Preparando la segunda sesión: Problemas filosóficos – ¿historia o solución única?
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¿Cuál es el sentido último de ser una persona, de ser un miembro de la especie humana? ¿Qué significa decir que sabemos algo? ¿Cuál es la idea esencial detrás del libre albedrío? ¿Cómo y qué es darse la buena vida? ¿Qué es la creatividad? ¿De dónde vengo? ¿Qué hago aquí? ¿Hacia dónde voy?... etcétera. El ser humano se ha hecho preguntas como estas —de tipo filosófico— desde hace mucho, mucho tiempo. La historia tiene registro de una interesante cantidad de personas que ofrecieron algunas respuestas a dichas preguntas o por lo menos intentaron ofrecer un planteamiento lo más pensado posible. Seguramente, cualquier persona hoy en día cuenta con una o varias respuestas —ya sean estas prestadas o propias— con las cuales le dé sentido a su vida. No es difícil comprobar que la variedad de respuestas es similar a la variedad entre las personas mismas, y para entender dicha variedad, es necesario agrupar los planteamientos parecidos y asignar un nombre a cada grupo; más aún, para llegar a un entendimiento general, estos grupos han sido organizados a su vez en agrupaciones más grandes para representar escuelas de pensamiento con proyectos filosóficos semejantes.
La organización de las ideas, a lo largo del tiempo, alrededor de este tipo de preguntas filosóficas es labor de la historia de la filosofía. De esa manera, contamos con ideas agrupadas por grandes zonas del mundo, por ejemplo la filosofía oriental por un lado, y la filosofía occidental por el otro. Por cultura tenemos la filosofía griega, la romana, o la filosofía anglosajona, o la filosofía española, entre muchas otras. Por época histórica, contamos con las aportaciones de los filósofos de la antigüedad, como Heráclito, Platón o Aristóteles; también contamos con el esfuerzo filosófico durante la Edad Media, seguido de la filosofía moderna y luego la contemporánea, a trazos agigantados.
La historia de las ideas y la individualidad
Un individuo podría estar convencido de que es posible mantenerse al margen de todo este contenido filosófico de la historia pero —a menos que dicha persona piense sin usar ideas— esto no es posible. Es decir, aun si ignoramos las ideas de los filósofos no significa que nuestras propias respuestas a las preguntas filosóficas sean únicas, completamente inéditas o absolutamente personales. Pues inclusive nuestra muy personal posición puede muy bien coincidir con la de no pocos y encontrarla debidamente identificada y clasificada en la historia de la filosofía. Por tanto, nuestro contenido interno básico, las ideas generales —ya sea que las hayamos elegido o que nos las hayan sido impuestas culturalmente— determinantes de nuestra personalidad, de nuestro juicio, de nuestra conducta y del sentido que le damos a nuestra vida es algo que compartimos con muchos otros seres humanos a lo largo de la historia. Claro, mantenemos nuestra individualidad, somos personas únicas desde el inicio de nuestra existencia y sin necesidad de hacer nada para lograrlo; lo que es poco probable es que nuestro modo de pensar tenga carácter único de igual forma.
Así, parece ser el caso, tenemos ideas —tal vez consideradas por nosotros mismos como muy íntimas— ya planteadas en el pasado, desarrolladas en la historia y por tanto cuentan con un registro de sus costos y sus beneficios, a corto y largo plazo. Vale la pena entonces preguntar: ¿Quiénes son los que han tenido ideas muy similares a las mías en la historia de la filosofía? ¿Los llevaron, ultimadamente, a donde creían que los llevarían o hay otros, con ideas diferentes, que se acercaron más a donde yo realmente quiero llegar? ¿En qué punto se quedó el desarrollo de dichas ideas, cuáles son sus argumentos menos fundamentados? ¿Cuáles son los cuestionamientos más propicios que provocarían su avance en el presente?
Deliberar y debatir
La historia de la filosofía también registra el debate de las ideas alrededor de las preguntas filosóficas, la interacción entre respuestas y posiciones completamente opuestas, el desarrollo de una tesis y su contraposición, su antítesis. Así como la integración de lo mejor de ambas posiciones, la síntesis, convirtiéndose esta en una nueva tesis para repetir el ciclo en una especie de evolución dialéctica.
Todos creemos en alguna idea, pero cuando dicha idea de verdad nos importa, es conveniente contar con algo más que la creencia en sí, se hace necesario contar con la justificación para mantener dicha creencia. De otro modo, tan sólo estaríamos haciendo uso de la libertad para creer en lo que queramos, pero no estaríamos ejerciendo responsabilidad alguna al no dar cuentas por dicha libertad. Los filósofos toman en serio sus creencias, buscando deliberar y debatir con quienes les aporten cuestionamientos bien elaborados, argumentos que pongan a prueba la solidez de sus propias ideas, siempre en pos de la verdad. Los filósofos, por tanto, continuamente están dispuestos a mejorar la justificación sobre la cual basan sus creencias.
Una creencia, usando un ejemplo de la era moderna, puede ser que el hombre realmente llegó a la Luna en Julio de 1969. Quien sostiene eso como verdad, podría presentar su caso y tendría los argumentos sólidos y evidencias que justifican su creencia. Sin embargo, es sabido que hay posiciones en contra, afirmando que eso no es verdad, que lo realmente sucedido ese año fue una fabricación de imágenes y videos por el gobierno estadounidense para salvaguardar la reputación de un político quien prometió años atrás lograr dicha meta antes de terminar la década; y que la llegada a la Luna sucedió en realidad durante la década siguiente. Quien sostiene esta posición también presenta argumentos sólidos y evidencia que justifica esa otra creencia.
Un caso de la historia del cristianismo son las intensas controversias y turbulentas rivalidades entre diversas comunidades cristianas durante los siglos anteriores al establecimiento del canon bíblico, el cual fue resultado de un proceso complejo, guiado en parte por una loable e incierta intención de una en particular de esas comunidades, pero —aquí reside uno de los aspectos más cuestionados— haciendo uso de prácticas paternalistas y autoritarias con la idea de que los fines buscados eran suficientemente valiosos como para justificar los medios escogidos para lograrlos. Entonces, el debate gira alrededor de preguntas como: ¿Cuál es el valor moral de la conducta e intereses que llevaron al establecimiento de dicho canon bíblico? ¿Siguen siendo herejes y completamente aberrantes las perspectivas de las otras comunidades cristianas o en realidad pueden hoy en día aportar para un entendimiento más completo del cristianismo?
Otro caso ocurre actualmente con el debate de si realmente existe un calentamiento global o no, provocado por la cantidad de dióxido de carbono en la atmosfera, proveniente de la actividad humana. Los argumentos que apoyan la existencia de un problema global han presentado reportes científicos, y los argumentos en contra cuestionan si dicha base científica está lo suficientemente corroborada como para justificar una alarma generalizada; además, se cuestionan los motivos políticos y económicos detrás de las acciones propagandistas que se desprenden de tal alarma.
¿Qué creer?
En todos estos debates la información presentada por los contendientes podría ser abundante y bien estipulada —de hecho así es— y toca entonces al individuo decidir cómo abordar el debate y cómo madurar su creencia al respecto.
Ante los debates filosóficos, también habrá quien prefiera recibir una respuesta simple, conveniente, que no implique pensar nada y pueda ser tomada como cierta sin más. Pero eso es equivalente a declarar que no se tiene un interés genuino en el asunto, tan sólo se tiene un interés superficial; sería como elegir creer en algo basándose exclusivamente en lo dicho por alguna figura de autoridad, y así estaríamos confirmando, de hecho, que ni el asunto, ni sus implicaciones, sean algo que verdaderamente nos importe tanto.
Por otro lado, habrá quien esté interesado en analizar por sí mismo los argumentos de uno y otro lado del debate, para ir formándose una opinión fundamentada y menos ignorante. El valor obtenido al conocer el desarrollo de las ideas a lo largo de la historia es, entre otros, poder aportar a dicho desarrollo, continuando la argumentación y el debate de las mismas.
Texto disparador: “¿Opinión informada u opinión ignorante?”
¿Estás seguro de querer ir a donde te van a llevar tus ideas? ¿Cómo sabes que tus ideas actuales te van a llevar a donde tienes planeado? ¿Crees que eres el único en la historia en tener tus ideas? ¿Te has dado la oportunidad de checar notas con otros, vivos o muertos? (Los libros de historia de la filosofía son una manera de conocer algo de las ideas de personas que tuvieron su tiempo pero ahora ya no están entre nosotros).
¿Conoces los argumentos históricos más fundamentados que se han planteado en contra de lo que tú tienes por cierto? ¿Podrías ofrecer una réplica convincente a dichos argumentos y que aporte algo que no haya sido dicho con anterioridad?
¿Hay alguna idea, creencia o debate que te ha llamado la atención, o tal vez sea muy importante para ti, pero no te has dado la oportunidad de investigar a fondo los argumentos a favor y en contra? ¿Tendrá sentido poner en tela de duda la supuesta importancia que dices darle a ese tema?
¿Tienes aportaciones que quieras hacer al desarrollo de un debate filosófico que has estado indagando a fondo?
Referencias bibliográficas
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Historia de la filosofía occidental. Bertrand Russell. Editorial Espasa Calpe. Décima edición. ISBN 84-239-6632-1.
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Historia de la filosofía. Giovanni Reale y Darío Antíseri. Editorial San Pablo. 1ª edición 2007. ISBN 958-692-865-9.
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Historia de las doctrinas filosóficas. Raúl Gutiérrez Sáenz. Editorial Esfinge. Trigésima edición. ISBN 970-782-147-7.
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Introducción a la historia de la filosofía. Ramón Xirau. Editorial Limusa. ISBN 968-18-6044-6.
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Filosofías del mundo. David E. Cooper. Editorial Cátedra. ISBN 978-84-376-2401-3.
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La historia de las preguntas ¿Por qué? Una historia de la filosofía para niños. José Ezcurdia. Editorial Torres Asociados. 2001. ISBN 970-9066-31-5.
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Diccionario de Filosofía. I. Blauberg. Ediciones Quinto Sol. 968-6136-04-5.
2 Comments:
La historia y con ello la cultura, son los mecanismos de percepción social, personal, política, filosófica, religiosa; para entrar hay que desearlo. Con sidero a la Cultura con la parábola de la semilla de moztaza, es la mas pequeña pero cuidándola crece, hasta que hace buena sombra. Vladimir
Sirvase para salvación de la barca, ante la negligencia del impuesto Capitán; para ello alience en Paz y esfuercese en no caer en provocaciones; gracias a la Historia.
Att. Vlado
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