Preparando la primera sesión — ¿Qué es la filosofía?
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La aventura del asombro
¿Recuerdas alguna ocasión cuando tuviste muchísimo asombro? Por favor detente un momento para contemplar esa arrobadora vivencia. ¿Podrías describir para ti mismo qué fue lo que sucedió en tu interior? ¿Ocurrió, además, algún efecto físico? La vivencia pudo ser causada por algo que admiras intensamente o podría ser todo lo contrario, algo que sea sujeto de tu desprecio; en cualquier caso, arrebata tu mente y tus sentidos. No es extraño —aunque no indispensable— que una experiencia tal pueda producir efectos físicos, como la sensación de que se aceleran los latidos del corazón, sentir una punzada en el estomago, que la piel se pone ‘de gallina’, sentir un nudo en la garganta, ojos llorosos, o que la cara se torne de color rojizo.
Ese tipo de experiencias son las que, en ocasiones, puede alimentar el quehacer filosófico. Pues nos hacen percatarnos que tal efecto en nosotros proviene de la idea que nos hacemos de aquello, y entonces la curiosidad nos impulsa a indagar qué más puede haber acerca de esa idea, ya sea para confirmarla o mejorarla o cambiarla por una incluso más completa, más de conjunto. Por si fuera poco, el afán filosófico se alimenta de continuo pues cuando creemos haber llegado a una idea global del asunto, vemos que nuestro logro tan sólo representa una pequeña comarca en un vasto territorio, lleno de diferentes y enormes provincias. Por lo que la reflexión filosófica se puede tornar en algo muy, muy estimulante.
Pero ¿cómo inicia este proceso de reflexión? Puede ser que en el inicio –o en el final— de una de esas experiencias de asombro, se encuentre una simple semilla, en forma de pregunta. Una escueta duda, tal vez insignificante, pero que no nos deja y —como si se tratase de una espina en la cabeza— termina por espolearnos para que tomemos en serio el asunto, tan en serio que buscar las respuestas sea causa de una transformación en la cosmovisión personal.
Unas semillas para empezar
¿Cómo saber qué es la filosofía? ¿Cómo se puede enseñar? ¿Cómo se puede aprender? ¿Para qué sirve? He aquí algunas preguntas para iniciar nuestro recorrido.
A lo largo de muchos siglos estas preguntas han sido contestadas, no ha escaseado la variedad en las conclusiones. Nunca han faltado profesores o “expertos” autoritarios —dicen los autores del Tratado de Educación Personalizada en su volumen 26 dedicado a la enseñanza de la filosofía— que a través de su influencia buscaban ciegos repetidores de lo que ellos tenían por verdadero o por bueno, en cuya concreta determinación, por cierto, no siempre estaban de acuerdo. El trato con mucha gente nos ha ofrecido ejemplos muy variados de todo tipo de personas, desde quienes se nota haber sido convencidos de que sobre cualquier problema hay una respuesta absoluta y práctica, hasta quienes con semejante seguridad defienden el relativismo más tajante —continúan diciendo dichos autores—. Ahora bien, aparte de ellos, nuestros días han visto crecer otra especie muy distinta de profesores que, aduciendo a Rousseau y dejándose llevar por una corriente permisiva, han buscado pasar lo más inadvertidos posible, reduciendo su tarea a ser testigos del auto-aprendizaje de los alumnos y poniendo mucho cuidado para intentar que no se descubran sus ideas, que se presentan siempre en pie de igualdad con las contrarias y mezcladas ambas en un tono dubitativo, movidos por el deseo de alejar toda tentación totalitaria o de impedir cualquier acusación de adoctrinamiento.
Al parecer, en ambas posiciones el foco no es precisamente el desarrollo de las facultades reflexivas del público interesado. Por lo que todo aquel que pretende enseñar filosofía necesita aceptar el compromiso de procurar el desarrollo del sentido crítico en los alumnos, dejando claro que las ideas se sostienen y se mejoran a través de la investigación cuidadosa y razonada, incluyendo el enfrentamiento público de posiciones, especialmente en problemas controvertidos. De otro modo, no se proporciona la ayuda que los alumnos necesitan, desprestigian a la enseñanza de la filosofía y dejan a los alumnos como fáciles e inermes presas de los manipuladores sociales.
En otros términos, quien enseña filosofía no está llamado a callar ni a imponer, sino a servir de mediación para el desarrollo de la autoconciencia en alumnos que terminen siendo personas de criterio con una auténtica personalidad, dotada de una estructura intelectual sólida y de una lucidez moral penetrante. Capaces de organizar sus ideas de modo que les sea posible profundizar en ellas a lo largo de toda su vida; conduciendo dicha vida en primera persona, superando la angustia de la ignorancia y evitando la ciega acomodación a las normas sociales imperantes.
Una escena para pensar
Durante la presentación del seminario Introducción a la filosofía, se mencionó que con anticipación se presentaría un texto disparador del tema que trataremos en la primera sesión, intitulada: ¿Qué es la filosofía? En la siguiente sección “Se viene el estallido”, encontrarán dicho texto para que los interesados puedan ir preparando su réplica. El esquema general que seguiremos durante la sesión fue descrito en la sección Dinámica de las aportaciones de la presentación del seminario.
El objetivo fundamental del siguiente texto es servir como motivación para que cada participante del seminario lo utilice para pensar filosóficamente, primero en forma privada y en preparación a la primera sesión; identificando y cuestionando supuestos para luego imaginar y explorar alternativas, seguido de un cierre del círculo, evaluando autocríticamente sus hallazgos. Mismos que, si gusta, podrá compartir públicamente a manera de réplica durante la sesión. El hecho de que un participante prepare y redacte una réplica le será de ayuda para sí mismo, ahora y en el futuro, como guía para articular sus propias ideas ahora y para constatar la progresión de las mismas en el futuro.
Texto disparador: “Se viene el estallido”
Es hora de cenar. Padres e hijos se sientan a la mesa para comer y luego ir a descansar. Juan, el “hijo del medio”, dispara un misil sobre la mesa:
—Estuve pensando y no voy a ir más a la escuela. Estoy harto de ir a escuchar las estupideces que dicen los profesores y que a mí no me interesan.
Un trozo de pollo se atascó en la garganta de su padre. Mientras tanto su madre salió al cruce de las explosivas declaraciones de su hijo.
—¿Qué dijiste hijo? ¿Cómo que vas a dejar la escuela?
—Sí, vieja. Me aburro todo el tiempo. ¿Para qué me sirve pasar todo el día estudiando las células y los verbos? Prefiero ir a trabajar.
A todo esto el padre, que ya comenzaba a tragar el trozo de pollo atascado, intentaba decir algo.
—Tú, viejo, no te metas. Tú eres muy bruto con el nene. Déjame que yo lo voy a hacer recapacitar —intercedía la madre.
Juan había comenzado a masticar sus papas fritas, como quien ha culminado de dar una información que no admite debate alguno.
—Escúchame, hijo —propuso la madre— veo que no te das cuenta de que hoy en día no llegas a ser nadie sin al menos la secundaria. El que no estudia hoy, mañana no podrá trabajar ni limpiando las calles. ¡Hasta para barrer la calle te piden la secundaria! ¿O no, viejo?
Ante la indiferencia de su hijo, la madre arremetió con artillería pesada.
—A ti que te gustan tanto los autos, ¿cómo piensas juntar la plata para comprarte uno?
—No sé cómo, pero estudiando seguro que no. Mira lo que gana un profesor. ¿Para eso voy a estudiar?
La madre comprendió que la realidad no estaba de su lado.
—Si quiero hacer plata me hago político o futbolista, y para eso no hace falta la secundaria.
—¿A ti te parece que es lo mismo ganar plata siendo un científico o un ejecutivo que siendo un jugador de fútbol o un político corrupto?
—No, no es lo mismo. Es mucho más fácil. ¿Para qué voy a ir por un camino de tierra si puedo subirme a una autopista?
—El dinero que viene fácil, fácil se va —sentenció la madre.
—No me interesa si la plata se va rápido, si me da tiempo para disfrutarla.
—Tú te crees que en la vida es todo fácil, que todo te va a venir de arriba —se enojó la madre.
—No, mamá, lo que te digo es la realidad. Lee los periódicos, mira la tele y avívate. Los que se matan trabajando se engañan y los que viven engañando a los demás, son millonarios.
El padre comprendió que había llegado el momento de dar su parecer esclarecedor, ya que el pollo había desaparecido por completo de su plato.
—Si tú mañana no vas a la escuela, cuando regrese del trabajo te mato a palos. ¿Entendiste?
—Sí, papá.
El joven Juan había sido derrotado por los claros y eficaces conceptos de su padre.
He aquí una escena familiar que tomaremos como punto de partida para emprender esa actividad, llamada filosofía, que trata del cuestionamiento y de la búsqueda de respuestas que cada vez cuenten con mayor contenido verdadero.
La escena puede provocar diferentes reacciones a diferentes personas. De hecho, varios de los temas tocados en ella han provocado múltiples perspectivas a lo largo de la historia y han sido sujeto de intenso debate por parte de los filósofos. ¿Quién tiene la razón? ¿Es posible encontrar una respuesta única a esta pregunta? ¿Si no existe una respuesta ideal, qué hacemos? Las personas hoy en día heredamos el debate y nos corresponde —filósofos o no— continuarlo para poder legar mejores aportaciones para las personas de hoy y del futuro.
¿Hay algún tema en la escena que toque alguna fibra muy sensible para ti, tal que te llame a profundizar pues consideras que las ideas populares no lo resuelven del todo? Veamos si surge algo más.
Para empezar, el joven Juan presentó sus conclusiones —propias o prestadas de sus también novicios amigos— mismas que pareciera tomar muy en serio. Se nota que consideró algunos ángulos de la situación y contaba con sus argumentos que lo llevaron a la decisión de no asistir más a la escuela. Le duró pocos minutos dicha decisión ante la intervención de la figura de autoridad que representa su padre. Pero cabe la pregunta, ¿con qué otras opciones podrían haber contado sus padres? ¿Habría más de una forma de abordar tal situación? ¿Qué costos y beneficios estarán relacionados con la respuesta elegida por el padre? ¿Qué es más probable, que a partir de ese día Juan disfrutó la escuela o que no le quedaran más ganas de hablar abiertamente de sus pensamientos en casa? ¿Cuál es el mensaje entrelineas que recibió esa noche de sus padres? ¿Sería ese mensaje tácito el que realmente querían comunicarle sus padres? ¿Será que hay otras maneras de comunicarse que conllevan costos y beneficios diferentes, y tal vez más alineados a lo que los padres quieren para sus hijos? Ultimadamente, ¿cuál es la idea central de la paternidad? ¿Acaso el padre llegó alguna vez a plantearse esa pregunta?
Para Juan, lo que escucha en la escuela son estupideces y pérdida de su tiempo. Está claro que no es algo que disfruta. ¿Cuál es la idea de la escuela? ¿Acaso esa pregunta llegó a ser tema en aquella mesa? ¿Cuál podría ser el mérito de las explicaciones de su madre ante el hecho de que Juan observa a muchos dirigirse a una vida miserable —en la escuela y más tarde en el trabajo— en donde día tras día hacen lo que no les gusta? ¿De qué otras opciones podría Juan haber echado mano ante su situación con la escuela?
¿Tendría razón la madre al tratar de intervenir en la conversación antes que lo hiciera el padre? Pero, ¿en qué formas es diferente su posición? ¿Refleja acaso la costumbre de cuestionarse acerca de la idea de la maternidad? No está en duda el amor que siente por su hijo Juan, lo que es necesario preguntarse es si reflexiona constantemente acerca de la pregunta: ¿cuál es la idea del amor?
Los padres por lo regular quieren lo mejor para sus hijos, eso incluye evitar que sus hijos sean sujeto de abusos o cualquier forma de esclavitud. Entonces se hace imprescindible la indagación de respuestas a preguntas como ¿cuál es la idea de la esclavitud? ¿La esclavitud registrada en la historia o la mostrada por alguna película de Hollywood será la única forma de esclavitud humana o hay otras formas —aun más trágicas— que esa? ¿Quién y cómo define los límites de su significado? De igual forma e incluso más importante: ¿cuál es la idea de la libertad?
Una “simple” escena como la que hemos planteado tiene mucho, mucho material para estudiar y analizar. En general, sabemos que las buenas intenciones no faltan en tales ocasiones, como en una cena familiar, pero una persona o una familia no debiera orientarse con base tan sólo en buenas intenciones o en el sentido común. Además, hay herramientas de pensamiento que ayudan a razonar, madurar opiniones, resolver problemas y tomar decisiones, o simplemente a mejorar la imaginación y la creatividad. Una herramienta intelectual importante es el sentido crítico, el cual es un tipo de análisis disciplinado que combina investigación, conocimiento del contexto histórico y juicios balanceados.
Muchas situaciones en las que nos encontramos en la vida suelen necesitar o resolverse, o mejorar radicalmente. Al mismo tiempo puede ser tentador mantenerse con respuestas ya establecidas, bien dispuestas y concluyentes, pues es más tranquilizador que estar cuestionando y reflexionando sobre alternativas. El sentido crítico suele provocar cierta clase de irritación, pues el descubrimiento de nuestra ignorancia es algo conflictivo. Por esto, en ocasiones, nos desagradan los filósofos ya que impiden que nos durmamos, nos despiertan, nos obligan a no estancarnos. Si transcurren los días sin que nadie discuta preguntas incómodas como las que hace el sentido crítico, ¿no seríamos nosotros mismos culpables de empeorar las cosas?
Referencias bibliográficas
Enseñar filosofía en el siglo XXI: Herramientas para trabajar en el aula. Fernando Cazas. 1ª Edición. Editorial Lugar. 2006. ISBN 950-892-253-2.
Enseñanza de la filosofía en la educación secundaria. Tratado de Educación Personalizada volumen 26. Víctor García Hoz, et. al. Ediciones Rialp. 1991. ISBN 84-321-2602-0.
La otra educación. Filosofía para niños y la comunidad de indagación. Laurance J. Splitter, Ann M. Sharp. Ediciones Manantial. 1996. ISBN 987-500-003-5.
Lecciones preliminares de filosofía. Manuel García Morente.
Introducing Philosophy: A Text with Integrated Readings. Robert C. Solomon. Oxford University Press. 2007. ISBN-10: 019532952X.
Introducción a la filosofía. Dr. José Rubén Sanabria. Editorial Porrúa. 1976. ISBN 970-07-4432-9.
La filosofía explicada a mi hija. Roger-Pol Droit. Editorial Paidós. 2005. ISBN 968-853-626-1.
Developing Critical Thinkers: Challenging Adults to Explore Alternative Ways of Thinking and Acting. Stephen D. Brookfield. Jossey-Bass Inc Pub. 1987. ISBN 1555-42356-6.
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