiste en el desarrollo de tus facultades como persona. El ejercicio filosófico —personal— resulta necesario para dicho desarrollo. Buscar educarse, poniendo límites al error propio, es en sí misma una aportación importante a la sociedad.

Monday, November 30, 2009

Aportaciones al tema Lógica y argumentación

Réplica

por Mijail Vladimir Garrido

Introducción a la lógica y argumentación - Parte I

Nota:
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Contenido

Acotaciones

Réplica al texto disparador: la imposibilidad del sentido crítico

¿Es el pensamiento crítico algo opcional para un ser humano?

El mundo de las ideas

Escogiendo un ejemplo

¿Quién resulta beneficiado por la ortodoxia y la política moralizante?

¿Es la filosofía otra forma de imponer ideas?

¿Cómo aprender y cómo comunicar lo que nos importa?

¿Es posible cuestionarlo y debatirlo todo?

¿En qué punto vamos?

Breve resumen de lógica – Parte I

¿Cómo pensamos?

¿Por qué lógica?

Habilidades de pensamiento

¿Qué es la objetividad?

Conclusión preliminar

Fuentes bibliográficas

Acotaciones

Del presente seminario en general: el alcance del presente seminario tan sólo aspira a apuntar hacia el vasto horizonte que representa el ejercicio filosófico y algunos de sus muchos beneficios para el desarrollo del individuo. Recuerda, el estudio, análisis y reflexión de algunos necesariamente están incompletos en relación con las necesidades de otros. Aquí no se incluyen “las” respuestas, esas las consigue el individuo por medio de su propio estudio, análisis y reflexión.

Los objetivos de este texto son (1) denotar algunas de las razones por las cuales conviene estudiar, por ti mismo, la lógica y la argumentación; (2) estimular el estudio y preparación personal, educación es educarse, y para eso también necesitarás la lógica y la argumentación, el debate y la discusión, así como el diálogo y la colaboración. Todas estas son algunas herramientas que, cual cirujano, se deben conocer a fondo para saber cuándo utilizarlas.

Sirva este seminario para apuntar con una mano hacia el firmamento de la filosofía, cuídate de no quedar mirando únicamente el dedo índice de dicha mano.

Del tema de la sesión en particular: para tratar algunos aspectos básicos de la lógica y la argumentación será necesario dedicar una sesión adicional. Aquí se presenta la primera parte que incluye una introducción breve a la lógica. Continuaremos desarrollando el tema en la siguiente parte, así como los temas debate y argumentación

Réplica al texto disparador: la imposibilidad del sentido crítico

¿Es el pensamiento crítico algo opcional para un ser humano?

Hay preguntas o dilemas que pueden presentarse a la mente como formidables gigantes invencibles, como obstáculos insuperables que desalientan todo intento de acometida por ser una tarea de enormes proporciones. Con todo, formularse una pregunta resulta aun más trascendental que saber su respuesta, cualquiera que ésta fuera. Pues cuestionarse significa ese principio, esa incesante búsqueda humana por la verdad a pesar de dificultades incomparables.

Celebro entonces participar en esta aventura, esta incesante búsqueda por mejorar como seres humanos, en lo que es valioso para nosotros y para la humanidad. Celebro participar en las acometidas en contra de la monótona rutina de lo establecido por inercia, irreflexivamente; celebro embestir contra el molino de viento, con un espíritu o una aspiración por lo que es justo. No importa si, por momentos, aparezcan obstáculos insuperables o nuestros esfuerzos simulan idealismo absurdo en un entorno donde la razón parece ser una forma de locura.

El espíritu humano es inherentemente libre. Pensar y cuestionar nos hace humanos. El sentido crítico es una facultad humana, es responsabilidad y es derecho desarrollarlo y ejercerlo. Impedir la proliferación del pensamiento crítico ha sido también un rasgo humano, al mismo tiempo que ha sido un rasgo perverso.

El mundo de las ideas

Cuando se trata del mundo de las ideas, no falta quien considera las propias como inmejorables. Tal pretensión —con claros tintes de arrogancia— suele ser una consecuencia típica tanto del fundamentalismo como del dogmatismo, donde la persona no tiene contemplado cambiar de opinión por ningún motivo, ni siquiera por considerar los efectos y consecuencias de tal posición muy a pesar de sus “buenas” intenciones. Por ahora, sólo me merecen la pintoresca expresión gesticulada por unos artistas del sentido del humor: allá ellos.

El panorama de la sociedad contemporánea ciertamente está aglomerado por quienes buscan con ahínco que aceptes como ciertas las ideas que te presentan. Sea la idea del éxito en relación al materialismo y al consumismo, la idea de la verdad en relación a un único sistema de creencias (doctrina), la idea de la belleza como determinadas poses estereotipadas, o la idea de la realidad en relación exclusiva, tan sólo, con la experiencia sensible y práctica. Entre muchas otras. Algunos podrán tener formas muy convincentes para que engullas mentalmente su discurso, sin digestión alguna. Otros presentarán sus ideas adornadas con adjetivos calificativos como “lo más práctico”, “lo mejor”, “lo correcto”, “lo bueno”, sin decir el porqué, insinuando que no hace falta que lo pienses por ti mismo, pues es obvio y no hay tiempo que perder pensando y haciendo exámenes críticos antes de comprometerte con un curso de acción determinado. Sería propicio primero preguntar ¿un curso de acción que beneficia principalmente a quien?

Además, no es muy difícil encontrar también en nuestra sociedad un temor recurrente —sobre todo entre quienes ostentan formas de autoridad— a que surjan y se diseminen ideas diferentes a las establecidas y aceptadas popularmente como verdad, a que existan cuestionamientos, máxime si estos ponen en tela de duda la base sobre la cual están fundamentados los intereses políticos, financieros o religiosos de quienes las defienden. Dicho miedo, característico del conservadurismo y posiciones de ultraderecha a lo largo de la Historia, les lleva a tomar precauciones exageradas en contra de que alguien imponga ideas diferentes sobre los demás, y sin embargo, eso precisamente es lo que ellos hacen bajo la excusa de que sus ideas sí son las únicas correctas, permaneciendo muy seguros que la imposición es por el mayor bien de quien acepte su discurso. Pero, ¿queda del todo claro el motivo principal de dicho miedo? ¿Están en realidad más preocupados por el bienestar y el desarrollo del individuo o será la verdadera raíz de su temor el verse despojados de sus beneficios exclusivos que conlleva el mantener las cosas tal y como están?

En la conmemoración histórica de cualquier revolución, social o de cualquier tipo, se hace relevante la reflexión de qué es lo que en realidad cambió en dicha revolución o si las cosas permanecieron tal y como estaban para la mayoría, sólo que ahora los principales beneficios cambiaron de manos, de un pequeño grupo de elite a otra, igualmente pequeña, elite.

Escogiendo un ejemplo

Para ejemplificar lo anterior y contrastarlo con el sentido último del pensar filosófico, tomaré un ejemplo muy bien documentado de la historia del mundo antiguo. Se trata de un rasgo del último bastión del antiguo Imperio Romano —del cual podríamos decir que nunca fue, del todo, destronado— y cuya presencia e influencia se ha diseminado en numerosos ámbitos —esferas educativas, corporativas, políticas, etcétera— hasta nuestros días. Cabe aclarar que lo siguiente es parte del material estándar en los planes de estudio de los principales seminarios y escuelas de divinidad hoy en día, centros académicos donde se prepara profesionalmente a los ministros de culto que luego salen a dirigir el mundo religioso occidental en sus diversas manifestaciones (catolicismo, protestantismo, iglesias ortodoxas, etcétera). La discusión acerca de las razones por las que estos ministros de culto se callan o divulgan este material a sus feligresías la pospondremos para otra ocasión. Por ahora, se trata de un pequeño atisbo de lo que veremos en sesiones posteriores acerca de filosofía de la religión, ética y filosofía moral.

Elegí este ejemplo, que desarrollaremos en la siguiente sección, por varios motivos (1) su relevancia e influencia en muchas áreas de la sociedad de hoy en día; (2) es tema de enorme complejidad, sujeto de múltiples perspectivas de estudio, cuenta con suficiente diversidad de puntos de vista o lados de la historia que nos invitan a analizar la argumentación utilizada en los debates históricos y a prepararse para continuar la discusión.

¿Quién resulta beneficiado por la ortodoxia y la política moralizante?

El miedo a lo diferente, la aversión a la diversidad de opinión y la resultante exageración paternalista, que también distinguen a las posiciones conservadoras y fundamentalistas de hoy en día, tuvieron un auge dramático durante los siglos tercero y cuarto de nuestra era. El cristianismo de aquel tiempo —según uno de los planteamientos más convincentes por sus evidencias y argumentos— no tenía una apariencia única, predominante y uniforme; por el contrario, había una diversidad de comunidades repartidas a lo largo de la Palestina antigua que se concebían a sí mismas como cristianas pues contaban, cada una, con sus propias tradiciones orales y sus textos sobre los cuales basaban sus creencias. Estas comunidades mantenían intensas controversias entre ellas —en el interior del cristianismo— pues sus textos, y por tanto sus creencias, no coincidían y algunas comunidades juzgaban como herejes y sacrílegos a quien no creyera lo mismo que ellos. Tal que para dominar las polémicas, dichas comunidades buscaban evidencia adicional para demostrar la legitimidad de su posición, que cada una consideraba como la correcta —la ortodoxa—pues no daban lugar a la diversidad o a lo diferente.

Como parte de dicha evidencia adicional, buscaban agregar el mayor número posible de conversos hacia su perspectiva del cristianismo, de algún modo pensando que el número de personas que sostuvieran una creencia tendría relación con la veracidad de dicha creencia; además, llegaron incluso a alterar la transmisión textual de los escritos que circulaban y se copiaban en ese tiempo y cuyo origen se creía provenía de testigos oculares de los sucesos iniciales del cristianismo. Esa alteración abarcó la falsificación de textos para que incluyeran el soporte claro e irrefutable que necesitaban para justificar sus creencias. Por supuesto, los debates abarcaban las acusaciones correspondientes por corrupción de los textos evangélicos. Al parecer, ninguna de las comunidades cristianas de entonces estaba ausente entre los responsables de dichas alteraciones y falsificaciones tanto en las tradiciones orales como en las textuales. Pero, como falsificadores, según apunta la evidencia, no eran enemigos externos al cristianismo, no estaban realizando un acto satánico para insertar la mentira y el desorden, retorciendo la única verdad para que no tuviera la claridad y transparencia que la propagaría; por el contrario, ellos se consideraban parte del cristianismo y actuaban con la sincera e “inmaculada” intención de preservar e imponer lo que cada uno creía era el cristianismo ortodoxo —el correcto—; el cual requería ser “limpiado” del error y de la apostasía según la visión de la comunidad que llegó a ser la predominante, como veremos en seguida.

Lo anterior forma parte de los antecedentes a la formación del Nuevo Testamento, tal y como lo conocemos hoy en día —ver las fuentes de las referencias bibliográficas—. El estudio y la reflexión acerca de cómo llegó ésta tradición textual hasta nuestros días, a su estado e influencia actual tan penetrada en nuestra sociedad, resultan de vital importancia pues nos ofrecen la oportunidad de entender más ampliamente nuestra sociedad en general y, en particular, la naturaleza diversa que tenía el cristianismo desde sus primeros siglos.

Toda la situación, hasta ahora descrita brevísimamente, cambió por completo cuando el emperador romano Constantino, y más tarde el emperador Teodosio, observaron en la religión cristiana un medio eficaz para el control sobre las masas. Existía un pero, sin embargo, al imperio no le servía el cristianismo para sus propósitos así como lo observaron inicialmente, en su estado diverso. Por lo que buscó y halló coincidencia de intereses en una comunidad en particular, una cuyos líderes —autores entre ellos de los escritos conocidos como Padres de la Iglesia— creían que el cristianismo necesitaba ser “limpiado” y ajustado a un único credo, uniforme y entendible por las masas. Insistían en que todos debían creer lo mismo, al no reconocer que, en realidad, había bases para tales diferencias. No alcanzaron a entender la diversidad y pretendían, por tanto, que todos debían pensar igual. Esta comunidad —que algunos estudiosos han denominado como los proto-ortodoxos— fue nombrada como la religión oficial del imperio romano y pasó a ser la comunidad dominante en el mundo cristiano de entonces.

Como vemos, las relaciones entre quien ostenta el poder político y el poder eclesiástico tienen una larga historia y, con base en las consecuencias sociales de dichas relaciones, se puede comprender también el porqué de la insistencia en la separación entre ambos poderes.

La nueva iglesia imperial establecida por decreto como la verdadera, procedió, haciendo uso de sus nuevos poderes, a eliminar toda comunidad cristiana que no pensara como ellos. Todo aquel que cuestionara o presentara alguna controversia era considerado disidente y un enemigo pues su posición se consideraba como un ataque a la verdad y debía ser eliminado. Así como incinerados todos sus textos, impronunciables todas sus tradiciones orales y olvidadas sus creencias.

Quienes fueron una entre una diversidad de comunidades, pasaron a ser lo que luego se convirtió en un Estado eclesiástico, y con sus acciones también tropezaron con la misma piedra que muchos otros Estados en la Historia, en la forma: “si lo hacen hacia nosotros se llama ataque, si nosotros lo hacemos se llama defender la fe”.

Los efectos sobre el mundo occidental de esta comunidad dominante, su influencia, sus métodos conservadores, han permeado desde entonces hacia muchas otras áreas en las sociedades hasta nuestros días. Ejemplos. Si hoy la mayoría de empresas y corporaciones se organizan jerárquicamente se debe, en gran medida, porque esta comunidad se organizó así hace mucho tiempo. Si siguen existiendo hoy severas diferencias y trato desigual con base en el género, el machismo, se debe también en gran medida a la misoginia presente en las ideas de esta comunidad dominante desde aquel entonces. Aportaron mucho de esa intolerancia a la diversidad de opinión en nuestros días. No es difícil encontrar evidencias, en estudios sociológicos, de la enorme cantidad de efectos que se han diseminado en el mundo debido a las ideas de aquella comunidad, ideas que muchas personas de hoy han crecido conociéndolas como la verdad, como lo común, lo obvio.

De esta comunidad también heredamos la política moralizante, como la que tratamos al principio de la sección anterior, la cual consiste en pensar que sólo una moral es la buena, que sólo puede haber una moral correcta y es la de la mayoría, o de quien grite más fuerte, o tenga mayor armamento, o tenga mecanismos de poder y recursos para imponer su interpretación. Pero nunca acerca de procurar el desarrollo interior de los individuos para que por sí mismos, al entender qué es la ética, puedan llegar a tomar decisiones conscientes, informadas, libres, responsables acerca de su moral propia.

Esto último pone muy nerviosos a los de corte conservador, pues parten de la premisa donde los individuos no pueden hacerlo por sí mismos, que son muy propensos al error, que se van a equivocar y por eso resulta necesario decirles lo que tienen que pensar, decir, creer, hacer y lo que no. Los paternalistas dan por hecho que los individuos son incapaces de ponderar riesgos por sí mismos, que necesitan tutela mental y con ello justifican el control de la información a favor de una sola perspectiva, la posición a la segura, según ellos. Independientemente de los resultados reales de dicha política, lo que “aparentemente” los conservadores no están pensando es que esa premisa es denigrante, es inhumana, es opresora pues pone al individuo en una calidad inferior a ser humano, lo pone en una condición de vejación, de humillación. Pues eso es precisamente lo que busca la política moralizante, mantener a las masas en un estado controlable por quien ostenta el poder, sea éste poder político, económico, eclesiástico, social o simplemente poder sobre la información y sobre el conocimiento.

¿Es la filosofía otra forma de imponer ideas?

Así que, en conclusión, no es de imponer ideas sobre otros, de lo que se trata el interés y el aprendizaje del ejercicio filosófico; por el contrario, se trata de que el individuo busque por sí mismo desarrollarse integralmente y mejorar sus ideas propias, su estado de conciencia, con lo cual, su proceder en la vida. Claro, esto implica querer decidir por sí mismo, querer ser adulto, ser responsable, ser libre.

La alternativa estará ahí: darle siempre la razón a la ortodoxia y a la política moralizante, admitiendo su tutela, aceptando que nunca serás capaz de evitar el error, que nunca podrás expandir tu estado de conciencia, que nunca sabrás cuál camino elegir sin equivocarte, que siempre estarás acostumbrado a que te den las respuestas, digeridas y convenientes para que las repitas sin cesar, que alguien más siempre te diga qué pensar, en qué creer y cómo actuar para que, por lo menos —con expectativas al ras del suelo— vivas la vida que has decidido tus facultades te alcanzan a dar.

¿Cómo aprender y cómo comunicar lo que nos importa?

La idea de la verdad, en cualquiera de sus múltiples significados, es algo atractivo para la mente pues parece estar hecha para ella; sí, creo que la mente está hecha para la verdad. Al mismo tiempo, la verdad parece ofrecernos siempre alguna nueva faceta, una nueva perspectiva o punto de vista, un nuevo lado que no habíamos contemplado. Por tanto, quien esté en pos de la verdad necesitará acostumbrarse a su naturaleza emergente. Al no lograr comprender esa naturaleza, al no emplear la mente —con las herramientas básicas de la filosofía— para ir expandiendo el estado de conciencia propio entonces se hace evidente la posición que explica el dogmatismo, el fundamentalismo, la política moralizante y la aversión por la diversidad en la que podemos vernos nosotros mismos atrapados, si no tenemos cuidado.

El ser humano busca comunicar lo que entiende es la verdad, ya sea ésta la verdad lógica, la verdad práctica, la verdad emocional, la verdad teórica, la verdad física, la verdad epistemológica, la verdad teológica, la verdad histórica, etcétera. Entre quien envía el mensaje y quien lo recibe, puede perderse algo y resulta importante contar con mecanismos para recuperar lo que se perdió en la transmisión, de otro modo perderemos para siempre parte del mensaje original y tendríamos que o rechazar el mensaje por ser ininteligible o tratar de completarlo de alguna manera. Si no tenemos oportunidad para confirmar el mensaje, entonces solemos completarlo con algo de nuestra propia cosecha y que no necesariamente representa con fidelidad la intención del mensaje original, produciendo un mensaje parecido pero diferente al original.

Uno de esos mecanismos para recuperar lo que se pierde en la trasmisión de alguna verdad es la práctica argumentativa, como proceso de comunicación, al enfocarse como una búsqueda cooperativa de dicha verdad y como una actividad reflexiva orientada al entendimiento. Al excluir el debate y la argumentación —como ocurrió en la historia antigua del cristianismo— se pierde un mecanismo importante de recuperación de la verdad a costa de favorecer una sola perspectiva, que necesariamente está sesgada por la propia naturaleza de la comunicación humana.

Muy probablemente quienes impulsan la ortodoxia y la política moralizante —como las que hablamos anteriormente— quieren preservar su verdad, pero, por descuido, ignorancia o perversión, los efectos y consecuencias a largo plazo develan que tan sólo consiguen obstaculizar la búsqueda de la verdad, en su sentido más amplio.

El debate y la argumentación son, entonces, buenas herramientas para buscar la verdad pero desafortunadamente gran parte de la población actual ignora las técnicas que rigen estas prácticas y fácilmente las confunden con algo necesariamente negativo porque “hacen ruido”.

¿Es posible cuestionarlo y debatirlo todo?

Una longevidad extraordinaria no sería suficiente para poner bajo examen crítico cada creencia o pedazo de conocimiento que necesitamos durante nuestras vidas adultas. Al parecer, tan sólo hay tiempo para analizar las creencias que consideremos más importantes, las de mayor relevancia particular, aquellas que resulten de mayor prioridad para nuestra trascendencia personal, como ser humano individual y en los diversos roles que ejercemos en la sociedad, e.g., cónyuge, progenitora, hija(o), amigo, empleada, socio, ciudadana, etcétera. Claro que la decisión de cuáles son esas prioridades y cuándo les llega su momento de juicio crítico pertenece enteramente al individuo, si de adultos —internamente— estamos tratando.

¿En qué punto vamos?

Por tanto, te invito a que mires a tu alrededor y ubiques tu contexto individual, a que no pierdas de vista tu brújula interna y te preguntes ¿en qué punto estoy, hacia dónde voy? ¿Estoy en el rumbo hacia el horizonte de vida que me he planteado? ¿Mis pasos actuales —sean pequeños o grandes— me están llevando hacia dicho horizonte?

Breve resumen de lógica – Parte I

¿Cómo pensamos?

Si el rasgo fundamental de la práctica filosófica es pensar por uno mismo, entonces es interesante contemplar, y por supuesto analizar críticamente, lo relativo a la actividad en sí. Hay campos enteros de estudio que tratan diferentes aspectos de la actividad de pensar, desde sus aspectos físicos ligados al sistema nervioso central en anatomía y neurociencia, hasta los intentos de estudiar sus aspectos no-físicos en psicología y teorías del comportamiento humano. Psicólogos, desde hace siglos, han investigado seria y cuidadosamente el asunto y han estudiado la percepción, la inteligencia, las emociones, la motivación, la creatividad, la personalidad, la comunicación, así como la neurosis y otros desajustes en la mente. Dichos estudios son para considerarse pues tratan de lo que podemos observar directamente, a través de experimentar y tomar conciencia de la única mente a la cual tendremos acceso directo, la propia. Además, esos conocimientos nos sirven para no quedar inermes ante manipuladores sin escrúpulos que pretenden utilizarlos para su provecho exclusivo.

De esas disciplinas seguro aprendemos de lo que probablemente sea nuestra posesión más preciada: un cerebro. En general, si bien es importante saber cómo funciona nuestro cerebro y cómo podemos ayudar a mantenerlo sano físicamente, el pensar filosófico, por otro lado, nos provoca el interés particular en saber usarlo o en usarlo cada vez mejor.

¿Por qué lógica?

Pensar es una actividad intencional, con propósito. Es diferente de cuando divagamos por ocio. Pensar es algo que tenemos que decidir hacer, usualmente con cierto grado de esfuerzo. Al tener un propósito es algo que puede hacerse con diferentes grados de éxito. Es decir, se puede tener o no éxito al resolver un problema, organizar un plan efectivo, entender una lectura, formarse una opinión, demostrar tu punto de vista. Pensar es un arte. Una destreza que todos tenemos en determinado grado, pero es también una habilidad en la que cualquiera pueda mejorar.

¿Cómo podemos mejorar en esta habilidad? Consideremos una analogía con el deporte del baloncesto. Si queremos mejorar nuestra habilidad en baloncesto, necesitamos hacer dos cosas. Necesitamos conocer más de las reglas y estrategias del juego, y necesitamos practicar los movimientos que implementan esas reglas y estrategias —driblar, tirar, bloquear, pasar, pivotear, etcétera—. Lo mismo sucede con la actividad de pensar, como en el deporte, lo harás mejor en tanto domines las bases teóricas y las practiques. Hay determinadas reglas y estrategias para pensar, algunos estándares que nos dicen cuando hemos logrado un entendimiento claro de algún tema o demostrado exitosamente un caso. Esos estándares son el tema de la lógica. Veamos brevemente algunos de esos estándares y técnicas.

Habilidades de pensamiento

Cuando nos abocamos a pensar normalmente queremos averiguar algo. Tratamos de contestar una pregunta, resolver un problema, demostrar una conclusión, entender y aprender un tema. Queremos conocer qué causó la Revolución Mexicana, o por cuál candidato votar, o cuál es la manera más económica o rápida para trasportarnos hasta determinado destino, o qué es lo que realmente siente por nosotros la pareja de nuestros sueños. En todos estos casos, no podemos adquirir ese conocimiento por medio de la observación directa. Tenemos que hacer algún razonamiento, sumar dos más dos, hacer inferencias, y sacar conclusiones a partir de la información que tenemos.

El núcleo de la lógica siempre ha sido el estudio de la inferencia. Se trata de diferentes tipos de inferencia y de cuáles utilizar en qué clase de situaciones. Se trata de estudiar las reglas para evaluar inferencias y aprender a distinguir las buenas de las malas. Veamos un ejemplo preliminar.

El reglamento de tránsito de algunas ciudades requiere el uso obligatorio del cinturón de seguridad. Proponentes de la idea dicen que aquellos que usan el cinturón tienen mayor oportunidad, estadísticamente, de sobrevivir a un accidente que aquellos que no. Oponentes han apuntado hacia casos particulares en donde alguien sobrevivió porque no estaba usando el cinturón. ¿Cuál es el mejor tipo de evidencia? ¿Están los oponentes exagerando las excepciones? ¿Están los proponentes haciendo un buen uso de las estadísticas? Asumamos, por ahora, que usar el cinturón de seguridad es realmente más seguro. ¿Es suficiente para justificar una ley? No, no como tal. La mayor seguridad de los cinturones justificaría una ley sólo si tomamos la posición donde el gobierno nos debiera requerir hacer lo que es más seguro. Algunos defienden tal posición. Otros dicen que debiéramos ser libres para decidir esto por nosotros mismos. Por lo que aquí realmente hay dos problemas: la seguridad de los cinturones y el rol propio del gobierno. ¿Puede este segundo resolverse por evidencia estadística? Si no, entonces ¿qué tipo de evidencia es relevante?

El propósito de la lógica es contestar el tipo de preguntas como esa última. La lógica por sí sola no te dirá si debes apoyar el uso obligatorio de cinturones de seguridad. La lógica te dará un método a seguir al tomar esa decisión y al sustentarla. Te mostrará cómo analizar un problema dividiéndolo en sus componentes o partes para que puedas estar seguro que estás considerando los puntos relevantes. Ofrecerá estándares para decidir qué tipo de evidencia es apropiada para un problema particular. Brindará estándares para determinar cuánto peso dar a una evidencia.

El valor de los estándares lógicos no está limitado a problemas políticos. Los podemos emplear para pensar críticamente al contrastar diferentes alternativas de cómo hacer una determinada tarea más eficientemente en el trabajo. El problema puede ser la existencia del libre albedrío, cuando pensamos filosóficamente. Puede ser cómo abordamos las diferentes interpretaciones de una obra literaria. Cualquiera que sea el tema, discutir ideas de forma lógica significa presentar las razones a su favor y en su contra. También en nuestras vidas personales debemos tomar decisiones o formar opiniones, y aquí también podemos ponderar ambos lados y considerar los aspectos relevantes.

La lógica también nos ayuda a desarrollar habilidades para distinguir los malos entendidos. Muchos de nosotros hemos estado en discusiones en las cuales parece que vamos en círculos, sin poder ver la solución al problema, debido a que resulta que se están discutiendo asuntos diferentes, sin darse cuenta. Recordemos alguna discusión donde alguien argumenta que es equivocado tratar el aborto como si fuera sólo un procedimiento quirúrgico, como extirpar el apéndice, pues el feto es una persona en potencia. Alguien más argumenta que una mujer debiera tener el derecho a decidir sobre su propio cuerpo. Ahí se estaría discutiendo el tema del aborto, pero puede ser que no estén pensando en el mismo problema. La primera persona podría estar tratando de mostrar que el aborto es moralmente equivocado, mientras que la segunda persona podría estar negando la idea de que sea ilegal. Si el aborto es correcto o equivocado en términos morales y si debiera ser legal o ilegal son problemas diferentes. Están relacionados —por lo que se confunden con facilidad— pero no son problemas idénticos.

Si estas personas pudieran identificar la diferencia, tal vez se den cuenta de que no están en total desacuerdo después de todo. Cada una podría conceder alguna razón detrás del argumento de la otra persona. Pero no se puede saber hasta que se intente, y no lo podemos intentar hasta que sepamos cómo distinguir un problema del otro. Esa es una habilidad que la lógica puede ayudarnos a desarrollar.

En el caso anterior, los problemas podrían ser identificados fácilmente pues son señalados por el uso de dos palabras diferentes: inmoral versus ilegal. Problemas más complicados surgen cuando las personas utilizan una misma palabra con dos significados diferentes o con dos intenciones diferentes. Supongamos que hay una discusión acerca de si las tareas de los alumnos deben ser evaluadas. Si una persona está hablando de si se deben calificar con números y otra persona está hablando de si deben estar sujetas a cualquier evaluación, entonces tienen un malentendido. Si tomaran en cuenta los diferentes significados se darían cuenta de que no están discutiendo el mismo asunto. El problema es más difícil pues la diferencia en significados radica por debajo del lenguaje. Si “evaluar” pudiera ser una palabra más o menos concreta, piensa en las posibilidades de malentendidos con palabras como democracia, libertad, amor o arte.

Lo anterior nos lleva a otra área de la lógica: conceptos y definiciones. Siempre es valioso ser claro y explícito con el significado de las palabras que usamos. Algunos conceptos, como la democracia, son extremadamente difíciles de definir —grandes pensadores han ocupado su vida entera en el esfuerzo—. La lógica no garantiza el éxito, pero nos ofrece un método a seguir, del cual se obtienen buenos beneficios en términos de la claridad y la precisión en nuestro pensar. Así como facilitar el dominio de nuevos conceptos en nuestro continuo aprendizaje.

Hasta este punto se han mencionado habilidades para partir ideas (análisis): separar los componentes de un problema, distinguir entre ideas muy relacionadas pero diferentes, identificar el significado de las palabras. Pero también necesitamos armar de nuevo las ideas en ideas más grandes (síntesis). Pensar implica análisis y también síntesis, integración tanto como diferenciación. Para entender una línea de pensamiento necesitamos separar sus partes, pero también necesitamos colocarlo en su más amplio contexto. Así es posible entender las partes individuales pero también entender el todo organizándolo en una panorámica coherente. En un debate sobre ética podría surgir la idea de que el dinero es la raíz de todos los males. ¿Cómo se relaciona eso con la descripción del economista acerca del dinero como medio de intercambio? En un debate político alguien propondría que las personas pueden gobernarse a sí mismas. ¿Eso se sustenta o se refuta con base en lo que dice la Historia? En este caso, la integración significa la conciencia de relaciones lógicas en una escala más grande. Las ideas en diferentes áreas podrían o servir como evidencia entre ellas o contradecirse —en cuyo caso no podrían ser correctas ambas—. La lógica puede ayudar a identificar dichas relaciones.

¿Qué es la objetividad?

Se puede ver, por lo que hemos desarrollado hasta ahora, que pensar es una tarea compleja. Hay diversas técnicas y estándares que tienen el propósito de ayudarnos a ser objetivos. Objetividad en este contexto significa permanecer en contacto con los hechos. Significa guiar nuestros pensamientos por medio de una preocupación por la verdad. Objetividad significa escoger no disfrutar del pensamiento mágico e ilusorio, no permitir que el sesgo y el prejuicio distorsionen nuestra opinión. Pero es más que eso. La objetividad también implica destreza. Aún con la mejor de las intenciones, no podemos ser objetivos a menos que sepamos cómo entender y evaluar los argumentos que se nos presentan en la vida, cómo aislar claramente los problemas relevantes, cómo evitar la ambigüedad en las palabras que usamos.

La esencia de la objetividad es la habilidad de retroceder en nuestro tren de pensamiento y examinarlo críticamente. Se puede considerar una virtud pues es la única manera para evitar saltar a conclusiones, de comprobar los resultados de nuestros pensamientos, de asegurarnos de que estamos en contacto con los hechos. Pues los resultados de nuestro pensar no pueden ser mejores que el proceso por el cual llegamos a ellos. No hay un “libro de la vida” con las respuestas al final para poder corroborar que le atinamos. Pensar con destreza es un proceso auto-dirigido y auto-corregido; tú eres el único que puede tomar responsabilidad para conducir tu propia mente en la dirección correcta.

La objetividad requiere también una conciencia social, pues no sólo requiere que presentes tus ideas lógicamente, además requiere que atiendas cuidadosamente a lo que otros tienen que decir. Requiere que busques mirar el asunto desde el punto de vista de la otra persona. Pues aunque tu perspectiva fuera correcta, es muy raro que una sola perspectiva revele la verdad completa. La objetividad requiere que otorgues una considerada y proporcionada atención a la evidencia y a los argumentos del oponente. Aun si al final los rechazas, conocer el porqué los rechazas te dará un mejor entendimiento de tu propia posición.

Otro aspecto de la objetividad es especialmente importante en la comunicación con otros, pues para hacer llegar un mensaje exitosamente tenemos que considerar el contexto de la otra persona. Un punto que omitas por considerarlo obvio podría evitar que el otro te entienda. Examinar críticamente nuestro propio pensamiento también significa verlo a través de los ojos de alguien que no comparte nuestra perspectiva, nuestras preferencias o idiosincrasias. Todo lo que podemos razonablemente esperar de nuestra audiencia es la habilidad de entender conexiones lógicas. En este respecto, la lógica, como el lenguaje, es un contexto compartido sin el cual no podemos comunicarnos.

El aspecto anterior de la objetividad es primordial a la hora de escribir, donde los lectores no estarán presentes para hacer preguntas cuando el mensaje no está llegando con claridad.

Conclusión preliminar

El estudio general de la lógica representa el conocimiento y la destreza para emplear adecuadamente nuestras facultades racionales, es la teoría del razonamiento. La cual describe, explica y predice las reglas con las que podemos contar y conseguir bases necesarias para acumular confianza en lo que pensamos, antes de aceptarlo como verdad.

El nombre para dichas bases es el argumento. Eso y más de lógica, debate y argumentación será lo que continuaremos desarrollando en la siguiente parte de esta sesión.

Fuentes bibliográficas

  1. Introducción a la lógica. Irving M. Copi. Carl Cohen. Editorial Limusa. ISBN-13 978-968-18-4882-8.

  2. Introducción a la lógica. Raúl Gutiérrez Sáenz. Editorial Esfinge. ISBN 978-970-782-160-6.

  3. Lógica – Conceptos fundamentales. Raúl Gutiérrez Sáenz. Editorial Esfinge. ISBN 978-970-782-189-7.

  4. El debate y la argumentación. Teorías, técnicas y estrategias. Mónica Rangel Hinojosa. Editorial Trillas. ISBN 978-968-24-7124-7.

  5. The Art of Reasoning. David Kelley. 3th edition. ISBN 0-393-97213-5.

  6. Philosophical Foundations for a Christian Worldview. J. P. Moreland, William Lane Craig. InterVarsity Press. ISBN-13: 978-0830826940.

  7. A rulebook for arguments. Anthony Weston. 4th edición. ISBN-13 978-0-87220-954-1.

  8. Introducing logic. Dan Cryan. Sharron Shatil. Bill Mayblin. ISBN 1-84046-585-9.

  9. The craft of argument. Joseph M. Williams, Gregory G. Colomb. 3th edición. ISBN-13: 978-0321453273.

  10. An Introduction to Probability and Inductive Logic. Ian Hacking. ISBN 978-0521772877.

  11. Fundamentos de la filosofía – Conocimiento y lógica, lógica simbólica y lecturas integradas. David Héctor Hernández Vázquez, Miguel Ángel Morales Mayoral. Grupo Editorial Éxodo. 2006. ISBN 970-737-148-X.

  12. Your Brain: The Missing Manual. Matthew MacDonald. 1st Edition. ISBN 978-0596517786.

  13. Ignorance - On the Wider Implications of Deficient Knowledge. Nicholas Rescher. ISBN 978-0822960140.

  14. Critical Thinking. Brooke Noel Moore. Richard Parker. ISBN 978-0073126258.

  15. Tools of Critical Thinking: Metathoughts for Psychology. David A. Levy. ISBN 978-1577663164.

  16. General Introduction to the Bible. Norman Geisler. William Nix. ISBN 978-0802429162.

  17. Jesús - una biografía. Armand Puig. ISBN 978-950-9009-78-3.

  18. Historia del cristianismo. Paul Johnson. ISBN 978-8466618915.

  19. Historia del cristianismo. Alain Corbin. ISBN 978-84-344-5347-0.

  20. The Canon of the New Testament: Its Origin, Development, and Significance. Bruce M. Metzger. ISBN 978-0198269540.

  21. The Text of the New Testament: Its Transmission, Corruption, and Restoration. Bruce M. Metzger. Bart D. Ehrman. 4th Edition. ISBN 978-0195161229.

  22. The Living Text of the Gospels. D. C. Parker. ISBN 978-0521599511.

  23. The New Testament: A Historical Introduction to the Early Christian Writings. Bart D. Ehrman. ISBN 8-0195322590.

  24. An Introduction to the New Testament Manuscripts and their Texts. D. C. Parker. ISBN 978-0521719896.