Seminario de Filosofía

El sentido último de la educación consiste en el desarrollo de tus facultades como persona. El ejercicio filosófico —personal— resulta necesario para dicho desarrollo. Buscar educarse, poniendo límites al error propio, es en sí misma una aportación importante a la sociedad.

Monday, October 11, 2010

Pensamiento crítico y filosofía de la Ciencia

Nota:
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Contenido

¿En qué punto vamos?

Acotación indispensable

Réplicas a los textos disparadores

El conserje de la percepción

Lo que comparto con Richard Dawkins...

La Ciencia y el pensamiento crítico

¿A qué grado llega mi ignorancia?

Opinar o conocer

¿Qué es la Ciencia?

¿Qué es el pensamiento crítico?

Las emociones y el pensamiento crítico

¿Cómo distinguir a un pensador crítico?

¿Qué es el sentido crítico débil?

¿Cuáles preguntas guían a un pensador crítico?

Filosofía de la Ciencia

¿Qué cuenta como “Ciencia”?

Una luz en la oscuridad

¿Para qué sirve la Ciencia?

¿Cuál es la “unidad mínima de producción” de la Ciencia?

¿En qué estado nos llega la Ciencia hoy en día?

El relato del positivismo lógico y el método inductivo

El relato falsacionista y el método hipotético-deductivo

El relato de la estructura de las revoluciones científicas

El relato de los programas de investigación científica

El relato del anarquismo científico

Fuentes bibliográficas

¿En qué punto vamos?

El ejercicio filosófico incluye reflexionar acerca de la naturaleza del ser, es decir, la contemplación de la existencia en amplitud y en profundidad; es materia de la Ontología General como una de las principales ramas de la filosofía. Otra rama distinguible es la Ética o Filosofía Moral, que se ocupa del análisis de la voluntad y conducta humanas. De estas —y otras— ramas nos ocuparemos más adelante en este seminario. Parte de ese quehacer consiste en analizar lo que se puede conocer acerca del tema de estudio que esté bajo escrutinio. Lo cual nos estimula a nutrir toda clase de preguntas acerca del conocimiento: ¿Qué es el conocimiento? ¿Qué es conocer y cómo eso es diferente de creer y opinar? ¿Cómo puede ser adquirido el conocimiento? ¿Cuáles garantías de certeza puede haber en tal conocimiento adquirido? Es la clase de preguntas que empezaremos a abordar en esta sesión y en la siguiente.

El sustentar la duda filosófica sobre el tema del conocimiento se le ha llamado de varias maneras a lo largo de la historia de la Filosofía, y los debates históricos aportan un ingrediente importante para contemplar mejor el asunto.

Aristóteles reflexionó acerca de las virtudes intelectuales e identificó lo que ahora conocemos como el estudio de la lógica y el razonamiento, que tratamos brevemente en sesiones pasadas. Además, identificó a la intuición profunda como otra virtud intelectual. Ambas virtudes, en complemento, representan las dos piernas intelectuales sobre las cuales la persona puede avanzar en su desarrollo interior, y son las mismas que sostienen y hacen avanzar el ejercicio filosófico, en búsqueda de sabiduría.

En Filosofía, la rama que estudia el conocimiento ha evocado, en general, dos conceptos desde hace como tres siglos: filosofía de la Ciencia y teoría general del conocimiento. Hoy en día estos conceptos tienen cada uno un término asociado, Epistemología y Gnoseología, respectivamente. Sin embargo, en las culturas de habla inglesa el término Epistemología tiende a usarse para indicar la teoría del conocimiento científico, lo cual es equivalente a decir filosofía de la Ciencia. Por otro lado, en culturas latinas la Gnoseología puede remitir un estudio más general del conocimiento y no únicamente el estudio del conocimiento científico. Claro, las partes del debate que no avalan la autenticidad de la Gnoseología han dicho: ¿Qué conocimiento podrían estudiar si todo conocimiento es sólo aquel que la Ciencia ha justificado como tal?

En la presente sesión nos ocuparemos de la Epistemología o filosofía de la Ciencia o teoría del conocimiento científico. La siguiente sesión nos dará oportunidad de buscar una vista de conjunto del estudio del conocimiento, tocando más puntos de los debates históricos acerca de los límites del conocimiento humano y otros cuestionamientos pertinentes.

Acotación indispensable

El presente seminario de introducción a la Filosofía es un proyecto que parte de la curiosidad por entender qué es eso llamado Filosofía y no nace avalado por ninguna institución académica, ni religiosa, ni política. Pretende pertenecer a los individuos, por los individuos, y para los individuos. Por lo que sólo contamos con nosotros mismos, con nuestro propio empuje por la investigación, por la reflexión, y hasta donde nos permita llegar el desarrollo actual de nuestras facultades y posibilidades.

Por tanto, de antemano sabemos que todas nuestras aportaciones —especialmente este texto— estarán incompletas y llenas de agujeros documentales e intelectuales. Se podrán identificar sesgos, manías, y declaraciones tendenciosas, es decir, parciales. En pocas palabras: nuestras aportaciones requieren muchas mejoras de fondo. Eso precisamente nos dará la pauta para regresar a ellas cuantas veces sean necesarias para transformarlas en dirección de esas mejoras. Sin embargo, ninguno de sus defectos nos impide aspirar a ser la comunidad de indagación filosófica que se ha planteado desde el inicio.

Réplicas a los textos disparadores

La preparación para la presente sesión incluyó dos textos disparadores, a continuación algunas ideas adicionales o cuestionamientos a lo ya contenido en cada uno de ellos.

El conserje de la percepción

El texto disparador I: «El conserje de la percepción» nos invita a reflexionar en la posibilidad de que lo que tenemos por realidad se trate de la mezcla resultante de nuestra percepción con la concepción previamente existente en nosotros acerca de un tema dado, una mezcla entre imágenes sensibles y raciocinios previos. Si nos provocó cuestionamientos acerca del contenido de nuestra conciencia y de la proporción que esta guarda entre lo que ya somos y lo que de cierto está afuera de ella, entonces podríamos decir que sirvió como preparación para el tema de la presente sesión.

El estudio psicológico de la disonancia cognitiva ofrece evidencia que exige consideración, pues no hay pocos casos de horrendos disparates cometidos por personas consideradas supuestamente muy inteligentes. El sucumbir a la falacia: “naturalmente, no puede ser que yo esté equivocado, por fuerza entonces, los equivocados son los demás” parece ser más la norma que la excepción. Además, la explicación filosófica que ofrece la teoría de la materia y la forma del conocimiento brinda clara cuenta del porqué de la percepción distorsionante en la neurosis, la cual provoca una existencia miserable y solitaria a quien la padece —que en ocasiones parece ser que somos la mayoría de la población en las ciudades de hoy en día—. Para una explicación de la teoría de la materia y la forma del conocimiento y de su relación con la neurosis, ver las obras Lentes de color y Crítica del prejuicio de Raúl Gutiérrez Sáenz.

Por supuesto que cabe debatir la generalidad de tales explicaciones acerca del cómo se forma nuestro estado de consciencia. De hecho, hoy vamos a contemplar brevemente algunos de los argumentos alternativos típicos en dicho debate. Ninguno está exento de sus dificultades, toca al adulto mental, quien se mantiene aspirando a salir de su analfabetismo filosófico, encarar esas dificultades articulando una concepción proporcionada, justificada y sujeta de mejora, que esté a la altura de la situación.

Lo que comparto con Richard Dawkins...

El texto disparador II: «Lo que comparto con Richard Dawkins...» menciona dos de las posiciones típicas en el debate acerca de la religión: el teísmo y el ateísmo. Ambas posiciones aseguran saber algo con certeza, y, si se considera tan sólo la superficie del debate, se podría pensar que ese algo se refiere al mismo tema y por tanto sólo una posición puede ser la correcta.

De ser así, las implicaciones y consecuencias no resultan triviales para ninguna de las partes ni para los observadores del debate. Por tanto, el asegurar saber algo con certeza requiere presentar mucho más que un apelativo emocional, mucho más que los deseos de tener razón. Por el contrario, proclamarse poseedor de un conocimiento requiere algo que considere, en forma satisfactoria, precisamente esas implicaciones y consecuencias. De otro modo, si dicho conocimiento no explica los casos relevantes, en realidad no está explicando nada y estaría en duda si en realidad es conocimiento. Por ejemplo, el sostener con certeza la existencia de divinidades omniscientes, omnipotentes, omnipresentes y omnibenevolentes no podría quedar justificado si no se presenta también una explicación, por ejemplo, al caso del problema irresoluto del sufrimiento incoherente, especialmente en niños inocentes. Sin dicha justificación no se puede aceptar tal afirmación de conocimiento, a menos que se reformule la afirmación por una que sólo afirme lo que se pueda justificar, que para el ejemplo podría ser abandonar la afirmación de omnibenevolencia. No sin generar nuevos problemas ante las implicaciones y consecuencias de la nueva afirmación de conocimiento. Ahora, ¿cuál podría ser el carácter de tales divinidades ante las condiciones derivadas de la nueva afirmación? Se podrá comprender el porqué de lo intrincado que resultan los argumentos que buscan sostener tales afirmaciones y el porqué de lo arduo, e intenso, de estos debates en el pasado, y en el futuro.

Estos debates, por supuesto, tienen su contexto, por el cual no siempre está claro quién pertenece a cuál lado del debate. Por ejemplo, un ateo niega la existencia de una divinidad, por lo que todo aquel que niegue, digamos, la existencia de Zeus es ateo con respecto a esa divinidad. Claro, ahora algunos dirán saber con certeza que no hay tal Zeus y que ya no hay nadie que defienda su existencia. Pero entonces tanto el ateísmo y el teísmo parecen ser una condición circunstancial y relativa al ambiente cultural del debate. Hoy en día hay quien dice saber con certeza acerca de la existencia de cierta divinidad y, con la misma certeza, declararse ateo con respecto a las demás divinidades, mismas divinidades que son defendidas de igual manera por otros que también se declaran paladines consumados del teísmo.

La credulidad ciega parece ser un común denominador, tanto en el teísmo desinformado como en el ateísmo desinformado. Por lo que ese estado desinformado, la falta de consciencia, las tinieblas intelectuales, el analfabetismo filosófico, son la causa de una religiosidad obsesionada por erigir y glorificar tótems —sean estos divinidades, personajes, o imágenes distorsionadas de la misma Ciencia— que ofrezcan la ilusión de trascendencia, de resultados asombrosos, o la ilusión pueril de tener siempre la razón. La credulidad ciega —en particular los dogmas— induce un estado permanente de desinformación, un estado de ignorancia, desinterés, y apatía por el cual podemos vernos involucrados en atrocidades en contra de la Humanidad y sin habernos percatado de ellas. Un estado de ignorancia no es un estado de inocencia. ¿Cuáles ejemplos pueden ilustrar este punto? En las siguientes páginas en Internet se mencionan algunos: (1) He sido parte de una secta destructiva, (2) Ética y el estado de enajenación.

La Ciencia y el pensamiento crítico

¿A qué grado llega mi ignorancia?

Un estudio del conocimiento podría incluir el análisis de qué es la ignorancia más allá de su acepción común de falta de conocimiento. Lo que se incluye aquí es una caracterización de diferentes grados de ignorancia, propuesta por el escritor Phillip G. Armour.

Phillip G. Armour nos indica que hoy en día la Humanidad cuenta con cinco medios para la conservación de conocimiento: el ácido desoxirribonucleico (ADN), el cerebro, las herramientas materiales (hardware), la lógica computacional en programas de computadora (software), y los libros. Por otro lado, para adquirir conocimiento necesitamos primero estar al tanto de los grados de ignorancia en que estamos para luego adoptar un proceso de adquisición de dicho conocimiento:

Grado 0:

Ausencia de ignorancia. Tengo grado cero de ignorancia cuando he conseguido conocimiento acerca de algo, especialmente si este conocimiento es conocimiento confiable.

Grado 1:

Falta o ausencia de conocimiento. Tengo grado uno de ignorancia cuando desconozco algo.

Grado 2:

Falta de conciencia. Tengo grado dos de ignorancia cuando desconozco que ignoro algo; es decir, cuando no me doy cuenta que soy ignorante acerca de un tema dado.

Grado 3:

Ausencia de un proceso para adquirir conocimiento. Tengo grado tres de ignorancia cuando no cuento con una manera eficiente y adecuada para tomar conciencia de que desconozco, y por tanto no puedo explicar, en qué consiste mi ignorancia; es decir, no tengo manera para caer en cuenta que desconozco que no sé algo.

Grado 4:

Meta-ignorancia. Tengo grado cuatro de ignorancia cuando no sé nada acerca de los cinco grados de ignorancia.

Opinar o conocer

Hay opiniones tanto como hay narices, es decir, cada uno tiene la suya. ¿Cuáles son las condiciones por las cuáles podríamos contrastar dos opiniones cualesquiera, acerca de un tema dado, y obtener un juicio balanceado, justo, imparcial, acerca del valor relativo de una en comparación con el valor de la otra?

Como mínimo requerimos distinguir entre dos tipos de opinión: el primer tipo es una opinión que no tiene otro fundamento más que las ganas o la intención personal de tener razón; a este tipo de opinión suele llamarse una mera opinión. Por otro lado, tenemos una opinión que el individuo ha ido formado, poco a poco, reflexionando y corroborando, desechando ideas y reformulando otras por medio de contrastarlas con la realidad, investigando con ganas de llegar al fondo del asunto y sin detenerse para llegar a donde lo lleve la evidencia, cuestionando las bases de la evidencia que presentan las figuras de autoridad jerárquica y analizando los efectos de aceptar tal evidencia, así también considerando sus propias limitaciones intelectuales y su grado de ignorancia para entonces adoptar un proceso adecuado para adquirir conocimiento que le permita mantener sólo las creencias y opiniones de las cuales pueda formular un soporte. Esas opiniones, las así formadas, son las que yo respeto. Las otras, las meras opiniones, no debo respetarlas, a esas tan sólo las tolero.

El filosofar implica permanecer en una búsqueda por opiniones bien formadas —en especial las que refutan las propias— pues para el filósofo son como joyas valiosas de las cuales aprende mucho pues suelen ser el producto de una mente humilde, curiosa, como la de una niña pequeña que, con completa pureza, quiere descubrir la realidad de su entorno para saber cómo éste es, y no lo pretende ajustar a cómo quiere que sea. En el lado opuesto, las meras opiniones suelen provenir de una mente arrogante y pretensiosa que asume que la realidad debe ajustarse a sus deseos y cree que hay una sola versión del mundo: la suya.

Por tanto, la distinción entre mera opinión y opinión formada depende de la presencia de un soporte adecuado, soporte que puede responder a las preguntas: ¿Cómo lo sabe? ¿Cómo llegó a esa conclusión? Es decir, alguien con una opinión formada puede presentar el sustento por el cual se justifica la elección que ha hecho por la opinión en cuestión. Un buen soporte para una opinión incluye no sólo evidencias de diversos tipos, sino un proceso demostrable, y verificable por otros, con el cual se llegó a una determinada conclusión. Las opiniones con los mejores fundamentos, que han podido soportar algún tipo de embestida, se les ha llamado: conocimiento. Hay conocimiento que tan sólo ha soportado el paso del tiempo debido a la inercia y la falta de cuestionamiento, también hay conocimiento que ha soportado una gran variedad de pruebas y corroboraciones. De ahí los debates de a cuál de ellos realmente podemos llamar conocimiento, y cuál se puede llamar conocimiento confiable.

La Historia registra varios tipos de conocimiento, cada tipo proviene de una cosmovisión de la realidad. Algunas cosmovisiones fueron mencionadas en una sesión pasada sobre la historia de la Filosofía: el pensamiento mítico, el pensamiento mágico, el místico, el religioso, el filosófico, el científico, son algunos de los principales que definen las cosmovisiones de las cuales provienen diferentes tipos de conocimiento. El filosofar intenta comprenderlos, interrogando sus bases, identificando sus límites, sus costos y sus beneficios.

¿Qué es la Ciencia?

La mayoría de nosotros no ha tenido la oportunidad de estar cerca de alguien que nos explique cabalmente el valor de la Ciencia y sus alcances reales. Muchos, a lo más, hemos escuchado lo que resulta ser una caricatura que proviene más de Hollywood que de los científicos de a pie. Los empleados en los sistemas escolarizados están más preocupados por conservar sus cargos que en el aprendizaje en niños o en adolescentes. Por lo que, amable lector, le exhorto a que no deje de buscar allegarse a una actualizada introducción a la Ciencia, con la que logre entender objetivamente los resultados, los límites, los procesos del conocimiento científico y su evolución.

Algunos textos de introducción a la Ciencia la presentan a menudo un tanto idealizada, como si se tratara de una máquina que procesa hechos y produce verdad, como una máquina inalterable por el prejuicio o el dogma. Algunos autores sobre la Ciencia en su entusiasmo por enfatizar la alegría racional del desarrollo y la comprensión —el potencial ilimitado de la mente humana— a menudo glorifican vanamente a la Ciencia, como si esta actividad fuera radicalmente diferente a todo lo demás que hacen los seres humanos. No sólo es esto una deplorable exageración sino también un golpe bajo a la Ciencia pues como resultado muchas personas se sienten alejadas de la Ciencia. Digámoslo con claridad: la Ciencia es esencialmente una actividad humana y no puede separarse de las implicaciones socioculturales de tal esencia.

Hoy en día entender la Ciencia y el cómo funciona la adquisición de conocimiento científico es tan importante que no lo puedo enfatizar suficientemente, de eso dependerá si llega usted a entender la Naturaleza de la que es parte, en la cual nació y habitará durante toda su vida, incluyendo su propio organismo. De que usted comprenda la idea detrás del conocimiento científico depende si obtendrá una imagen completa y clara de la realidad física a su alrededor, y por tanto, del tipo de perspectivas que lega para la educación de las generaciones de niños que ya lo han estado escuchando —sea que se haya dado cuenta de esto o no—. Niños quienes tienen el derecho de una educación científica, según el convenio sobre Los Derechos de la Niñez. Además de un entendimiento cabal de la Ciencia está en juego si usted podrá adquirir las habilidades para pensar críticamente en el resto de las áreas de su propia vida.

Aquí tan sólo mencionaremos algunos rasgos relevantes de la Ciencia en su relación con el ejercicio filosófico y que resultan indispensables para hacer concretos los resultados del filosofar a nivel personal.

Pero, ¿cuál ciencia? debemos preguntarnos, ¿acaso la que glorifican algunos como si fuese de infalibilidad absoluta? ¿Acaso la de las parodias e imágenes distorsionadas resultantes de una inconsciente vulgarización en los medios de comunicación? ¿Quizá las pseudociencias, como la parapsicología, astrología, metafísica cuántica, ciencia cristiana, frenología, y tantas otras muy auxiliadas por estafadores y charlatanes? Corresponde al individuo concienzudo corroborar las posibles respuestas a estas preguntas. Una actualizada introducción a la Ciencia contendrá, entre otras herramientas, los criterios de demarcación entre Ciencia y pseudociencia —ciencia falsa—, así como una clara explicación de la inexistencia de un método científico universal y ahistórico, tal como el remedo frecuentemente presentado, como si fuese una fórmula o procedimiento fijo y mecánico.

Los conceptos de Ciencia y conocimiento científico son términos recientes, de hace como tres siglos más o menos. Pero la actitud mental y los rasgos del conocimiento obtenido empezaron a formarse desde aquella filosofía natural que fue practicaba por algunos filósofos desde la antigüedad. Aquellos dedicados a proyectos filosóficos para entender el mundo físico y sus hechos observables —también llamados fenómenos— fueron conocidos como los filósofos de la Naturaleza. Ellos son los antecesores de los modernos científicos dedicados a las ciencias naturales —por ejemplo Astronomía, Química, Física, Geología y otras ciencias de la Tierra, Biología y otras ciencias de los seres vivos como la Medicina y la Genética— las cuales cuentan, cada una, con su propia historia.

Las ciencias naturales, por supuesto, mantienen esa esencial actitud mental presente en todas las ciencias y en toda la filosofía: el pensamiento crítico. Las ciencias naturales mantienen dicha actitud mental ante la Naturaleza, las ciencias sociales la mantienen ante la imponente complejidad y diversidad en la raza humana.

Por favor no deje pasar la oportunidad de reflexionar en el contenido del texto en la siguiente página en Internet:

«Una introducción a la ciencia - Pensamiento científico y el método científico»

¿Qué es el pensamiento crítico?

En las sesiones pasadas en este seminario de introducción a la filosofía hemos reflexionado y buscado esclarecer la pregunta acerca del pensamiento crítico. Hemos identificado la importancia capital que tiene tal facultad para el desarrollo integral en un ser humano. Una importancia tal que podríamos concluir que el pensamiento crítico representa el sentido último de la educación. Una educación que, en una acepción amplia, es la que en realidad cuenta como tal, y no la falsa educación con sus inútiles y mecánicas memorizaciones que la hacen semejante a otras formas de adoctrinamiento social.

Una persona con una educación amplia, igual que un científico, es alguien que aplica el pensamiento crítico a los fenómenos —hechos observables— y a los datos que obtiene a partir de la experiencia. Alguien que lee una evaluación crítica y se enoja no está aplicando el pensamiento crítico a los datos, sino que está reaccionando emocionalmente porque dicho examen crítico no se ajusta a su perspectiva de cómo debiera ser el mundo. Esto es una actitud crédula, y no la manera en que una persona educada y un científico debieran reaccionar.

El pensamiento crítico se puede aplicar a la vida en general así como se aplica en los procesos de investigación científica. La Ciencia como acción consiste en dar muy pequeños pasos hacia la adquisición de conocimiento, cada paso es el resultado de la ejecución de un experimento o una corroboración. Cada paso es verificado con datos, así también podemos avanzar para adquirir conocimiento acerca de cualquier tema en la vida en general.

No faltan quienes han decidido que un enfoque científico, dar pequeños pasos verificados con datos, es una manera incorrecta de conocer. Piensan que todo debe ser aceptado tal y como lo dicen las figuras jerárquicas, que nada de lo así recibido debe ser cuestionado y que hacerlo así, sin cuestionamientos, significa “guardar respeto por la autoridad”. No sólo eso, sino que promueven tal actitud ¡como si fuese una virtud! Dicen que tal cosa representa una de las mejores conductas y aportaciones que los individuos puedan tener. No debe sorprender el hecho de que quienes avalan estas ideas son los mismos que ratifican y glorifican la adoctrinante y farsante educación en los sistemas escolarizados, la “capacitación mínima” en organizaciones corporativistas, y el catecismo o “principios básicos” en instituciones eclesiásticas tradicionalistas. Para notas adicionales acerca de educación, ver: Escolarización y educación.

Las ideas acerca del mundo que han sido dictadas y establecidas por autoridades civiles o eclesiásticas pero sin conexión con un proceso de adquisición de conocimiento científico siguen un patrón similar a las ideas y perspectivas de algunos griegos en la antigüedad. Ellos se burlaron de los nuevos experimentos, de los hechos y de los datos emergentes, pues creyeron que la estructura del Universo ya había sido establecida por sus ancestros y no había lugar para la duda. Así que permanecieron creyendo que existían sólo cinco elementos: tierra, agua, aire, fuego, y éter; y que el Universo estaba construido de esferas hechas de estos elementos. Cualquier elemento que saliera de su esfera tendía a regresar a su esfera correspondiente. Por tanto, las piedras (tierra) caían, el humo (fuego) ascendía, etc. Todo parecía tener sentido. Sin embargo, todo resultó equivocado.

Quienes representan a ese tipo de autoridades, y los seguidores acríticos de las mismas, se enojaron cuando supieron del pensamiento crítico de Copérnico, se enojaron cuando leyeron a Galileo. La persona promedio tiende a enojarse cuando se cuestiona su cosmovisión. No hay remedio. Mientras haya suficientes pensadores críticos, las verdades y falsedades de todo conocimiento serán aclaradas, idea por idea.

El pensamiento crítico como actividad intelectual es un tipo de análisis disciplinado que combina la investigación, la consideración del contexto histórico, y la elaboración de juicios equilibrados. Todo sazonado con un sentido amplio de integridad científica.

Las emociones y el pensamiento crítico

Nuestras emociones representan una gran fuente de fuerza o ímpetu para nuestro caminar cotidiano. Conocerlas y saber cómo utilizarlas es parte de conocernos a nosotros mismos. La así llamada inteligencia emocional sirve para hacer que nuestras emociones trabajen para nuestros propios intereses, y para evitar que alguien más intente abusar de nuestra fuerza emotiva a favor de intereses velados y de terceros.

Nuestra fuerza emotiva puede enfocarse como combustible para el estudio intenso y meditación profunda requeridos al aplicar el pensamiento crítico. Nuestras emociones pueden ser guiadas por nuestro interés y nuestra curiosidad para darnos el impulso de seguir evaluando ideas y llegar más a fondo en los asuntos de nuestra prioridad.

Hay un rasgo intelectual indispensable para lograr lo recién mencionado, consiste en la separación de asuntos, del cual el pensamiento científico es un asiduo practicante. Consiste en querer estudiar a fondo un único aspecto de un tema dado, aislándolo temporalmente de los demás aspectos involucrados, en favor de conservar su propia consistencia. Teniendo en cuenta todo el tiempo que, por el momento, nos estamos ocupando de un solo aspecto. Al poner el foco de nuestra atención en un aspecto no significa ignorar los otros aspectos, tan sólo es hacer justicia al hecho de que desde el punto de vista de un aspecto, los otros aspectos son irrelevantes.

Por ejemplo, al discutir un tema que queremos discernir conviene distinguir por un lado a las ideas y por otro lado a las personas que mantienen o se oponen a tales ideas. Pues se consigue muy poco al intentar analizar ambos asuntos simultáneamente. Sin tal separación las personas se sienten bajo examen crítico cuando sus ideas son evaluadas, se sienten atacadas y naturalmente las emociones se inflaman a tal grado que se salen de control entorpeciendo el raciocinio. «Naturalmente» esto es parte de la razón de los conflictos y las guerras, pero «críticamente» tenemos la oportunidad de separar los asuntos y enfocarnos en discutir las ideas por su propio valor relativo, dejando otros asuntos para otro día —por así decirlo.

Desafortunadamente este práctica intelectual de separación de asuntos no forma parte de la idea generalizada de educación hoy en día, esa idea que resulta una farsa o remedo de educación al confundir y equiparar educación con grados académicos en jerarquía, en lugar de equiparar educación con una conducta consciente ética y políticamente. Permanecer miopes ante la diferencia entre ideas y personas nos puede suceder frecuentemente si carecemos de la aptitud del pensamiento científico por separar asuntos para entender mejor un tema. Tropezaremos con esta misma piedra en tanto nuestro sentido crítico no esté desarrollado como para poder encausar nuestras emociones y evitar que empañen nuestro pensamiento.

La falta de educación se hace evidente también en la reacción que se tiene ante las publicaciones que hacen pensadores críticos sobre, por ejemplo, la vida política en un país. El pensador crítico publica el resultado de su análisis del curso real de un país, poniendo bajo examen crítico a las argumentaciones de los políticos en contraste con la evidencia, exponiendo falacias y errores graves en la lógica establecida por el poder político. Una reacción inconsciente típica ante tal análisis se refleja en el comentario:

“Está bien pero, ¿no podría decir algo constructivo de nuestro país?”

La razón por la cual tal comentario es inconsciente es que no refleja un entendimiento del valor del pensamiento crítico. ¡No cae en cuenta que tal análisis es algo constructivo para el país! Para una excelente explicación de esto por favor remítase, amable lector, al artículo por parte de Denise Dresser con título: Llamado a hablar mal de México. Publicado en la edición número 1713 del semanario Proceso, México.

La vida es suficientemente compleja tal que requiere la separación de asuntos para ir entendiéndola, por lo cual sugerir irreflexivamente que el pensamiento científico es un lujo impráctico tira por la borda a los pasajeros junto con el lastre para tratar de salvar al navío: el desorden y las crisis en las que nos encontramos han sido causados precisamente por demasiado pensamiento acientífico. Al parecer, como en otros casos en la Historia, los problemas podrán ir resolviéndose de forma definitiva sólo a base de investigación científica.

¿Cómo distinguir a un pensador crítico?

Todo lo que he dicho hasta ahora puede estar por completo equivocado. ¿Cómo sabe usted, amable lector, que no estoy tratando de hacerle una broma? Le toca a usted juzgarlo, por ejemplo, corroborándolo con otras muchas fuentes. Las meta principal de este seminario es buscar que quienes participamos aprendamos a pensar filosóficamente, es decir, a desarrollar nuestro sentido crítico. Y por tanto, sepamos distinguir el pensamiento crítico del que no lo es.

Lo invito a continuar la reflexión en el texto de la página en Internet referida a continuación, le puede ayudar a mantenerse alerta para distinguir el pensamiento mítico, mágico, místico, religioso —es decir el pensamiento acrítico— por medio de identificar los rasgos principales del pensamiento crítico. El texto, además, refiere una situación del sistema educativo en Estados Unidos de hace como 20 años, y puede servir para contrastar cuánto podría haber cambiado dicha situación y cuánto describe la situación actual en otras partes del mundo:

«Una introducción al pensamiento crítico»

Disfrutemos uno de los párrafos del texto recién referido de Steven D. Schafersman:

“Los seres humanos estamos condicionados desde el nacimiento a seguir las figuras de autoridad y a no cuestionar sus pronunciamientos. Tal acondicionamiento es llevado a cabo por los padres y maestros usando una amplia variedad de técnicas de refuerzo positivo y negativo. La mayoría de los individuos llega a la edad adulta en esta forma condicionada. El resultado de tal acondicionado es la antítesis de la investigación científica y el pensamiento crítico: individuos carentes tanto de la curiosidad como de las habilidades para realizar investigación independiente para descubrir conocimiento confiable. El individuo que piensa de manera crítica puede pensar por sí mismo: puede identificar problemas, recopilar información pertinente, analizar información de una manera apropiada, y llegar a conclusiones fiables por sí mismo, sin depender de otros para que lo hagan por él. Este es también el objetivo de la enseñanza de la Ciencia. El pensamiento crítico permite afrontar y comprender la realidad objetiva obteniendo conocimiento confiable sobre el mundo. Esto, a su vez, permite ganarse uno la vida de mejor manera, lograr éxito en la vida, resolver mejor los problemas de la vida y reconciliarse con la existencia, la mortalidad y el Universo. Si una persona es más feliz contando con conocimiento confiable y viviendo en la realidad objetiva, en lugar de vivir en la ignorancia y conservando creencias falsas o poco confiables, entonces esto es tan buena razón como cualquiera para la enseñanza y el aprendizaje de pensamiento crítico.”

¿Qué es el sentido crítico débil?

Al considerar alguna cuestión en un tema que tenga especial importancia personal, digamos, la justicia, la niñez, la libertad, la religión, la salud, la Ciencia, etcétera, solemos estar listos para defender nuestra posición, probablemente por buenas razones. Incluso podríamos estar preparados con las herramientas de la lógica y la retórica para defender dicha posición, pero si no partimos de la intención de evaluar nuestra posición, no podemos decir que estamos aplicando el pensamiento crítico en su sentido completo. El uso parcial del pensamiento crítico se le ha llamado sentido crítico débil. ¿Por qué débil? Pues porque es un pensamiento despreocupado del avance hacia la virtud o la verdad —lo cual es una búsqueda sin fin—. Su propósito parece ser el resistir o aniquilar opiniones y razonamientos diferentes al propio. Un sentido crítico débil concibe a la dominación y a la victoria sobre quienes desacuerdan como su objetivo último. Por eso echa por tierra aspectos esenciales del sentido crítico completo, como lo son el ímpetu progresivo y de desarrollo continuo del potencial humano.

El pensamiento crítico completo requiere ser aplicado a toda afirmación de conocimiento, incluyendo las nuestras. La manera de protegernos contra el autoengaño y el conformismo es por medio de evaluar críticamente nuestras propias ideas y las bases sobre las que partimos. El riesgo de cometer graves errores aumenta al tomar el camino fácil y “práctico” de mantenerse en las creencias populares que muchos adoptan sin suficientes bases. El pensamiento crítico completo puede ayudar a disminuir o evitar dicho riesgo.

La Humanidad ya ha sido advertida, desde hace mucho tiempo, de lo vano de un conjunto de opiniones acumuladas sin la ayuda del pensamiento crítico completo:

“Aquel que sólo conoce su lado de un caso conoce muy poco de dicho caso. Sus razones pueden haber sido buenas, y nadie puede haber sido capaz de refutarlas. Pero si él mismo es igualmente incapaz de refutar sus razones desde el lado opuesto entonces no tiene justificación para preferir ninguno de los dos lados” —John Stuart Mill

Si hacemos un buen trabajo en pensar críticamente, con toda su amplitud, tenemos la oportunidad de entender diversas alternativas sobre un asunto y, después de evaluarlas, podríamos elegir la que más represente la autenticidad de nuestro ser. De una elección así es que puede uno sentirse orgulloso.

¿Cuáles preguntas guían a un pensador crítico?

El contenido de algún tema de nuestro interés necesariamente está hecho de ideas. Por ejemplo, en filosofía moral se podría debatir la idea sobre si una familia de esclavos tiene mejores condiciones para ser feliz permaneciendo como propiedad de su amo, bajo la premisa de su utilidad material, contando con cobijo y alimento seguro, pero también bajo un severo yugo; o si contar con su libertad ofrece las condiciones para llegar a ser realmente feliz, corriendo por su cuenta el aprovisionarse tanto de seguridad como alimento y cobijo. El ejemplo puede parecer exagerado y anticuado pero cabe preguntar ¿cómo llegamos a saber de las condiciones reales de esclavitud como para poder contrastarlas con las condiciones actuales en los ambientes laborales, nos informó Hollywood o el estudio de la Historia?

Entonces, ¿por qué se debería aceptar o rechazar cualquiera de las dos ideas mencionadas en un debate sobre la esclavitud y la libertad? Los pensadores críticos encuentran satisfacción cuando saben por qué decir “no” a una idea u opinión y también al conocer por qué tal respuesta es apropiada. La satisfacción no viene de aceptar o rechazar la idea, sino de saber ese porqué. No falta quien al escuchar una idea diferente a la propia, diga “bueno pero eso sólo es tu opinión” y el no coincidir con su idea lo considere como la razón para rechazarla. Un pensador crítico, por el contrario, no le importa de quién es la idea sino que se ocupa de evaluarla para saber si es una buena idea. Equipado con las herramientas de la Lógica y las preguntas propuestas a continuación usted puede experimentar la satisfacción de saber por qué determinada idea es buena o por el contrario resulte ser un disparate:

Pregunta crítica

¿Por qué hacer la pregunta?

¿Cuál es la situación y la conclusión?

Una evaluación crítica puede iniciar al haber identificado primero cuál es el problema o asunto en discusión, así como la conclusión propuesta en espera de ser aceptada.
Es decir, se necesita identificar al menos una inferencia, de otro modo, no habría sobre qué aplicar el pensamiento crítico.
Las meras opiniones, sin soporte, ni siquiera merecen la atención de un pensador crítico.

¿Cuáles son las razones?

La conexión entre la situación y la conclusión debe contar con un soporte, en forma de razones y evidencias.

¿Cuáles palabras o frases son ambiguas?

Identificar significados alternos que debiliten la estructura del argumento es motivo para rechazar la conclusión.

¿Cuáles son los conflictos de valores y las suposiciones?

Una evaluación crítica estaría incompleta si sólo considera las razones en un argumento. Identificar el sistema de valores y los supuestos del contexto juega parte importante para aceptarlo o rechazarlo.

¿Cuáles son las premisas o suposiciones descriptivas?

Sólo es aceptable una conclusión si las razones presentadas llevan realmente a dicha conclusión, es decir si las razones son relevantes para la conclusión.
Una suposición prescriptiva presenta una idea en términos del debiera ser.
Una suposición descriptiva presenta una idea en términos del así es.

¿Hay alguna falacia en los razonamientos?

Si una premisa es un error de razonamiento —una falacia— entonces la conclusión es inaceptable en términos de tal premisa. Si no hay otras premisas que sean buenas razones, entonces la conclusión deberá ser rechazada.

¿Cuán buena es la evidencia?

El tipo de evidencia —intuición, apelativos autoritarios, testimonios, estadísticas, hechos, etc.— presentada determinará si una premisa puede ser aceptada, y por tanto, si ofrece buen soporte para aceptar la conclusión.

¿Hay causas alternativas y opuestas?

Aceptar una razón como la explicación de un problema o suceso dependerá de que dicha razón sea la mejor entre una posible diversidad de razones alternativas u opuestas.

¿Los antecedentes presentados corresponden o son engañosos?

Los datos estadísticos, o información antecedente, podrían estar siendo sujeto de abuso, como frecuentemente sucede, y presentar tal evidencia fuera de su propio contexto es motivo para rechazar una conclusión.

¿Qué información relevante ha sido omitida?

Quien carece de integridad científica busca que los demás acepten sus conclusiones presentando sólo la información que conduzca a dicha aceptación, omitiendo hechos importantes que al ser presentados, muy probablemente su conclusión sería rechazada.

¿Cuáles son las posibles conclusiones razonables?

Finalmente, para aceptar o rechazar una conclusión hay que detenerse a contemplar otras posibles conclusiones, igualmente razonables.

Filosofía de la Ciencia

La Ciencia no siempre tiene todas las respuestas, si alguien cree que sí las tiene es porque tendrá una imagen distorsionada, religioso-dogmática, de cómo en realidad funciona la Ciencia. Los científicos practicantes, aquellos que son conscientes de lo majestuoso en la realidad a su alrededor, son los primeros en reconocer los límites del conocimiento científico. Pero aun en la comunidad científica se pueden ver casos de dogmatismo absoluto, por eso la labor filosófica es indispensable para alimentar al progreso de la Ciencia misma, no sólo en su misión principal de obtener conocimiento confiable, sino en el progreso y esclarecimiento de sus bases mismas. Esa es la labor de la filosofía de la Ciencia. La presente sesión servirá como preámbulo a los debates filosóficos acerca de la Ciencia y sus pretensiones de certeza, mismos que continuaremos revisando en la siguiente sesión, que también está dedicada a los cuestionamientos acerca del conocimiento en general.

¿Qué cuenta como “Ciencia”?

De acuerdo con Mario Bunge, Lee Smolin, y otros, lo que cuenta como Ciencia —del latín Scientia: conocimiento, saber— al día de hoy son dos cosas: (1) el conocimiento confiable producto de la investigación científica, y (2) el sistema conceptual y social que conforma la comunidad científica internacional, quienes han convenido en seguir determinadas pautas éticas para conducir la investigación científica. La Ciencia hoy requiere que incluso los centros de investigación científica más aislados estén al día con la lectura de los resultados —la corroboración o refutación de teorías e hipótesis— del resto de la comunidad.

La Ciencia también es vista como dos cosas: una manera de pensar —la del pensamiento crítico aplicado al mundo natural— y el resultado de hacerlo —el conocimiento científico—. De aquí se desprende la importancia de ubicar a la Ciencia, y sus resultados, en su debido contexto, el cual es la Naturaleza, el mundo natural. La Ciencia no tiene una opinión formada ni posición alguna sobre el mundo sobrenatural, pues no es su campo de competencia. Términos como alma, mente, o espíritu —en el sentido que excede a los términos de la Naturaleza— no son términos científicos. El conocimiento sobre el mundo sobrenatural se intenta abordar desde otras cosmovisiones y desde otro tipo de conocimiento. Pero incluso allá, lo que cuenta como conocimiento es aquello que tenga alguna forma de soporte para serlo, y no meras opiniones.

Una luz en la oscuridad

La Ciencia no es una fuente sólo de bendiciones y bienestar, también a través de la ella se han cometido terribles atrocidades en contra de las personas, por ejemplo la capacidad de construir y detonar artefactos de enorme fuerza destructiva. Como herramienta de conocimiento nos ayuda a comprender mejor el mundo que nos rodea pero las implicaciones de su uso, y abuso, sigue perteneciendo al campo de la reflexión ética y política. Por eso es indispensable que quienes tomen decisiones al respecto cuenten con un entendimiento cabal de la Ciencia, desde la madre que lleva o no a su hijo a ser vacunado, hasta los legisladores y mandatarios cuyas decisiones en materia de salud o armamento afectan a miles de personas.

Un entendimiento cabal de la Ciencia incluye comprender sus alcances y sus límites. Por lo que indicar sus límites no cuenta en contra de la Ciencia, al contrario, sirve para saber usarla adecuadamente.

"Una cosa que he aprendido en una larga vida: que toda nuestra Ciencia, medida contra la realidad, es primitiva e infantil –y sin embargo, es lo más preciado que tenemos" —Albert Einstein

¿Para qué sirve la Ciencia?

Los objetivos de la Ciencia cubren un amplio, complejo, y diversificado terreno que abarca el explicar, predecir, describir, y controlar nuestro entorno natural. El explicar contesta preguntas por qué acerca de la Naturaleza. El predecir busca alinear nuestras expectativas con el comportamiento de la Naturaleza. El describir consiste en responder preguntas del qué y el cómo. El controlar intenta intervenir para alterar el curso de los eventos naturales en la dirección deseada.

Estas metas pertenecen a diferentes categorías superpuestas. Las metas teóricas y cognitivas —describir, predecir y explicar— buscan caracterizar y ofrecer relatos inteligibles de la Naturaleza. Las metas prácticas y manipulativas —predecir y controlar— se preocupan de guiar nuestras acciones, dirigir nuestras expectativas, y lograr un control sobre nuestro ambiente para poder realizar nuestros asuntos. Las metas teóricas y cognitivas se relacionan con nuestro papel de espectadores de la Naturaleza, tratan con lo que la Ciencia nos permite decir acerca de ella. Las metas prácticas y manipulativas se relacionan con nuestro papel como participantes activos en la Naturaleza, tratan con lo que la Naturaleza nos permite hacer con ella.

¿Cuál es la “unidad mínima de producción” de la Ciencia?

Todo el esfuerzo científico está dirigido a formular su “producto terminado” —aunque no final—en forma de una teoría científica. Una teoría científica representa la síntesis de todo lo contemplado durante el sofisticado esfuerzo de la investigación sistemática que la produjo. Desde el punto de vista científico, una teoría es lo que merece el término: conocimiento.

La teoría es la unidad básica de conocimiento científico. Sin no hay teorías, no hay Ciencia. Por lo que una teoría científica representa el punto más cercano a la realidad al que la Ciencia ha podido llegar referente a un aspecto dado de la Naturaleza. Una teoría científica es una mirada hacia la realidad, una perspectiva congruente, integral, consistente, de lo que hasta ahora se conoce. Una teoría es lo que aporta el poder explicativo, descriptivo, predictivo y de control a la Ciencia. Ningún conjunto de hipótesis o leyes dispersas puede aportar tal potestad.

El lenguaje popular utiliza la palabra “teoría” como sinónimo de creencia infundada, suposición o hipótesis no corroborada, como una conjetura idealizada que no tiene relación con la realidad o con la práctica concreta. Mientras que el lenguaje científico utiliza la misma palabra para referirse a lo más cercano a la realidad con lo que contamos sobre un aspecto de la Naturaleza.

Por lo que la reflexión en la filosofía de la Ciencia gira no sólo sobre cómo se forman las teorías científicas en la actualidad, sino también cómo ha ocurrido su desarrollo en la historia de la Ciencia, y más importante, cómo se han llegado a refutar y desechar las teorías en el pasado. Eso ofrece una vista de conjunto acerca del devenir de las teorías que hoy se consideran plausibles y de sus posibles rumbos hacia el futuro.

¿En qué estado nos llega la Ciencia hoy en día?

La historia de la filosofía de la Ciencia ayuda a contestar esa pregunta, con ella nos enteramos de la diversidad de relatos que tratan de ofrecer una explicación general de qué es la Ciencia y qué cuenta como conocimiento científico. En turno, cada explicación general daría cuenta de la manera en que se ha desenvuelto el progreso científico a la largo de su historia. Sin embargo, en el desarrollo histórico hasta Imre Lakatos y otros, tal explicación general no ha sido posible pues las logradas hasta ese punto no dan una cuenta satisfactoria que incluya una descripción que explique un patrón distinguible con el cual se pueda decir cuál es el método universal del desarrollo científico, si es que existe tal patrón universal. Ese patrón sería la parte esencial de lo que conocemos como Ciencia y por lo tanto sería lo que se busque en aquello que se llame “científico” para contrastarlo y corroborar que, en efecto, se trate de Ciencia. Un patrón único haría posible verificar la presencia de sus características y se podría evaluar cualquier proceso dado que proclame haber generado conocimiento científico. Pero no se ha podido identificar ese patrón único hasta este punto en la historia de la Ciencia. Todos los relatos epistemológicos de la Ciencia no están exentos, cada uno, de sus problemas y no logran caracterizan de forma definitiva todos los que ahora se reconocen como progresos científicos. Mencionemos someramente, en orden cronológico, algunas de las perspectivas clásicas analizadas en la filosofía de la Ciencia:

El relato del positivismo lógico y el método inductivo

Las bases de la certeza del conocimiento científico, según este relato, son la experiencia perceptual de fenómenos —también llamados hechos observables— y la verificación por medio de la experimentación. La observación cuidadosa permite establecer relaciones entre estos fenómenos tal que las regularidades contenidas en la Naturaleza se pueden descubrir y describir. Éstas relaciones entre fenómenos deben presentar determinadas características para poder ser relevantes para la Ciencia: deben ser necesarias, constantes, y generales. Un sistema tal de relaciones constituye una ley científica, es decir una ley de la Naturaleza. En el siguiente nivel de abstracción, un sistema de leyes relacionadas forma una teoría científica.

Un problema con este relato de la Ciencia radica en la debilidad de una de sus premisas principales pues no se sostiene después de someterla a mayor escrutinio. Tal premisa consiste en que los hechos observables ocurren antes de la formulación de las teorías —los hechos son el punto de partida de la cadena lógica que termina en la formulación de las teorías— y estos hechos son percibidos por el observador en una forma objetiva e independiente del trasfondo teórico previo. Pero esto no ocurre en la extensión en que este relato de la Ciencia lo asume. Para ilustrar esto de una manera simple y observacional pondremos el caso de la siguiente figura:

perception

Los rayos de luz visible podrían estar impactando de una manera idéntica sobre la retina de dos observadores independientes y aun así su percepción resultar ser por completo diferente. La interpretación de uno de ellos podría describirse como una vista superior de una escalera, donde se observa la superficie de los escalones donde se colocan los pies al subir o bajar. El otro observador podría describir una vista inferior de una escalera, donde se observa la superficie de los escalones que queda por debajo de donde se colocan los pies. Incluso usted mismo puede alternar entre ambas percepciones por medio de invocar el cambio en su propio cerebro, sin que ocurra cambio alguno en sus ojos ni en la imagen externa. Por lo que la experiencia perceptual no parece entregarnos la objetividad que suele asociarse a los sentidos. La percepción sensorial tiende a ser muy subjetiva.

El empleo de instrumentos que permitan solventar las limitaciones de nuestros sentidos no hace que la situación mejore, tan sólo la transfiere a la interpretación que el observador haga sobre los datos que el instrumento le ofrece. Es decir, la interpretación de las imágenes o los datos que ofrecen los instrumentos como el microscopio, el telescopio, el sonógrafo, los rayos X, etc., están sujetas del conocimiento previo que tenga el observador para saber qué es relevante como información para el caso y qué tan sólo representa ruido en los datos. En otras palabras, para interpretar el resultado de los instrumentos necesitamos contar previamente con una teoría que nos guíe hacia dónde observar y cómo encontrar lo relevante al caso. Así pues, no se cumple que los hechos observables ocurran antes de las teorías, por el contrario, dependen de ellas. Esto también se comprueba al considerar la interpretación de un miembro de una tribu africana, quien no cuenta con el concepto de “escalera” antes de observar la misma imagen. Su percepción es por completo diferente a las otras pues también ocurre influenciada por un conocimiento preexistente, en este caso diferente al conocimiento preexistente de las otras.

Un aspecto adicional de lo problemático al intentar lograr teorías científicas a partir de los hechos observables es que pueden apoyar explicaciones equivocadas. Es el caso de lo directamente observable al dejar caer un objeto desde una torre muy alta. El objeto cae cerca de la base de la torre, a una distancia de la torre similar a la distancia en que fue soltado. Este hecho apoyaba la teoría de los opositores de Galileo, los que afirmaban la inmovilidad de la Tierra. Pues si la Tierra se moviera entonces el objeto llegaría al suelo a una distancia mayor, más separada de la torre, debido a que la torre se movería junto con la Tierra mientras el objeto descendía. Por lo tanto, la Tierra no estaría en movimiento basándose en los hechos observables. Fue necesaria una perspectiva más amplia del asunto, fue necesario considerar lo que después se llamaría la Ley de inercia de Newton para integrar una explicación del movimiento de la Tierra consistente con los hechos observables.

Además, el uso de un instrumento como el telescopio para obtener hechos observables adicionales acarreó sus propias complicaciones, pues Galileo no contaba con una teoría científica con la cual pudiera justificar su interpretar de tales observaciones. Era posible corroborar la interpretación hecha sobre objetos como la bandera de un lejano navío o lo escrito en un letrero a gran distancia, pues el navío eventualmente llegaba a puerto o alguien podía caminar hasta el letrero y contrastar la interpretación de lo observado con el objeto mismo. Pero no era posible tal corroboración en el caso de las observaciones hacia el firmamento, por lo cual tales hechos observables no contaron, para Galileo, con la enorme relevancia en la formulación de su teoría como el positivismo lógico pretende mostrar.

Por otro lado, el empleo de inferencias inductivas que identifiquen ciertas regularidades en la Naturaleza y pretendan elevarlas al estatus de “leyes científicas” son en realidad generalizaciones empíricas formuladas en términos observacionales que difícilmente cuentan con el soporte para sustentar su afirmación de certeza más allá de su muy particular contexto. Un ejemplo trivial pero ilustrativo es el caso de la generalización que se basó en que todos los cisnes observados eran de color blanco. Bastó una sola observación de un cisne negro para refutar tal generalización. La tarea para justificar una generalización a partir de los hechos resulta de formidables proporciones, dada la capacidad de la Naturaleza para asombrarnos. Como es el caso de la generalización, no tan trivial, de que todos los líquidos fluyen hacia abajo al verse refutada por el descubrimiento de que los líquidos sobre-fusionados* fluyen hacia arriba. La Naturaleza se comporta en ocasiones de manera sorprendentemente elusiva y no parece estar obligada a seguir las leyes que la Ciencia quiera imponerle.

*Sobrefusión es el proceso de refrigeración de un líquido por debajo de su punto de congelación, sin que se convierta en sólido.

El relato falsacionista y el método hipotético-deductivo

El conocimiento científico no tiene, entonces, su principio en los hechos observables como el positivismo lógico y el método inductivo han sugerido. Las aspiraciones para obtener una potencial certeza con el conocimiento científico, así planteado, necesitan mejores bases epistemológicas; es decir, se necesita una mejor respuesta a la pregunta ¿Cómo lo sabe? —¿Cómo llegó a, y cómo fundamenta, su conclusión? Identificar una regularidad en la Naturaleza no es suficiente para establecerla con certeza como verdad inmutable que explique, en tono definitivo, incluso todos los posibles casos observables en el futuro —como lo indica el ejemplo de los líquidos sobre-fusionados mencionado anteriormente.

La filosofía de la Ciencia busca entender por qué se afirma que el conocimiento científico tiene un estatus especial sobre otros tipos de conocimiento. Qué sostiene tal afirmación, es la pregunta que ocupa a los filósofos de la Ciencia. Por ejemplo, si confrontamos dos explicaciones acerca del origen y naturaleza de los terremotos, una por parte de un nigromante y otra por parte de un científico, el filósofo de la Ciencia tratará de analizar cada explicación valorando la solidez de la argumentación por sí misma, tratando de distinguir claramente las características que soportan una explicación más que la otra, y verificando que tal soporte corresponda a lo que propiamente se llama Ciencia. En otras palabras, el filósofo de la Ciencia busca un criterio para demarcar claramente las teorías científicas de aquellas que no lo son. Sin ese criterio, no hay diferencia entre Ciencia, nigromancia, ocultismo, mitología y superstición.

Una teoría científica podrá distinguirse si es expresada de una manera tal que pueda verificarse que no refleja la realidad y por tanto está equivocada. Es decir, una teoría científica nunca puede llegar a confirmarse, tan sólo puede llegar a refutarse. La explicación de Ptolomeo acerca de los cuerpos celestes nunca se confirmó como la verdad inmutable. Fue refutada por el modelo heliocéntrico de Copérnico. A su vez, la explicación copernicana del movimiento retrogrado de los planetas usando epiciclos nunca se confirmó sino que fue refutada por las órbitas elípticas propuestas por Kepler. La mecánica de Newton no permaneció inmutable e incorregible pues la teoría de la relatividad de Einstein explica todo lo que explica Newton y muchos más casos que Newton no pudo explicar.

Por tanto, una teoría científica se distingue como tal al indicar las condiciones en las cuales deja de serlo. Por ejemplo, Albert Einstein predijo, basado en su teoría de la relatividad, que la luz sigue una trayectoria curvada en la cercanía de campos gravitacionales de cuerpos masivos. Por lo que las estrellas observables en la vecindad del Sol se observarían en posiciones diferentes a las usuales durante un eclipse solar. La eclipse solar de 1919 dio oportunidad de verificar la predicción. Sin embargo, pudo ser el caso de que las estrellas vecinas se observaran en sus posiciones habituales, en tal caso quedaría refutada la teoría de la relatividad. La teoría de la relatividad no ha sido confirmada como cierta tan sólo está en espera de ser refutada, lo cual no ha sido posible todavía pues se han verificado exitosamente sus predicciones a la fecha —hasta que sea superada por una mejor teoría en los siglos y siglos por venir—. Las teorías científicas lo son pues —considerando deductivamente sus conclusiones lógicas— toman riesgos al predecir fenómenos que puedan ser corroborados experimentalmente y cuyos resultados sirvan para falsarlas, es decir, refutarlas.

Una teoría científica se distingue por su poder explicativo y predictivo. Si una teoría B, por alocada que sea, explica y predice todos los casos de otra teoría A, y además explica y predice casos adicionales que la teoría A no puede explicar, entonces la teoría B está más cerca de la realidad que la teoría A. La teoría A debe ser descartada, o puede ser modificada en la teoría A' y pasar nuevamente por un riguroso, amplio, y estricto proceso experimental. La creatividad juega un papel muy importante en el avance de la Ciencia, pues una amplia gama de conjeturas y un proceso experimental continuo para falsar o refutar tales conjeturas permite una aproximación continua a la realidad científica. El científico falsacionista prefiere el progreso continuo en lugar de pretender haber llegado a la verdad.

El desarrollo de la Epistemología o filosofía de la Ciencia no cuenta, aun hoy, con un relato que realmente pueda sostener una pretensión de certeza. No hay conocimiento absoluto, sólo conjeturas sujetas de mejora. El conocimiento científico no puede sostener una pretensión de certeza, no con las bases epistemológicas formuladas hasta el día de hoy. Esto es parte de las conclusiones a las que llegó el relato falsacionista y el método hipotético-deductivo.

El relato de la estructura de las revoluciones científicas

El devenir histórico de la Ciencia, según este relato, ocurre en dos posibles modos: evolucionario y revolucionario. En el modo evolucionario ocurre la ciencia normal mientras que en el modo revolucionario ocurre la ciencia en crisis. Ambos modos transcurren en etapas históricas sucesivas, una tras otra alternativamente. La ciencia normal se enmarca en una estructura teórica de conceptos establecidos e incuestionables que sirven como el estándar para evaluar qué es Ciencia y qué no lo es. Tal estructura de conceptos establecidos se le conoce con el nombre de paradigma. Las investigaciones científicas buscan desarrollar el conocimiento científico dentro de su correspondiente paradigma, y no pueden trascender fuera de él. Por otro lado, en el modo revolucionario los científicos empiezan a cuestionar los conceptos o presuposiciones del paradigma en el cual se encuentran inmersos debido al creciente número y frecuencia de anomalías en tales presuposiciones. Inicia una etapa de ciencia en crisis. En esta etapa la comunidad científica se encuentra en tumulto, los debates y controversias llegan a tal tono que reflejan un estado inquisitorial donde los ortodoxos del paradigma actual denuncian a los herejes del naciente paradigma. Así, reconocidos cirujanos pronunciaban sus escandalizadas opiniones: “¡Es una ficción ridícula!” en contra de la teoría de los gérmenes durante la época de Luis Pasteur.

Una nueva teoría científica no se establece por medio de convencer a sus oponentes, quienes expresan su cambio de opinión, sino porque tales oponentes gradualmente mueren y una generación más joven crece familiarizándose con tal teoría —sugirió Max Planck, físico alemán y premio Nobel, que fue el iniciador de la teoría cuántica.

Un análisis histórico nos provee de diferentes rasgos del desarrollo científico, existen dos rasgos en oposición que merecen especial atención. Primero, una impaciencia por hacer todo lo posible para traer a la mesa de trabajo las ideas previas de otros pensadores acerca del tema en cuestión, tal que el trabajo nuevo pueda estar basado sobre argumentos sólidos y premisas bien fundadas. Segundo, en la esencia de una actitud científica está la constante disposición para refutar creencias actuales, para refutar nuestros propios puntos de vista, una inexorable tendencia por desconfiar de argumentos autosuficientes; esto es, poner nuestras conclusiones bajo las más severas y despiadadas condiciones posibles de prueba. ¿Por qué? Kenneth Boulding sugiere: “El conocimiento se incrementa no por la coincidencia de imágenes mentales con el mundo real (que Hume apuntó como imposible), esto es, no por la percepción directa de la verdad, pero por una tendencia implacable hacia la percepción del error. Esto es tan cierto para el conocimiento vernáculo como lo es para la Ciencia".

La combinación de esos rasgos —racional y escéptico— son parte de lo requerido para el progreso científico, esto es, para la acumulación de conocimiento confiable acerca de un tema dentro de la competencia de la Ciencia (el mundo natural). Los filósofos de la Ciencia han factorizado esas actitudes de la Ciencia y las han puesto a disposición de otras disciplinas para que puedan también avanzar el conocimiento de sus campos de una manera rigurosa y confiable; por ejemplo, ciencias sociales como la sociología, economía, antropología —la cual incluye a la antropología física, arqueología, etnología, y la lingüística—, ciencia política, y otras.

Los procesos adaptativos del desarrollo científico implican tal modo dual de conducta en sus practicantes, en particular para salir de situaciones intelectuales similares a un callejón sin salida. Son los modos Evolucionario y Revolucionario, el primero se refiere de forma amplia a un estilo de pensamiento que busca la verdad profundamente en una sola dirección por medio de ciertas especializaciones y el segundo significa un estilo de pensamiento que extiende la perspectiva por medio de ciertas generalizaciones; los rasgos se ilustran como sigue:

Modo evolucionario

Modo revolucionario

Artesanos

Videntes

Jugadores en equipo

Independientes

Normales. Evolucionistas.

No comunes. Revolucionarios.

Escaladores técnicos, ingenieros.
Alpinistas que conquistan problemas complejos.

Viajeros. Exploradores. Filósofos.

El relato de los programas de investigación científica

Imre Lakatos, y otros, han propuesto la idea de la metodología de los programas de investigación científica en la cual se intenta aliviar lo problemático en los relatos falsacionista y de las estructuras de las revoluciones científicas. Un programa de investigación científica tiene similitudes con el concepto de paradigma anteriormente mencionado, con la diferencia que un programa de investigación no tiene la amplitud panorámica de un paradigma en todo el ámbito científico de una época determinada. En un programa de investigación científica las teorías pueden perdurar, al menos en parte, a través de varios programas de investigación, a diferencia de un paradigma donde las teorías son por completo reemplazadas por las teorías de un nuevo paradigma emergente al ocurrir un cambio de paradigma.

Un programa de investigación científica representa un intento por avanzar el conocimiento científico en una dirección en particular. Para lograr tal avanzada el planteamiento consiste en primero identificar el conjunto de conceptos más fundamentales dentro del programa de investigación, y a tal conjunto denominarlo el núcleo principal, el cual es protegido por medio de una posición dogmática provisional. Además, se identifica otro conjunto de conceptos, menos fundamentales para el programa, que funcionen como un cinturón protector del núcleo principal. Esta parte del planteamiento guarda considerable similitud con el modo en que opera la ciencia normal dentro de un paradigma en el relato de las estructuras de las revoluciones científicas.

Por ejemplo, el programa de investigación de Newton en la física del siglo dieciocho tiene como núcleo principal a las tres leyes del movimiento y a la ley de gravitación. El cinturón protector del pensamiento newtoniano sufrió cambios durante el desarrollo del programa de investigación, conceptos acerca de la materia, perspectivas acerca de la estructura del Universo, e instrumentos matemáticos empleados para enlazar el núcleo principal a los hechos observables. El programa de investigación de Darwin en la biología del siglo diecinueve incluía un núcleo principal que afirmaba que las diferentes especies biológicas están ligadas por descendencia y forman uno o un número escaso de árboles familiares. Los cambios en las especies biológicas se deben principalmente a la acumulación de variaciones diminutas favorecidas por la selección natural. Su cinturón protector consiste en un cambiante conjunto de ideas más detalladas acerca de cuáles especies están más cercanamente relacionadas a otras; ideas acerca de herencia, variación, competencia, ideas acerca de la distribución de organismos alrededor de la Tierra, y otras.

El cambio dentro de un programa de investigación sigue ciertas reglas, como la regla de que los cambios pueden ocurrir sólo en los conceptos del cinturón protector, pero nunca en los conceptos del núcleo principal. El avance de programa de investigación se distingue por cambios de tipo progresivo con respecto al poder predictivo de las teorías en desarrollo, mientras que el estancamiento se distingue por cambios de tipo degenerativo en tal poder predictivo. Es decir, las teorías deben explicar y predecir un número creciente de casos, y no estancarse tan sólo tratando de resolver y dar respuesta a las anomalías emergentes. Si un programa de investigación se estanca se debe abandonar después de darle una oportunidad para que se recupere. Sin embargo, este relato de la Ciencia no ofrece el criterio de cuánto debería esperarse antes de abandonar un programa de investigación.

El relato del anarquismo científico

Paul Feyerabend observó que la creatividad y la imaginación juegan un papel central en el desarrollo de la Ciencia. Tal que cualquier intento por restringir al científico por medio de procedimientos o pasos secuenciales en un método fijo o “universal” es un atentado en contra de la Ciencia. Por lo que la investigación científica efectiva se puede describir como un anarquismo científico, fundada en una epistemología anarquista. En la cual los científicos deben ser oportunistas, creativos, y utilizar cualquier técnica para el descubrimiento y la persuasión. Para Feyerabend la Ciencia es un aspecto adicional dentro de un campo más amplio conocido como: creatividad humana.

El relato anarquista de la Ciencia propone que un científico debe ser un cuestionador más que el seguidor de los hechos observables. Un ejemplo es el tipo de análisis que Galileo hizo para poder crear una categoría diferente de descripción observacional del mundo, una en la cual las descripciones de movimiento aparente fueran compatibles con la hipótesis de Copérnico. No tomó como punto de partida los hechos observables, los cuales estaban en su contra pues la gente de su tiempo tenía los hechos observables como buenas razones por las cuales pensar que la Tierra no se movía, toda su experiencia sensible se los confirmaba. Galileo admiraba profundamente a Copérnico y a otras luminarias semejantes, aquellos que con pura fuerza racional arremetieron en contra de sus propios sentidos tal que prefirieron lo que la razón les decía por encima de lo que la experiencia sensible claramente les mostraba era lo contrario.

La epistemología anarquista desafía a todos los demás relatos de la Ciencia, poniendo en duda el supuesto estatus superior del conocimiento científico sobre otros tipos de conocimiento. Eliminando toda base de presunción, todo sentido de superioridad o arrogancia de la comunidad científica por encima de otras comunidades humanas. Enfatiza la libertad para la búsqueda del conocimiento, pone al mismo nivel a la Ciencia, la astrología, el vudú, la nigromancia, la religión, el misticismo, y tantas otras formas de conocimiento. Probablemente así se le quite a la Ciencia su arrogancia, por la cual la gente común no se le acerca precisamente por esos aíres de superioridad, quizá así se evitará que se tome a la Ciencia como otra forma de religión dogmática, en la cual una elite es quien define los dogmas científicos y los demás los engullen sin cuestionar.

Fuentes bibliográficas

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  7. Educando mentes curiosas. Guy Claxton. A. Machado Libros. ISBN 84-7774-101-8.

  8. Lentes de color o cómo amargarse la vida. Raúl Gutiérrez Sáenz. Editorial Esfinge. ISBN 970-782-144-2.

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  11. El placer de descubrir. Richard P. Feynman. Editorial Crítica. ISBN 84-8432-106-1.

  12. Epistemología general o crítica del conocimiento. Roger Verneaux. Editorial Herder. ISBN 978-842-540-125-1.

  13. Introducción a la Ciencia. Isaac Asimov. Editores Plaza & Janes. ISBN 84-01-48005-1.

  14. Creer, saber, conocer. Luis Villoro. Editores Siglo XXI. ISBN 968-23-1694-4.

  15. El método de las ciencias. Epistemología y darwinismo. Rosaura Ruíz. Francisco J. Ayala. Fondo de cultura económica. ISBN 968-16-5575-3.

  16. Ciencia y acción – una filosofía práctica de la ciencia. Alfredo Marcos. Fondo de cultura económica. ISBN 978-607-16-0166-7.

  17. En defensa de la Ilustración. Immanuel Kant. Editorial Alba. ISBN 84-89846-38-3.

  18. La lógica de la investigación científica. Karl R. Popper. Editorial Tecnos. ISBN 84-309-0711-4.

  19. Conjeturas y refutaciones – el desarrollo del conocimiento científico. Karl R. Popper. Editorial Paidós. ISBN 84-7509-146-6.

  20. Philosophy of science –volume I: From problem to theory. Mario Bunge. Transaction Publishers. ISBN 978-0-7658-0413-6.

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