Problemas filosóficos – ¿historia o solución única?
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Introducción
La filosofía es, en buena medida, historia de la filosofía; pues el pensar filosófico acarrea su pasado y al mismo tiempo aspira, en cada recomenzar del pensamiento, a romper con dicho pasado en pos de dar nuevos pasos hacia la verdad. Por eso, la tradición filosófica está lejos de consistir en memorizar datos mecánicamente, sino que se resume en la fórmula: no se aprende filosofía, se aprende a filosofar.
El participante de este seminario de introducción a la filosofía, en este punto, ya identificaría con claridad al continuo desarrollo de sus facultades intelectuales como el “chiste” del filosofar, el sentido último de la filosofía como materia de estudio; desarrollo que sólo podría suceder cuando uno se lanza por cuenta propia, como adulto —internamente hablando—, a filosofar y con el fin de tomar en serio el asunto de ser un miembro del género humano. Esta membresía nos empuja a concluir que lo mejor que podemos hacer por nosotros mismos y luego por las sociedades en que participamos (país, ciudad, colonia, iglesia, trabajo, recreo, etcétera) es precisamente ese desarrollo interior como individuos; para luego aportar ideas bien pensadas en diversas áreas de la vida, ideas con bases amplias que contemplen, consciente y atinadamente, sus costos y beneficios asociados.
Las preguntas filosóficas
Las preguntas filosóficas son inevitables para quien no renuncie a pensar. Algunas preguntas típicas en una presentación de la historia de la filosofía [2] son: ¿Dios existe o sólo existimos nosotros, extraviados en este gigantesco universo? ¿Es la vida un orden o un caos? ¿Tiene la historia humana un sentido? ¿Si lo tiene, cuál es? O bien, ¿todo –la gloria y la miseria, las grandes conquistas y los sufrimientos inocentes, víctimas y victimarios– todo eso será devorado por el absurdo, por el sin sentido? ¿El hombre es libre y responsable o sólo es un simple fragmento insignificante del Universo, determinado en sus acciones por rígidas leyes naturales? ¿Puede la ciencia darnos certezas? ¿Qué es la verdad? ¿Cuáles son las relaciones entre razón científica y fe religiosa? ¿Cuándo podemos decir que el Estado es democrático? ¿Se puede obtener una justificación racional de los valores más altos?
¿Cómo el ser humano ha respondido a las preguntas filosóficas?
Los filósofos has perseguido proyectos filosóficos diversos a lo largo de la historia. Una manera de caracterizar dichos proyectos es clasificarlos por cosmovisión, por la manera particular de ver e interpretar el mundo, la realidad, en forma general. Veamos brevemente algunas de las cosmovisiones típicas por su orden de aparición histórico.
Cosmovisión mitológica — las respuestas que los filósofos aportan a su sociedad, y que suelen pasar a ser las respuestas prevalecientes, están en función de los designios de los dioses. Si llueve o tiembla, si un volcán hace erupción o cae un rayo, o hay sequía, es debido a que los dioses lo provocaron. El estado de ánimo de los dioses y sus caprichos son la causa indiscutible de lo observable y son el fundamento para explicar la vida.
Cosmovisión mágica — el mundo se explica en términos del pensamiento mágico, la idea de que es posible controlar a la Naturaleza por medio de conjuros o determinado conocimiento astrológico, de que es posible saber lo que acontecerá y se puede tener dominio de ello con amuletos, conjuros o rituales; o por medio de especular cómo los astros afectan la vida de las personas aquí en la Tierra.
Cosmovisión religiosa — el Universo es explicado en términos de sistemas de creencias derivadas de la revelación o derivadas de la observación de la Naturaleza. Algunos de sus rasgos son el dogmatismo, el miedo, el afán por la inmortalidad y por la trascendencia eterna.
Cosmovisión filosófica — las explicaciones del mundo son buscadas por medios reflexivos, críticos, proponiendo perspectivas de conjunto, conocimiento general, que aspiran a ser explicaciones universales acerca de cómo la realidad funciona y de las cuales se pueden derivar sus consecuencias lógicas.
Cosmovisión científica — se ofrecen respuestas por medio de conocimiento particular, objetivo, racional y sistemático y, por tanto, circunscrito a la adquisición de conocimiento confiable en el campo de los fenómenos naturales y sociales susceptibles de evidencia empírica.
¿Y cuál puede ser la relevancia del estudio histórico? Pues por ejemplo, ¿cómo voy a saber si mis ideas no son las del fundamentalismo, si no conozco el fundamentalismo? Si desconozco las premisas, la razón, los argumentos, la historia, y en general, la idea esencial del fundamentalismo, entonces ¿cómo sabría que yo mismo no soy un fundamentalista? La misma pregunta aplica para el caso del nacionalsocialismo nazi, los proto-ortodoxos de los primeros siglos del cristianismo, los capitalistas, los comunistas, los socialistas, los esenios, los gnósticos, metodistas, racionalistas, sofistas, ocultistas, empiristas, esotéricos, modernistas, epicúreos, positivistas, paternalistas, posmodernistas, etcétera.
Réplica al texto disparador
Uno de mis proyectos filosóficos consiste en adquirir un entendimiento cada vez más amplio del concepto del amor al prójimo; es decir, analizar filosóficamente las preguntas ¿qué es el amor al prójimo? ¿Cuál es el sentido último de causar el bien a otra persona? Es uno de los proyectos filosóficos que más llama mi atención hoy en día. Este proyecto principal ha derivado en proyectos filosóficos subordinados como ¿qué es la educación? O también ¿qué es la religión y cuál es su papel de necesidad desde su posición dogmática en el desarrollo del ser humano?
Inermes páginas en blanco
En relación con las preguntas filosóficas, los seres humanos parecemos nacer como páginas en blanco, completamente inermes ante lo que quieran escribir en nuestras mentes los adultos a nuestro alrededor, cualquiera que esto sea. ¿Qué mensaje hay entre líneas o cuál es el significado de este hecho? Pues al parecer, los bebés no nacen con un conjunto de respuestas ya establecidas en sus mentes ante las preguntas filosóficas. Se puede observar que si una persona nace en un ambiente determinado, es muy probable que dicha persona crezca heredando las ideas de los adultos a su alrededor, incluyendo las respuestas prevalecientes a las preguntas filosóficas en ese ambiente determinado.
Por ejemplo, ¿cuál será la probabilidad de que un bebé nacido en un ambiente musulmán crezca con ideas diferentes a las de los adultos a su alrededor? Esa probabilidad es muy escasa, sospecho. Una razón para dicha sospecha es un frecuente malentendido muy generalizado actualmente con respecto al sentido de la educación. Consiste en que dicho bebé crecería y, tal vez, alcanzaría a recibir escolarización —otra palabra para adoctrinamiento— y le dirían o se lo disfrazarían de educación, pero sin tomar nunca consciencia de tan sólo haber seguido el curso establecido para el propósito explícito que la autoridad en funciones designa como requisito para integrarse a un proyecto de sociedad específico, y que no atiende del todo el propósito de crecimiento integral y personal. Dejando así al individuo con escasas facultades para analizar, mejorar o reemplazar las ideas o creencias heredadas e impuestas por su ambiente.
La educación, esencialmente, consiste en el desarrollo del sentido crítico —raramente presente en los planteamientos escolarizantes establecidos—, sin el cual, aquel bebé llegará a crecer como un adulto pero tan sólo físicamente, no así interiormente, es decir, sin adquirir un patrón de pensamiento que lo lleve a la mejora incesante, habitual, de su estado de consciencia. Eso explica que, aun siendo adulto físicamente, en realidad permanezca en la condición de infante interiormente —es decir, bajo tutela mental— y sea sujeto de subsecuentes adoctrinamientos de todo tipo (social, religioso, político, laboral, etcétera). Los cuales perpetuán el tácito y perverso mensaje “tú no puedes abordar la vida por ti mismo, siempre necesitarás de tal o cual cosa externa para poder vivir”. Dicho de otro modo: “tú no puedes abordar las preguntas filosóficas por ti mismo, tienes que aceptar las respuestas establecidas sin cuestionarlas”; respuestas que, típica y tristemente, servirán principalmente a propósitos organizacionales o corporativos pero difícilmente al propósito explícito del desarrollo como ser humano individual; aun si dichas respuestas sean impuestas por personas —perversas o ignorantes— con las “mejores” intenciones.
Alguien ha hecho notar que dicho desarrollo individual, ultimadamente, corresponde, pues, al individuo, y no a organización o sociedad alguna; en efecto, hay mucho de razón en ello, por eso se hace tan relevante para los individuos emprender, por sí mismos, el aprendizaje del ejercicio filosófico.
Regresando al caso del bebé que crecería como un adulto físicamente, pero no en su interior —mental y emocionalmente—, vemos que muy probablemente le serían impuestas determinadas respuestas a las preguntas filosóficas, respuestas que estarían en sintonía con lo establecido o en sintonía con el esfuerzo para establecer un nuevo orden de ideas (como es el caso en revoluciones sociales, religiosas, políticas, etcétera, o simplemente por el efecto de un nuevo adoctrinamiento). Esto representa el concepto del Establishment (referente a una clase dirigente y controladora) el cual no permite que sus ideas o sus respuestas a las preguntas filosóficas sean cuestionadas pues de mantener las cosas así como están establecidas, y de una típica posición paternalista, dependen sus beneficios exclusivos de autoridad, soporte financiero, o simplemente un determinado estatus social.
Lo anterior es materia común a lo largo de la historia de la humanidad, tal que la imposición de las ideas de unos cuantos sobre los demás llega a percibirse como algo natural, aun si esta imposición de ideas o adoctrinamiento se haga con buenas intenciones, supuestamente por el bien del infante crecido —adulto sin sentido crítico desarrollado—.
Por supuesto, también ocurre el caso del bebé que nace en un determinado ambiente pero llega a desarrollarse como un adulto mentalmente y en ese proceso aprende a cuestionar las ideas, creencias y respuestas a las preguntas filosóficas, y haciendo uso de su propia razón elija qué creer y, buscando más intensamente la verdad, vaya formando sus propias respuestas o mejorando algunas de las heredadas.
Conclusiones
Las preguntas filosóficas son preguntas —digamos— grandotas, no tienen respuestas únicas, lo que tienen es historia. ¿Qué es la libertad? ¿Tiene límites la honestidad o la tolerancia? ¿Cuál es el significado del matrimonio? ¿De dónde viene la obligatoriedad de la escuela primaria? Preguntas con respuestas igualmente colosales, pues difícilmente una respuesta simplista explica todos los casos habidos y por haber, dado que el filosofar no se complace con respuestas simplistas. Por el contrario, intentar contestar una pregunta filosóficamente es como ir armando una película cinematográfica, escena por escena, a lo largo de toda la vida. No tenemos todas las escenas al inicio, se hace necesario estar en modo de búsqueda continua, guiados por la duda, el cuestionamiento, el pensamiento riguroso y el examen crítico de cada una de esas escenas. Así, vamos formando un relato cada vez más completo del asunto, una panorámica de la realidad que nos permite llevar una vida cada vez más libre, cada vez más responsable; permaneciendo dispuestos a incorporar nuevas escenas al filme, halladas por nuestro propio filosofar.
Intentar por ti mismo responder filosóficamente a las preguntas de la vida implica una actitud de aventura, de investigación, explorando las diversas y enormes provincias de la filosofía, siempre dispuesto a mejorar tus creencias, siempre curioso, preguntándote ¿qué hay más allá? ¿Qué hay después de mi entendimiento presente, de mi panorámica actual de la verdad? ¿Cuáles perspectivas adicionales puedo obtener al integrar nuevas escenas al filme de la realidad?
Tomar en serio un tema cualquiera, significa abordarlo filosóficamente, es decir, por medio del debate de las ideas, del examen crítico riguroso, de buscar mejorar las creencias que tenemos al respecto. Pues de tal proceso participativo e incluyente depende la salud de cualquier sociedad u organización compuesta de seres humanos libres e interdependientes.
Referencias bibliográficas
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Historia de la filosofía occidental. Bertrand Russell. Editorial Espasa Calpe. Décima edición. ISBN 84-239-6632-1.
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Historia de la filosofía. Giovanni Reale y Darío Antíseri. Editorial San Pablo. 1ª edición 2007. ISBN 958-692-865-9.
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Historia de las doctrinas filosóficas. Raúl Gutiérrez Sáenz. Editorial Esfinge. Trigésima edición. ISBN 970-782-147-7.
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Introducción a la historia de la filosofía. Ramón Xirau. Editorial Limusa. ISBN 968-18-6044-6.
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Filosofías del mundo. David E. Cooper. Editorial Cátedra. ISBN 978-84-376-2401-3.
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The Complete Idiot’s Guide to Philosophy. Jay Stevenson. Third Edition. Alpha Books. ISBN 1592-57361-4.
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El mundo de Sofía. Jostein Gaarder. Editorial Patria. 2007. ISBN 9683-91515-9 (fragmento gratuito disponible en Internet: El mundo de Sofía).
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Filosofía para principiantes. De Platón hasta hace un rato. Eduardo del Río (Rius). Editorial Debolsillo. 2006. ISBN 970-780-276-6.
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La historia de las preguntas ¿Por qué? Una historia de la filosofía para niños. José Ezcurdia. Editorial Torres Asociados. 2001. ISBN 970-9066-31-5.
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The philosopher’s Handbook – Essential readings from Plato to Kant. Stanley Rosen. Random House. 2000. ISBN 0-375-72011-1.
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Fundamentos de la filosofía – Conocimiento y lógica, lógica simbólica y lecturas integradas. David Héctor Hernández Vázquez, Miguel Ángel Morales Mayoral. Grupo Editorial Éxodo. 2006. ISBN 970-737-148-X.
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