Seminario de Filosofía

El sentido último de la educación consiste en el desarrollo de tus facultades como persona. El ejercicio filosófico —personal— resulta necesario para dicho desarrollo. Buscar educarse, poniendo límites al error propio, es en sí misma una aportación importante a la sociedad.

Monday, October 18, 2010

Creencia y teoría del conocimiento

Nota:
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Contenido

¿En qué punto vamos?

¿Por qué y para qué una teoría del conocimiento?

¿Dónde está la relevancia de esto?

¿Cuál es la relación con la Lógica?

¿Para qué necesitamos conocimiento?

¿Cuál es el problema con el conocimiento?

¿Es posible conocer?

Dogmatismo

Escepticismo

Subjetivismo y relativismo

Pragmatismo

Criticismo

¿De dónde proviene el conocimiento?

Racionalismo

Empirismo

Intelectualismo

Apriorismo

¿Cuál es la esencia del conocimiento?

Objetivismo

Subjetivismo

Realismo

Idealismo

Fenomenalismo

¿Qué es el concepto y el criterio de la verdad?

¿Cuál es nuestra manera de saber?

Fuentes bibliográficas

¿En qué punto vamos?

La sesión anterior nos convocó a reflexionar sobre algunos rasgos del conocimiento científico y sobre el desarrollo histórico de la investigación científica. El pensamiento científico y sus aplicaciones tecnológicas han provocado gran parte del estado actual de la sociedad, para bien y para mal la Ciencia sostiene a la sociedad actual. Si tenemos preguntas acerca de la realidad física a nuestro alrededor o acerca de nuestro propio organismo biológico, es la Ciencia quien ha justificado tener las mejores respuestas y es a ella a quien debemos recurrir si buscamos conocimiento confiable al respecto. Sin embargo, aun contando todas las respuestas derivadas del pensamiento científico, no se alcanza a responder el torrente de preguntas del insaciable espíritu filosófico presente en el ser humano. ¿Qué hago con mi libertad? ¿Hay un sentido último, general, de la idea de realidad donde esté justificado un mundo sobrenatural? ¿Podrá ser popular la justicia o la equidad? ¿Cuál es la idea del bien y del mal? ¿Qué es la muerte? ¿Es la verdad lo real, o viceversa?, ¿Estamos hablando de dos cosas por separado al decir mente y cuerpo o es la conciencia sólo un efecto de la función cerebral?, etc. El cómo saber dar una respuesta aceptable a estas preguntas es lo que seguirá intentando una teoría del conocimiento, es decir una crítica del conocimiento, un análisis de la pregunta: ¿Cómo saberlo?

La Ciencia aporta respuestas próximas acerca de estos asuntos, el pensamiento filosófico busca respuestas últimas. Filosofar es buscar, es indagar las condiciones por las que nos podemos acercar a tales respuestas últimas. La acción de filosofar desarrolla la conciencia reflexiva, filosofar es una facultad cuyo ejercicio hace posible el progreso en el conocimiento de uno mismo y la edificación de la persona. Así, se llega a ser un humano que quiere, que elige, y no una cosa que sufre, sin voluntad.

Siendo así, se puede entender la invitación que la Filosofía hace al aspirante a la sabiduría, al candidato a sabio, a hacer balance, a la autocrítica, a examinar su estado de conciencia, con calma, sobre lo que en su caminar lo acerca o lo aleja de su meta. El filósofo anhela la sabiduría, la busca, la ama, desea adquirirla, y en eso se distingue del sabio que ya la ha alcanzado. El filósofo está buscando, el sabio ya no busca pues ha llegado y permanece en su meta. El gusto por adquirir conocimiento acerca de mí mismo inaugura el filosofar, pues es la manera para llegar a saber que soy un tipo de persona, que quisiera ser de otro tipo, y mi conciencia reflexiva me permite conocer la brecha entre ambos.

A continuación un breve recorrido por algunas ideas básicas de la reflexión filosófica acerca del conocimiento en general. Se mencionan algunas posiciones de la Filosofía Antigua, la Filosofía Medieval, y la Filosofía Moderna, alentando al lector a tomar, por su propia cuenta, un recorrido más amplio y más profundo de estas épocas sin olvidar a la Filosofía Contemporánea, como lo hemos hecho aquí por motivos de tiempo y espacio.

¿Por qué y para qué una teoría del conocimiento?

¿Dónde está la relevancia de esto?

La Teoría General del Conocimiento, o Gnoseología, es el análisis histórico-filosófico acerca de cómo poder orientar el pensamiento en busca del conocimiento y la verdad. Este filosofar es necesariamente calmo, poco a poco, pues la Filosofía no se aclimata en un espíritu dominado por la prisa. A continuación mencionaremos brevemente algunos rasgos de la búsqueda que el ser humano hace por responder a la pregunta de si se puede saber algo más allá de sus propios pensamientos y, también, qué puede ser esa cosa pensante capaz de evocar pensamientos.

El considerar seriamente el asunto del problema crítico del conocimiento está necesariamente ligado con la pregunta del ser y de la existencia. El inicio de nuestra anterior exposición contiene una breve mención de esto. El intentar conocer una cosa implica el cuestionar, en primer lugar, la existencia de tal cosa. Acerca de la naturaleza de su ser con independencia de nosotros que queremos conocerla. La Ontología General estudia los términos o condiciones por las que un objeto —del cual deseamos adquirir conocimiento— existe por sí mismo, con independencia de la existencia de un sujeto que piense en tal objeto. Pero antes de saltar apresuradamente a concluir sobre la existencia de algo fuera de nuestra propia mente, la Gnoseología propone primero analizar si el ser humano tiene la capacidad de contestar las preguntas acerca de la realidad en la Ontología General. Esta última se ocupa del ser y la existencia mientras que aquella otra se ocupa del conocimiento acerca del conocer. Acerca de la posibilidad del conocimiento, de su origen, y de su esencia.

Un análisis del conocimiento es relevante al cuestionar nuestra capacidad para distinguir entre realidad y apariencia. Si nos detenemos y tomamos el tiempo para pensar calmadamente, podremos caer en cuenta que entre una creencia falsa y el conocimiento de la realidad hay muchas meras opiniones y apariencias de realidad, las cuales pueden ser muy diferentes a la realidad por sí misma. El mito de la caverna que propone Platón es una buena ilustración de esta distinción. Descartes desconfiaba que nuestros sentidos pudiesen ofrecer representaciones exactas de la realidad, pero al menos podemos estar seguros de contar con las apariencias por sí mismas. Aquí reside el problema principal que nos ocupa en Gnoseología, acerca de si la brecha entre realidad y apariencia es insignificante o es un abismo. Quizá conocemos la mera apariencia de las cosas, pero ¿cómo podemos saber si conocemos la realidad detrás de las apariencias?

¿Para qué molestarse con todo esto? ¿No es acaso la realidad algo obvio? ¿No es todo esto una vergonzosa manera de perder el tiempo? Cada cual a lo suyo. Como dice Roberto Mares:

“Ayer, mientras trabajaba en esta compleja edición de la obra de Hessen, se me ocurrió, como una fantasía, preguntar a mi perro ‘Mitzu’ si es posible caminar sin tener una ‘filosofía del andar’; vivir sin una ‘filosofía de la vida’; conocer sin una ‘teoría del conocimiento’... él me miró un poco extrañado y después me sonrió de esa manera peculiar que él tiene de sonreír, como diciendo: ¡para qué te complicas las cosas!...Mírame a mí, yo soy feliz sin una ‘teoría de la felicidad’. Yo preferí dejar así las cosas para no entrar en agrias polémicas que finalmente no traen nada bueno y seguí trabajando con cierto desahogo, porque comprendí que su pensamiento es tan válido y respetable como el mío, pero que sería monstruoso que él se pusiera a leer un libro de filosofía, y yo me vería bastante mal mordiendo las patas de las sillas. Así que cada quién a lo suyo. A nosotros, los humanos, se nos da la filosofía y entonces no queda más remedio que ejercerla; pero no con el ánimo de ofender a nuestros irracionales compañeros, sino porque se nos impone la inteligencia como el fundamento de nuestra manera de vivir, aunque resulte bonito pensar en ‘dejarse fluir’, ‘vivir el momento’, ‘vibrar en el tono del universo’ y expresiones similares que no dejan de ser, también, propuestas del pensamiento consciente: una especie de filosofía, aunque un poco escurridiza y escasamente comprometida con el penoso discurso del pensamiento que busca entender un poco más las cosas de la realidad para provocar un modesto cambio, alguna transformación que nos permita avanzar en el camino del dominio de la naturaleza”...y en el camino del dominio de uno mismo.

¿Cuál es la relación con la Lógica?

En nuestra sesión acerca del pensamiento lógico mencionamos que la Lógica tiene dos partes, enfocadas a dos tipos de razonamiento: la Lógica material para el razonamiento verdadero, y la Lógica formal para el razonamiento correcto. El conocimiento se puede considerar desde dos perspectivas: el contenido y la forma. La Lógica material estudia el contenido o materia del conocimiento, mientras que la Lógica formal se ocupa de la estructura válida en las formas mentales —recordemos que las tres formas mentales tienen una representación intelectual y una expresión lingüística: concepto/palabra, proposición/juicio, y raciocinio/argumento.

También mencionamos que la Lógica y la Teoría del Conocimiento son complementarias, pues esta última ayuda a la Lógica material en establecer las condiciones para las mejores premisas posibles, las condiciones acerca de su verdad o falsedad. Respondiendo la pregunta de cuál puede ser, legítimamente, un punto inicial dentro de una línea de argumentación. De ahí toma su punto de partida el pensamiento correcto tratado por la Lógica formal.

¿Para qué necesitamos conocimiento?

Necesitamos conocimiento para desarrollar nuestra conciencia. Pero para tal desarrollo se requiere entender qué es conocimiento y poder distinguirlo de la mera opinión. Pues del hábito de distinguirlo depende nuestra supervivencia y nuestra orientación en la vida real.

Por la mañana iniciamos con planes de hacer tal o cual cosa, emprendemos el día sin advertir ninguna tragedia, “¡no pasa nada!” decimos. Salimos a la calle, usamos el transporte público o conducimos una camioneta, usamos una computadora, usamos Internet, ofrecemos información personal en redes sociales y utilizamos “descargas” de la red, sin reparar en relación alguna de costo-beneficio. De contar con conocimiento dependerá si podremos cruzar una calle sin ser arrollados por un automóvil, o no quitarle la vida a un imprudente peatón, o evitar ser engañados por un ladrón informático, o perder el control de nuestra computadora por causa de un pirata informático —también conocido popularmente como “hacker”.

El caso de la frase: “Lo que se pone en Internet se queda ahí para siempre”. Por qué se dice eso siendo que puedes eliminar alguna información que hayas publicado. ¿Seguro? Se requiere el conocimiento de los protocolos de teleprocesamiento digital y del vasto número de lugares donde es almacenada la información de dichos protocolos para entonces realmente comprender que la información colocada en una red pública como Internet está literalmente fuera de nuestras manos, y que por tanto poco podemos saber y controlar sobre lo que se haga con ella. De hecho la Humanidad está ante un nuevo fenómeno cuyas ramificaciones no son exactamente conocidas, nuevas posibilidades aparecen en el camino frecuentemente resultado de la propia exploración del fenómeno Internet, y por los efectos de su naturaleza emergente. Estamos ante una revolución de la información, una revolución intelectual donde el quehacer recreativo y productivo requiere más que nunca el desarrollo de las facultades cognoscentes en quienes pretendan aportar para sí y para su prójimo.

El caso de la seguridad informática, la cual posee una serie de diferentes estratos y se basa en una estrategia que consiste en asegurar un bien por medio de un equilibrio o contrapartida —en inglés tradeoff— entre el costo de violar el esquema de seguridad y el potencial valor del bien protegido. La estrategia asume que el ladrón pensará en ese equilibrio, en lo que tiene que sacrificar por obtener el bien deseado, por ejemplo al intentar penetrar un protocolo de seguridad en Internet conocido como HTTPS, y que el ladrón desistirá en su intento pues no le resultará un saldo positivo, es decir, es muy caro penetrar tal protocolo y el beneficio obtenido suele no ser superior al costo. La estrategia funciona bajo el supuesto donde el valor económico es la motivación principal del ladrón. Sin embargo, tal estrategia tiene una debilidad ante otros posibles motivos. Por ejemplo el fervor por el conocimiento, el cual puede ser un motivo de mucha mayor potencia que el mero valor económico. El desafío incitado por el querer conocer, por el saberse conocedor de lo que supuestamente no se podía o no se debía conocer. Ante tal fuerza motivadora la contrapartida basada en el valor económico resulta irrelevante. Transfiriendo esto a la esfera social, las organizaciones se equivocan pensando que el dinero es el mayor aliciente para incentivar a las personas. Tal vez es el más cómodo o el más popular o el más pueril, pero no es el de mayor potencia. La curiosidad o el gusto por el conocimiento suelen ser de mucho mayor empuje. El recorrido de la Ciencia puede dar cuenta de ello.

El caso de las afirmaciones provenientes del conocimiento científico, que con frecuencia son motivo de asombro pues revelan aspectos precisos y extraordinarios de la Naturaleza; por ejemplo, las dimensiones de las estrellas de mayor tamaño descubiertas a la fecha. ¿Cómo lo saben? ¿Cómo saben que VY Canis Majoris es de tan gigantesco tamaño? ¿Acaso alguien ha viajado allá para tomar sus medidas? ¿No es acaso algo imposible de conocer? ¿En qué basan semejante afirmación? Cuestionarse seriamente las afirmaciones del conocimiento científico conlleva el beneficio de llegar a entender la manera científica de adquirir conocimiento confiable, y cómo éste se diferencia de la mera opinión o de cualquier otra afirmación especulativa. Es cierto que nadie ha viajado tan lejos para “medir” a esos colosales astros, pero también es cierto que tales astros emiten radiación electromagnética que podemos someter a diferentes mediciones contrastables con la de otros astros vecinos y, gracias al pensamiento deductivo y matemático, la afirmación de su tamaño puede contar con un soporte sólido. No es menos sorprendente considerar que lo que vemos de las estrellas es su historia ancestral pues, por ejemplo, la luz que nos llega hoy desde la mayor estrella conocida partió de su origen hace cinco mil años, durante los cuales dicha luz ha viajado a razón de 300,000 kilómetros por cada segundo de esos cinco mil años.

El caso de las afirmaciones provenientes de la filosofía especulativa, o de la Teología, o del sentido común, o de otros saberes diferentes al conocimiento científico del mundo material, implica también un examen de su soporte antes de depositar algún grado de creencia sobre dichas afirmaciones. Dudar y cuestionar también son necesarios para llegar a otorgar algún crédito a aquello que no sea conocimiento científico. Afirmar saber el futuro con base en la lectura de huesos o de cartas o de residuos de café, o saber lo que una deidad piensa o siente con base en la lectura de algún texto bíblico o religioso, son afirmaciones descomunalmente presuntuosas, son afirmaciones que presumen desenfrenadamente e intentan llegar demasiado lejos, más allá de lo que puedan presentar como soporte. No han faltado quienes, a pesar de la carencia de soporte a tales afirmaciones, crean ciegamente en ellas, y digan que hacerlo es algo positivo. Sin embargo, tal certeza inarticulada no justifica una creencia sostenible y sólo una creencia sostenible justifica decir que sabemos algo. Por lo que es preferible sustituir tal certidumbre inarticulada por una incertidumbre articulada pues conlleva o la posibilidad de formar el soporte ausente o la decisión de enfocar la atención en otros aspectos más relevantes para la adquisición de conocimiento y el desarrollo de la conciencia.

Parte de ser adulto es actuar tomando riesgos y sin la absoluta certeza de que todo saldrá bien. Pero eso no es lo mismo que afirmar “¡no pasa nada!” al salir a la calle pues muchas personas hoy mismo perdieron la vida en la calle sin tenerlo contemplado. ¿Cómo sabe que no pasa nada? Es una pregunta gnoseológica que busca un soporte para tal afirmación, al no tenerlo entonces nada la sostiene y en realidad no lo sabe. No lo sabe y tal afirmación, expresada con una confianza ciega, no está justificada. Un estado inconsciente y desinformado nos hace mentirnos a nosotros mismos, preferimos una especie de desmayo gnoseológico donde el mundo real desaparece y no tenemos que enfrentarnos a ese atemorizante mundo real, donde realmente no sabemos. Preferimos permanecer en un mundo donde tenemos el control y sabemos cosas con certeza, que nos dan seguridad y confianza en el porvenir. Ese mundo aparenta ser muy “práctico” pero tan sólo es un disimulo de la falta de conciencia, de la dulce ignorancia y del muy conveniente estado desinformado. Sin embargo, un estado desinformado, un estado de ignorancia, no es un estado de inocencia. Precisamente ese estado de inconciencia y esa pobre actitud hacia el conocimiento es parte de la causa raíz de las situaciones negativas en nuestra sociedad actual. Parte de la edad adulta es tener plena conciencia de la fragilidad de la vida, de la facilidad con la que puede cambiar el rumbo de la vida de un momento a otro.

“Recuerdo caminar con Ria cuando estábamos comprometidos –fue cerca de la Estación Central de Ámsterdam– cuando le expliqué que yo quería vivir contento y feliz con mis ojos completamente abiertos, sin mentirme a mí mismo en la creencia de que vivimos en un mundo rosado: ser feliz de estar vivo en pleno conocimiento de toda miseria, incluida la propia” —Edsger W. Dijkstra

Sin importar lo que hagamos no será posible obtener conocimiento acerca de todo, tener respuestas para todo. Tengo una inteligencia limitada y un tiempo de vida limitado, por lo que es provechoso utilizar esa inteligencia y ese tiempo en direcciones específicas conforme a nuestro ser.

“Puedo vivir con la duda y con la incertidumbre de no saber, creo que es más interesante vivir sin saber que tener respuestas que pueden estar equivocadas. Tengo respuestas aproximadas, creencias posibles, y diferentes grados de certeza sobre distintas cosas, pero no estoy absolutamente seguro de nada y de muchas cosas no sé nada. No tengo que tener una respuesta, no me siento atemorizado por no saber cosas ni por estar perdido en el misterioso universo sin tener propósito” —Richard P. Feynman

¿Cuál es el problema con el conocimiento?

El problema inicia al preguntar cómo la inteligencia humana puede entender los secretos de la realidad y de la existencia. Primero se impone entender esta cuestión antes de tratar de entender los secretos de la realidad pues es a través de la inteligencia que conocemos todo lo demás. El origen del Universo, el funcionamiento de la mente y la conciencia, el portento de la diversa vida en la Tierra, el cerebro, la enorme vida interior del ser humano, el amor, la solidaridad, el talento artístico, la compasión, el ingenio humano, el sufrimiento incoherente, la capacidad imaginativa, etc., se nos presentan como imponentes secretos de la realidad al tratar de entenderlos y darles explicaciones satisfactorias. Entonces, ante de siquiera pensar en entender la realidad, necesitamos estudiar primero cómo podemos acceder a ella.

Poder decir: esto es tal cosa, aquello es tal otra, parece ser de lo más evidente y ordinario en la vida psicológica pero al contemplarlo con detenimiento surgen una serie de problemas que lo hacen convertirse en un asunto muy profundo. Parto desde mi estado consciente, sé que soy al encontrarme teniendo pensamientos. Parto desde mi vida interior. Podría carecer del sentido de la vista o del oído, y todavía ser. Perder el tacto en alguna parte del cuerpo o en su totalidad, carecer del olfato y del gusto, no implica dejar de ser. Luego viene el asunto de la relación de mi conciencia con el mundo físico exterior, el estar en el mundo exterior. Lo que hay en el mundo exterior es adquirido por mi conciencia por medio de las imágenes sensibles provenientes de mis sentidos corporales. El mundo exterior no tiene manera de presentarse por sí mismo ante mi conciencia, el mundo exterior no entra directamente y se deposita por sí solo en mi conciencia, sino que su adquisición depende de una posición activa por parte de mi conciencia para formar algo a partir de lo que proviene de mis sentidos.

Mi conciencia, como sujeto individual, entra en algún tipo de relación con los objetos en el mundo exterior. Esta relación es el resultado de un proceso de adquisición del objeto por parte del sujeto, pero en tal proceso el objeto, su substancia en sí, no carece de participación activa pues las propiedades de tal substancia también determinan su relación con el sujeto. Al tomar agua fresca no es sólo el sentido del gusto en el sujeto el determinante de la frescura sino que depende si la substancia en sí del objeto posee tal propiedad. Sin embargo, ocurren muchos otros detalles en el proceso de adquisición de las propiedades de los objetos externos, y dar un salto para concluir que tales propiedades provienen directamente de la substancia en sí de los objetos, y que por tanto se justifica la afirmación de que conocemos los objetos externos de forma directa, es un salto enorme e incongruente con un análisis filosófico serio. Esos análisis son parte de su propio indagar, amable lector, a partir de esta introducción a la Filosofía. A lo que han llegado los filósofos es a una diversidad de posiciones a partir de las cuales se proponen posibles soluciones a la cuestión de la posibilidad de tener acceso a la substancia en sí de los objetos del mundo exterior.

El conocimiento es una relación tripartita entre el sujeto cognoscente, la imagen mental formada por adquisición, y el objeto conocido. La relación es una correspondencia recíproca, una correlación, donde el sujeto lo es para su objeto, pero no a la inversa; es decir, en una adquisición dada el objeto no puede ser sujeto, y a la inversa. Esto persiste aun cuando la conciencia reflexiva se da vuelta sobre sí para hacer adquisición de uno mismo como objeto, para saber de mí, para la construcción del yo, para conocerme con un poco más de precisión y exactitud que antes de la autorreflexión del ahora.

El conocimiento es también una mezcla de conocimiento sensorial y conocimiento intelectual —son las representaciones internas mencionadas en Lógica— por los que conocemos tanto objetos reales como objetos ideales. Un objeto real es todo aquello proveniente de la experiencia interna —e.g., emociones— o externa, o que se pueda inferir de ella. Los objetos ideales son los puramente pensados, como los objetos de las matemáticas. Decir que tenemos conocimiento acerca de cualquiera de estos tipos de objetos implica referirse a un objeto que permanece independiente de la conciencia cognoscente, es decir que el objeto es trascendente con respecto al sujeto —de otra manera no estaríamos hablando de conocimiento sino de alucinación—.

El concepto de verdad se relaciona estrechamente con el concepto de conocimiento. No hay tal cosa como “conocimiento falso”, eso no es propiamente conocimiento sino error o ilusión.

Verdadero conocimiento es tan sólo el conocimiento verdadero

Pero, ¿qué significa el concepto de verdad? Hasta este punto, implica la concordancia de la imagen con el objeto, la correspondencia entre la imagen mental formada por adquisición y el objeto conocido. Pero ¿sobre qué basamos la posible certeza de dicha concordancia? ¿Qué sostiene la afirmación de la existencia real del objeto? Pues hasta ahora tan sólo hemos señalado algunos rasgos del fenómeno del conocimiento, es decir desde una perspectiva fenomenológica, pero la Fenomenología no dice nada acerca de la existencia real de los objetos, tan sólo estudia la manera en que los fenómenos se presentan ante la conciencia. Por lo que una teoría del conocimiento debe incluir una posición acerca del criterio de la verdad.

Por los elementos individuales en la relación tripartida del conocimiento se ha preguntado a la Psicología por el lado del sujeto, a la Lógica por la imagen mental, y a la Ontología por el lado del objeto. Las respuestas no han resultado satisfactorias pues se centran en perspectivas parciales conocidas como el psicologismo, el logicismo, y el ontologismo, respectivamente, sin ofrecer respuestas congruentes con lo planteado en el fenómeno del conocimiento. Así, la Gnoseología se hace una disciplina filosófica independiente con su propio objeto formal de estudio.

En términos generales, los problemas del conocimiento son cinco: (1) ¿es posible esa relación tripartida por la que el sujeto adquiere al objeto? Es el problema de la posibilidad del conocimiento. (2) A partir de la posibilidad y dado que contamos con representaciones tanto intelectuales como sensoriales, ¿de dónde provienen el conocimiento, es la razón o es la experiencia la fuente principal del conocimiento para la conciencia cognoscente? Es el problema del origen del conocimiento. (3) En la relación tripartida del conocimiento cada elemento puede ser el agente activo de la relación, quien determina a los demás en la relación, ¿cuál perspectiva es la correcta, cuál de los elementos es el agente activo en la relación? Es el problema de la esencia del conocimiento. (4) El conocimiento racional suele ocupar gran parte de la atención en el discurso pero también en el fenómeno humano del conocimiento aparece un sentido de intuición profunda, el conocimiento intuitivo. Es el problema de las formas del conocimiento humano. (5) ¿Es posible sustentar la certeza de verdad de un conocimiento? ¿Qué da el soporte para la concordancia con la existencia real del objeto fuera del sujeto? Es el problema del criterio de la verdad.

El panorama de estudio a la fecha en Gnoseología no es tan simple como para decir que sólo hay un problema del conocimiento, pues a lo largo del tiempo los filósofos han debatido intensamente el tema y los análisis, rebates, y réplicas forman toda una provincia muy poblada de estudio. Hay diferentes tipos de conocimiento y el filósofo encuentra en ellos múltiples problemas. Además, conforme la Humanidad avanza en experiencias y la información científica nueva por analizar está cada vez más al alcance de nuevos filósofos, éstos tienen oportunidad de formarse una vista cada vez más amplia sobre la cual cimentar nuevos e inéditos análisis. Una dedicada lectura para entendimiento es indispensable para penetrar en lo que algunas veces son densos argumentos. La crítica del conocimiento es entonces un tratado que aún no está terminado. El conocimiento humano es mucho más amplio y complejo que lo revelado hasta ahora por el análisis filosófico, es una mezcla no sólo de los sentidos y de la razón sino también de las emociones y los sentimientos. La búsqueda de la verdad es rica, es intensa y abundante, no carece de un carácter elusivo por el cual hasta la posición filosófica más segura y presuntuosa de una época corre el riesgo de sucumbir en rotundo ridículo ante la majestuosa fuerza y complejidad de la realidad. Ante lo cual es prudente mejor tomar nota y continuar con esmero el buscar entenderla.

A continuación se mencionan algunas de las diversas propuestas de solución a los problemas del conocimiento. Dentro de las cuales es común encontrar una amplia gama de énfasis, peculiaridades y matices que reflejan simplemente la diversidad de perspectivas con la que el ser humano puede considerar un determinado asunto.

Cada mención a continuación será brevísima, no se proporciona —por mucho— una justa presentación de los argumentos a favor de cada posición filosófica debido a que hacerlo saldría del alcance de este seminario introductorio. Pero cabe mencionar que, por más que estás posturas no coincidan con su ser y su manera de saber, amable lector, las diversas posiciones filosóficas mencionadas no han sido disparates de gente estúpida o extraviada en su pensar, por el contrario. Un grave tropiezo sería no tomar en serio el fondo y el contexto de las diversas argumentaciones históricas, cuyo análisis y contrastación pospondremos para una mejor ocasión.

¿Es posible conocer?

Dogmatismo

La palabra dogmatismo proviene de una palabra griega que significa: yo afirmo.

¿Es posible lograr el conocimiento de algo? El dogmatismo contesta un sí rotundo, si están provistas determinadas condiciones. Si tales condiciones no están provistas entonces se acepta a la duda como la única posición racional de la conciencia. Esta es la posición del dogmatismo moderado o también llamado dogmatismo racional.

El dogmatismo moderado es una posición filosófica que se puede adoptar temporalmente, de manera provisional, de hecho lo hacemos para lo que no está bajo examen crítico en ese momento, a manera de andamio para avanzar en el análisis de algún otro aspecto de un asunto. Pero con la promesa de regresar más tarde a revisar lo asumido dogmáticamente.

El dogmatismo exagerado afirma que el sujeto, por medio de la pura razón, adquiere completa, adecuada y perfectamente al objeto sin lugar a dudas, y que tal aprehensión incluye la realidad de la existencia del objeto, y por tanto la certeza de su verdad es absoluta. Por lo que para este tipo de dogmatismo no existe ninguno de los problemas del conocimiento —corresponde al lector evaluar para sí mismo el nivel de presunción en tales afirmaciones.

Dependiendo en cuál área del conocimiento se adopte esta posición y con cuánto énfasis se dogmatice una determinada afirmación se puede hablar de dogmatismo teórico, ético, religioso, etc. Lo mismo aplica para cualquiera de las siguientes posiciones en adelante.

El dogmatismo filosófico no tiene relación con la aceptación de una verdad por el hecho de sernos impuesta por una autoridad superior, esto último es el significado teológico del dogmatismo.

Escepticismo

La palabra escepticismo proviene de una palabra griega que significa: yo examino.

¿Es posible lograr el conocimiento de algo? El escepticismo radical contesta un no rotundo. Pero al hacerlo, al afirmar saber que no se puede lograr conocimiento alguno, entonces está negando saber al menos eso. Por lo que cae en contradicción. Mientras que el dogmatismo exagerado excluye la acción del sujeto en el fenómeno del conocimiento, el escepticismo radical excluye por completo la posibilidad del objeto. El escepticismo radical se abstiene de hacer juicio alguno pues no existe ningún objeto al cual aplicar dicho juicio —corresponde al lector evaluar para sí mismo el nivel de presunción en tales afirmaciones, también aquí y en cada caso posterior.

El escepticismo metódico propone que tenemos que dudar de todo a fin de llegar a la verdad, lo propuso René Descartes y es parte de la posición por la que ahora existe la Ciencia.

El escepticismo metafísico o positivismo propone que el conocimiento especulativo de la metafísica es imposible pues el único conocimiento es el experimental. Es la postura iniciada por Augusto Comte.

El historicismo, otro tipo de escepticismo, propone que la verdad y el conocimiento dependen por completo de su época histórica, el conocimiento sólo vale en el ciclo cultural al que pertenece.

El escepticismo parcial propone que no es posible un conocimiento exacto, no es posible la certeza de concordancia con la realidad, no es posible decir si una proposición es verdadera, tan sólo podemos afirmar que es probable, no hay certeza rigurosa, sólo probabilidad.

Subjetivismo y relativismo

El subjetivismo individual propone que la persona sólo puede tener conocimiento de lo que experimenta directamente, es decir, concede primacía a la experiencia subjetiva como fundamente de todo conocimiento; en una forma extrema puede sostener que la naturaleza y la existencia de cada objeto dependen únicamente de la conciencia subjetiva de quien lo experimenta. Un subjetivismo general afirma que puede existir conocimiento compartido por toda una sociedad o la raza humana completa, pero no hay conocimiento universal válido para seres organizados de una manera diferente, o válido para otras especies diferentes a la humana.

El relativismo propone que la realidad carece de sustrato permanente y consiste en la relación circunstancial de fenómenos particulares, por lo cual el conocimiento sobre conceptos tales como el derecho y la injusticia, la bondad y la maldad, o la verdad y la falsedad no son absolutos, sino cambian de una cultura a otra, de situación en situación.

Pragmatismo

La palabra pragmatismo proviene de una palabra griega que significa: acción.

El pragmatismo o escepticismo pragmático propone que un conocimiento es verdadero únicamente cuando funciona, es decir cuando logra algo. Propone que verdadero significa útil, provechoso.

Al igual que el escepticismo, el pragmatismo abandona el concepto de la verdad en el sentido de la concordancia entre el ser y el pensamiento. Pero a diferencia del escepticismo, avanza proponiendo un nuevo significado para la verdad: la congruencia entre los fines prácticos y los pensamientos, toda vez que estos se remitan en un beneficio para la conducta práctica del hombre. Para el pragmatismo la persona no es primariamente un ser pensante sino un ser práctico. El intelecto le es dado al ser humano, no para indagar y conocer la verdad, sino para servir a sus cualidades de voluntad y acción, para moverse en la realidad, y no para que estas cualidades sirvan al intelecto.

Criticismo

El criticismo o realismo crítico se propone como aquel método de filosofar que consiste en investigar las fuentes de las propias afirmaciones y objeciones, y las razones en que las mismas se basan, método que da la esperanza de llegar a la certeza.

El criticismo reconoce que el conocimiento sensorial no es totalmente adecuado, también reconoce que su confianza en la razón no es absoluta, por lo tanto desconfía de las afirmaciones provenientes de la pura razón, le pide cuentas y nada acepta porque sí. No es dogmático ni escéptico, sino que su actitud es reflexiva y crítica. El criticismo representa la síntesis entre la tesis y antítesis del empirismo y el racionalismo. El criticismo se presenta como algo maduro en comparación con las posiciones anteriores: El primer paso en las cosas de la razón pura, el que caracteriza la infancia de la misma, es dogmático. El segundo paso es escéptico y atestigua la prudencia del juicio ya instruido por la experiencia. Pero es necesario un tercer paso, el del juicio maduro y viril.

¿De dónde proviene el conocimiento?

La expresión lingüística “el Sol calienta la arena de la playa” es una proposición que expresa un juicio, ¿cómo llegamos a tal conclusión? El uso de los sentidos juega un papel importante, pero en nuestra proposición no sólo hay elementos provenientes de la experiencia. También contiene una relación entre procesos, algo que nos permite hacer la conexión entre un suceso antes que otro, una conexión causal. Nuestro ejemplo de juicio contiene tanto elementos de la experiencia como elementos del raciocinio. ¿Cuál es más fundamental, cuál representa el origen del conocimiento?

Racionalismo

El racionalismo propone a la razón humana como la base omnipotente e independiente del origen del conocimiento; por lo que la experiencia no es necesaria para obtener conocimiento, según los racionalistas.

Lo atractivo del pensamiento matemático, con su sorprendente precisión y exactitud proveniente del método deductivo de razonamiento, cautivó a los racionalistas de tal manera que les hizo despreciar a la experiencia como fuente de conocimiento. Concluyeron que sólo la razón puede brindar conocimiento mientras que la experiencia sensible tan sólo puede llegar a expeler meras opiniones. Debido al carácter universal y necesario del conocimiento matemático concluyeron que lo proveniente de la experiencia sensorial, siempre particular y contingente, no podría sostener ninguna verdad y por lo tanto no era conocimiento, por lo que no podría ser otra cosa que una mera opinión.

El racionalismo mantiene una relación muy cercana con el dogmatismo —en particular con el dogmatismo religioso y metafísico— al sostener la posibilidad de conocer la existencia real de nociones puramente conceptuales, sin ningún rasgo experimental. Afirmaron que desde su nacimiento el ser humano posee conceptos congénitos, ideas innatas que no proceden de la experiencia. La teología dogmática, que se funda en la filosofía racionalista, armonizó muy bien con esta posición filosófica para fundar sus posiciones teológicas.

Empirismo

La palabra empirismo proviene de una palabra griega que significa: experiencia.

El empirismo es la antítesis del racionalismo. El empirismo propone a la experiencia como el origen único del conocimiento, el conocimiento procede del contacto directo con la realidad, según esta posición. El ser humano no cuenta con ideas a priori, al nacer está vacío por completo en el sentido intelectual, es como una hoja en blanco, una tabula rasa, sobre la cual es la experiencia quien empieza a escribir. Incluso los conceptos más generales y abstractos proceden de la experiencia, pues la razón tan sólo es la facultad de ordenar y combinar los datos de la experiencia.

El contexto de la época, los excesos del racionalismo, dieron lugar a su antípoda que es el empirismo. Además, así como los racionalistas se inspiraron por contemplar las matemáticas, así también los empiristas se inspiraron por examinar y admirar los notables avances de las ciencias naturales, donde la experiencia y la observación directa juegan un papel predominante.

El empirismo mantiene una relación muy cercana con el escepticismo —en particular con el escepticismo metafísico— al sostener que todo conocimiento procede de la experiencia, sin ningún rasgo racional. Afirmaron que el conocimiento humano está centrado por naturaleza ente los límites del mundo empírico y que por lo tanto el conocimiento suprasensible es imposible. Así se explica la postura escéptica de los empiristas frente a las especulaciones metafísicas.

Intelectualismo

La palabra intelectualismo proviene de una palabra latina que significa: leer interiormente.

El intelectualismo propone que ambos aspectos, la razón y la experiencia, intervienen en la formación del conocimiento, que sí es posible hacer juicios generales y necesarios cuyo fundamento no sólo sean objetos ideales, de la pura razón, sino también objetos reales, de la experiencia. Aunque su principal axioma es: no hay nada en el intelecto que no haya estado antes en los sentidos, su diferencia con el empirismo consiste en afirmar que, además de las representaciones sensibles, sí están presentes los conceptos de manera innata y en combinación con la experiencia forman la base del conocimiento.

El intelectualismo es una propuesta para mediar el intenso antagonismo entre el racionalismo y el empirismo. Sin embargo, esta posición gnoseológica ha sido desarrollada desde Aristóteles, quien desde entonces buscó una síntesis entre el racionalismo y el empirismo. Tomando la noción metafísica del Mundo de las Ideas de su maestro Platón la trasladó hacia el interior de los objetos, como la forma esencial o núcleo racional de las cosas, las cuales están envueltas por un conjunto de propiedades empíricas. En el escolasticismo de la Edad Media, basándose en el trabajo de Aristóteles, Tomás de Aquino declara que el conocimiento de los principios se nos da por medio de la experiencia.

Apriorismo

El apriorismo es otro intento de mediación entre el racionalismo y el empirismo, pero en sentido contrario al del intelectualismo, mientras que este último tiende al empirismo aquel primero tiende al racionalismo. El apriorismo también considera tanto a la razón como a la experiencia como fuentes del conocimiento, pero como el racionalismo enfatiza la presencia de elementos a priori, es decir antes de la experiencia, en nuestra manera de conocer. Su diferencia con el racionalismo consiste en afirmar que las conceptualizaciones a priori son estructuras o formas de conocimiento pero permanecen “vacías” mientras no sean “llenadas” por medio de la experiencia. Uno de sus principios fundamentales dice: Los conceptos desprovistos de las intuiciones están vacíos; las intuiciones son ciegas sin los conceptos.

Tal concepto del apriorismo aparenta coincidir con el intelectualismo aristotélico-escolástico, pero la relación entre la razón y la experiencia es por completo diferente. Mientras que el intelectualismo afirma que todos los conceptos derivan de la experiencia, el apriorismo rechaza esta afirmación y considerar justo lo contrario, que los conceptos a priori no provienen de la experiencia sino que son de índole racional. Immanuel Kant es considerado el fundador del apriorismo pues su filosofía se caracteriza por la síntesis entre racionalismo y empirismo, en la cual el conocimiento procede de la experiencia pero el orden proviene del pensamiento racional. Con la experiencia obtenemos representaciones sensibles sin un orden que les dé congruencia, es a través de la razón que tal caos desaparece por medio de las doce estructuras o formas o categorías del pensamiento propuestas por Kant. Por ejemplo al relacionar dos experiencias mediante la categoría de la causalidad, considerando a un hecho como causa y a otro como efecto, estableciendo entre ellos una relación causal.

La conciencia cognoscente, explica el apriorismo, elabora de esta manera el conjunto de sus objetos, sí con base en la experiencia, pero con las estructuras o categorías propias de la razón. Las cuales están presentes de forma inherente a la razón, se encuentran a priori en la razón, es decir, estas categorías no se derivan de la experiencia.

¿Cuál es la esencia del conocimiento?

La propuesta hasta este punto ha sido que el conocimiento es una relación entre el sujeto y el objeto, por lo que la esencial fundamental del conocimiento se observará al discernir los detalles de tal relación. ¿Cuál es el agente activo en tal relación? Está el caso en que el conocimiento se presente a la conciencia como una determinación del sujeto por parte del objeto, pero es necesario considerar que lo correcto sea el caso opuesto, que el objeto sea determinado por el sujeto. ¿Cuál planteamiento o combinación de planteamientos refleja lo que ocurre durante la adquisición de conocimiento?

Los análisis han sido hechos desde diferentes perspectivas. Existen análisis pre-ontológicos, es decir pre-metafísicos, donde no se dice nada acerca del carácter ontológico del sujeto y el objeto, es decir de su existencia trascendental o su permanencia independiente del uno con respecto del otro. Dichos análisis se llaman objetivistas si presentan un punto de vista favorable al objeto, o se llaman subjetivistas en el caso contrario —en un sentido diferente a la posición subjetivista de posibilidad del conocimiento anteriormente mencionada.

Por otro lado, si se considera el carácter ontológico del sujeto y el objeto, entonces contamos con análisis donde se admite la existencia de todos los objetos como entes ideales, es decir puramente mentales, con lo cual estamos en el terreno del idealismo. En la otra dirección contamos, también, con análisis que juzgan que, además de los objetos ideales, existen objetos reales y entramos en el terreno del realismo. A partir de esas posiciones básicas suelen derivarse una variedad de corrientes críticas.

Otra manera de proponer soluciones a la cuestión del sujeto y el objeto es encumbrándose al principio último de todas las cosas, a una idea de lo absoluto, para definir desde ahí la relación entre el pensamiento y el ser. Los análisis de este tipo entran en el terreno de la Teología, mismo que abordaremos en una sesión posterior acerca de la Filosofía de la Religión durante este seminario.

Objetivismo

En Gnoseología, y sin decir nada acerca de la existencia trascendental del sujeto y el objeto, el objetivismo afirma que, en la relación sujeto cognoscente y objeto conocido, el objeto es el que determina al sujeto, que el objeto se presenta a la conciencia como algo acabado, ya definido, y por lo tanto el sujeto recibe de manera pasiva, sin aportar nada, las propiedades del objeto.

Platón fue quien primero propuso que las esencias, la más abstracta concepción de los objetos, permanecen en un estrato suprasensible. Tal estrato contiene la esencia del objeto o substancia real. Desde ahí los objetos proyectan su esencia al mundo sensible. Por medio de la percepción es que captamos tales esencias en el mundo sensible, mientras que la substancia del mundo suprasensible sólo puede ser descubierta por un proceso no sensible de abstracción.

Los elementos básicos de la teoría de Platón se recogen actualmente en la Fenomenología de Edmundo Husserl, la cual se relaciona con disciplinas como las hermenéuticas filosóficas de Martin Heidegger y Hans-Georg Gadamer, y fundan a la hermenéutica bíblica contemporánea. Sin embargo, la Fenomenología no va tan lejos como la teoría platónica. Husserl recupera el estrato suprasensible que contiene a la esencia de los objetos y ahí se detiene, como final del camino; en tanto que Platón avanza incluso hasta atribuir un carácter metafísico a las esencias. La Fenomenología se limita a estudiar y describir el fenómeno del conocimiento humano, sin decir nada acerca del criterio de verdad o de la existencia real de lo descrito. Para el fenomenismo sólo importa la manera en que los fenómenos se presentan ante la conciencia, es decir sólo importan las apariencias sin considerar aquello que causa tales apariencias. El fenomenismo ontológico dice que sólo existen fenómenos, el fenomenismo epistemológico dice que sólo podemos conocer los fenómenos, no podemos conocer los noúmenos, es decir las substancias que producen las apariencias.

Subjetivismo

En Gnoseología, y sin decir nada acerca de la existencia trascendental del sujeto y el objeto, el subjetivismo afirma que, en la relación sujeto cognoscente y objeto conocido, el sujeto es el que determina al objeto, que en el sujeto reside todo el conjunto de principios del conocimiento y que del sujeto depende la verdad del mismo, y por lo tanto el objeto es pasivo en la adquisición de sus propiedades por parte del sujeto.

Al contrastar vemos que para el objetivismo el objeto es el núcleo de todo conocimiento, el estrato objetivo de las esencias es la base sobre la que descansa toda la estructura del conocimiento. En el lado opuesto, el subjetivismo afirma que el estrato de las esencias está en el sujeto mismo pues su acción cognoscente sustenta al objeto. La verdad ya no se fundamenta en el mundo de las esencias suprasensibles, sino en la conciencia del sujeto.

Es importante precisar que esta posición filosófica propone una interpretación particular de sujeto, no como un sujeto individual y concreto, sino como un sujeto de índole superior o suprema. Por lo que, según esta posición, la llave hacia el conocimiento ya no es enfrentarse directamente ante el mundo de los objetos sino conectarse con tal sujeto supremo. El desarrollo del pensamiento neoplatónico en la antigüedad, a partir del filósofo Plotino, ha propuesto lo que en ocasiones se ha dado en llamar el dios de los filósofos. El cual suele ser el referente que este subjetivismo hace de aquel sujeto supremo. Luego, la Escolástica de la Edad Media, con los clérigos Agustín de Hipona, Tomás de Aquino, y más tarde el idealismo del obispo George Berkeley, hizo coincidir tal interpretación con las nociones de la fe religiosa. El escolasticismo de la Edad Media suele interpretarse como el uso de la Filosofía para defender a la fe religiosa, en particular usando partes del pensamiento aristotélico y el pensamiento neoplatónico. Sin embargo, la amplia adopción de la argumentación racional y la notable actitud filosófica por parte de los campeones escolásticos hacen pensar justo lo contrario, que la fe religiosa fue usada para defender al ejercicio filosófico. La fe religiosa durante la Edad Media dominaba por completo el panorama y las personas crecían adoptando la fe religiosa como parte de su normalidad. Por lo que la Escolástica no necesitaba defender a la religión con la Filosofía, no necesitaba recurrir a la Filosofía para persuadir a las personas y entonces adoptaran la fe religiosa. La Escolástica implicó una adopción de la Filosofía por quienes tenían acceso a ella en la Edad Media, y se valieron de la fe religiosa para justificar tal adopción.

Realismo

En Gnoseología, y haciendo una afirmación acerca de la existencia trascendental del sujeto y el objeto, el realismo afirma que el objeto existe en la realidad y de manera independiente de la conciencia cognoscente, y es el objeto el que determina sus propiedades en el sujeto.

El realismo ingenuo es el realismo del sentido común o acrítico, el cual no conlleva ninguna reflexión crítica acerca del conocimiento, es aquella posición en la cual no existe ningún problema en el conocimiento, ni en la relación del sujeto y el objeto. Tampoco hace distinción alguna entre la percepción, como objeto de la conciencia —la imagen mental—, y el objeto percibido. Mantiene la creencia, con completa convicción, que las cosas son exactamente como las percibe. Ignora que las cosas no son dadas en sí mismas sino sólo como contenidos de la percepción. Identifica la imagen mental con los objetos y se precipita al atribuir a estos las propiedades de aquella.

El realismo natural distingue por separado el contenido de la percepción y el objeto, sin embargo afirma que los objetos corresponden exactamente a los contenidos de la percepción. Para el realismo natural resultaría una tontería suponer la idea de que la sangre no fuese roja o que la azúcar no fuese, realmente, dulce.

El realismo crítico afirma que no todas las propiedades presentes en el contenido de la percepción están en el objeto. Las propiedades percibidas del objeto pueden ser subjetivas —es decir dependen de la conciencia— y surgir como resultado de estímulos externos sobre los órganos de nuestros sentidos que son interpretados como reales por la misma conciencia, pero sin serlo. Adicionalmente, el realismo crítico afirma que el objeto puede poseer elementos causales por los cuales se explique la aparición de las propiedades en la percepción.

Idealismo

En Gnoseología, y haciendo una afirmación acerca de la existencia trascendental del sujeto y el objeto, el idealismo afirma que el objeto no existe por sí mismo, independiente de la conciencia cognoscente y que por lo tanto sólo existen los objetos de la conciencia, como las imágenes mentales y los sentimientos, y los objetos ideales propios de la lógica y las matemáticas.

El idealismo subjetivo, también llamado idealismo psicológico, afirma que toda la realidad se encuentra encerrada en la conciencia del sujeto, que los objetos al dejar de ser percibidos dejan de existir. El vaso con agua en mis manos no es más que un conjunto de sensaciones visuales y táctiles. Un golpe sobre la mesa no prueba nada más que la capacidad de nuestra conciencia para procesar sensaciones táctiles y auditivas.

Hay un idealismo objetivo, también llamado idealismo lógico, cuya postura no me ha quedado clara a la fecha y su investigación ha tomado un boleto y un lugar en la fila de asuntos que tengo por aclararme a mí mismo, cuando le llegue su turno retomaré el punto. Disculpe usted, amable lector.

En compensación, a continuación presento algunas fórmulas del idealismo en general para poder examinar un poco más su pleno sabor:

«Puesto que el espíritu no tiene otros objetos de sus pensamientos que sus propias ideas, es evidente que sólo acerca de nuestras ideas versa todo nuestro conocimiento» —John Locke

«La filosofía más elemental nos enseña que nada puede estar presente a nuestro espíritu si no es una imagen o una percepción» —David Hume

«Es evidente que no podemos sentir fuera de nosotros, sino solamente en nosotros mismos» «Nunca tenemos relación más que con nuestras representaciones. En cuanto a saber lo que pueden ser las cosas en sí, está indudablemente fuera de la esfera de nuestro conocimiento» —Immanuel Kant

Fenomenalismo

El fenomenalismo —posición emparentada con el fenomenismo— es una posición idealista que, partiendo del filósofo alemán Immanuel Kant, afirma que los objetos sólo pueden ser conocidos tal como aparecen y no como son en sí.

En el tema del origen del conocimiento hemos presenciado un encuentro frontal entre el racionalismo y el empirismo. No con menor encono se enfrentan el realismo y el idealismo en cuanto a la esencia del conocimiento. Así también vemos posiciones que intentan mediar, tomando lo tolerable de cada bando y tratando de lograr una síntesis dialéctica. Por supuesto que tal mediación no se sostiene por expresar ingenuamente: “ambas posiciones están bien” o “ni una, ni la otra”, pues esto tan sólo reflejaría una desconsoladora falta de atención a los términos del discurso.

El fenomenalismo es una posición que intenta mediar entre el realismo y el idealismo, por la cual nuestras creencias sobre el mundo material podrían, en general, justificarse y ser ciertas con la condición que su contenido se refiera sólo al orden y características de nuestra experiencia subjetiva. Por lo cual podemos decir, según el fenomenalismo, que conocemos los objetos como se nos aparecen pero no como realmente son, en sí mismos. Coincide con el realismo al admitir la existencia de objetos reales, y también coincide con el idealismo en tanto limita el conocimiento a la conciencia, sin abarcar un conocimiento auténtico de la realidad externa.

El mundo en que vivimos es sólo nuestra conciencia, y no están presentes las condiciones para conocer lo que está fuera de ella, al mundo en sí. No es posible conocerlo prescindiendo de nuestra conciencia y de las categorías o formas a priori de su naturaleza subjetiva. Todo intento de conocer un objeto es traducido en formas o categorías de la conciencia, por lo que no es el objeto en sí lo que tenemos delante, sino que éste se nos aparece, es decir, lo que tenemos delante es un fenómeno.

Las proposiciones generales desarrolladas por Kant son: (1) El objeto en sí mismo es incognoscible. (2) Nuestro conocimiento está limitado al mundo fenoménico. (3) El conocimiento se da en nuestra conciencia porque el material sensible es ordenado de acuerdo a las formas a priori de la intuición y del entendimiento.

La teoría de la material y la forma del conocimiento es uno de los más importantes hallazgos para una vida interior adulta. Para perspectivas adicionales acerca de la teoría de la materia y la forma del conocimiento, ver las obras Lentes de color y Crítica del prejuicio de Raúl Gutiérrez Sáenz.

¿Qué es el concepto y el criterio de la verdad?

El recorrido en esta exposición hasta este punto ha sido muy breve y vemos que ninguna de las posiciones está libre de aspectos problemáticos y de objeciones. Además, se requiere mayor profundidad para formarse una vista de conjunto para contestar preguntas de tal envergadura como qué es la verdad y cuál es el criterio de la verdad. Por lo que pospondremos ese análisis hasta después de abarcar el análisis del ser y de la existencia, es decir de la Ontología General.

Hemos atisbado la manera en que están dadas las condiciones para el ser humano en su búsqueda por el conocimiento. Las posiciones filosóficas han sido diversas, para una mente desatenta podría parecerles disparates filosóficos. Pero los filósofos tan sólo han puesto atención y han notado la condición del ser humano en el asunto. Posiciones como el idealismo no parecen algo tan disparatado cuando examinamos cómo está dado el cimiento biológico y fisiológico de la percepción humana. Los filósofos no inventaron el misterioso proceso por el cual el ser humano adquiere experiencia sensorial, desde las terminales nerviosas que transmiten impulsos eléctricos al sistema nervioso central y de ahí, de alguna manera no del todo clara todavía, a la conciencia cognoscente. ¿No es acaso igual de disparatado afirmar que la realidad es exactamente como la percibimos, mientras que no tenemos manera de atestiguarlo desde el interior de otra conciencia que no sea la propia?

¿Cuál es nuestra manera de saber?

La desarrollo histórico de la Filosofía impone la necesidad de prestar atención a lo ya razonado en el pasado para obligadamente partir desde las condiciones del presente pero contando con ese pasado filosófico aleccionador. El filosofar debe prestar atención a las nuevas condiciones, al momento propicio para plantear de nuevos los problemas perennes de la Filosofía, como lo es el problema del conocimiento.

La manera más fundamentada de saber acerca del mundo natural, de adquirir conocimiento confiable hoy en día, es el modo que tiene esa mezcla llamada Ciencia, resultante de una combinación de racionalismo, empirismo, escepticismo, y realismo. Nuestra exposición anterior contiene referencias que explican esta mezcla a mayor detalle. Las dos piernas sobre las que la Ciencia avanza hoy en día son la teoría y la experimentación. Por otro lado, las preguntas para las cuales no son adecuadas las respuestas próximas de la Ciencia, o salgan de su competencia, han recibido la atención de diversas mezclas o combinaciones de posiciones filosóficas acerca del conocimiento.

El contemplar la diversidad de posiciones filosóficas, y sus mezclas, durante el desarrollo histórico de la Filosofía aporta ingredientes para formar nuestra particular manera de ser, de saber, de actuar; una mezcla personal con matices e ingredientes en diferentes proporciones tal que refleje nuestra esencia como ser humano individual. De cada uno depende que su guiso espiritual —su carácter humano— salga sabroso. ¡Buen provecho!

Fuentes bibliográficas

  1. Teoría del Conocimiento. Johan Hessen. ISBN 970-666-092-5.

  2. Epistemología general o crítica del conocimiento – curso de filosofía tomista. Roger Verneaux. Editorial Herder. ISBN 84-254-0125-9.

  3. Metafísica y Teoría del Conocimiento. Samuel Vargas Montoya. Editorial Porrua.

  4. The Problems of Philosophy. Bertrand Russell.

  5. Crítica de la razón pura. Immanuel Kant.

  6. An essay concerning human understanding. John Locke.

  7. Antimanual de filosofía. Michel Onfray. Editorial EDAF. ISBN 84-414-1425-4.

  8. Introducing Philosophy: A Text with Integrated Readings. Robert C. Solomon. Oxford University Press. 2007. ISBN-10: 019532952X.

  9. Introducción a la filosofía. Dr. José Rubén Sanabria. Editorial Porrúa. 1976. ISBN 970-07-4432-9.

  10. Lecciones preliminares de filosofía. Manuel García Morente.

  11. Lentes de color o cómo amargarse la vida. Raúl Gutiérrez Sáenz. Editorial Esfinge. ISBN 970-782-144-2.

  12. Crítica del prejuicio o cómo jugar con los lentes de color. Raúl Gutiérrez Sáenz. Editorial Esfinge. ISBN 970-782-106-X.

  13. Diccionario de Filosofía. I. Blauberg. Ediciones Quinto Sol. ISBN 968-6136-04-5.

  14. Diccionario de Filosofía. Mario Bunge. Editores Siglo XXI. ISBN 968-23-2276-6.

  15. Diccionario filosófico. Agustín Ezcurdia Híjar. Pedro Chávez Calderón. Editorial Limusa. ISBN 978-968-18-4739-5.

2 Comments:

Anonymous Anonymous said...

you are a genius

March 26, 2013 at 4:18 PM  
Anonymous Anonymous said...

Gracias, fueron de ayuda!

October 6, 2013 at 10:29 AM  

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