Antropología filosófica
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Contenido
¿Para qué filosofar antropológicamente?
Réplica al texto disparador I: ¿Qué tipo de ser es el humano?
Réplica al texto disparador II: En respuesta al derrame de petróleo en el Golfo de México
Réplica al texto disparador III: La infamia del pensamiento débil
¿Qué es la antropología filosófica?
¿Cuál es la naturaleza humana?
El errar como esencia de lo humano
¿Qué es la realización personal? – Cualquiera puede cocinar
La condición del ser humano en sociedad
¿En qué punto vamos?
Hemos ya recorrido la mitad del programa planteado para nuestro seminario de introducción a la Filosofía. En la primera mitad sentamos unas bases que servirán para abordar los temas en la segunda mitad. Dimos los primeros pasos hacia una introducción general al pensamiento filosófico, notamos la relevancia de la historia de la Filosofía, así como del pensamiento lógico y el pensamiento crítico como parte del cimiento para el ejercicio filosófico. Recorrimos brevemente diversos planteamientos del conocimiento en cuanto tal, así como algunos relatos o explicaciones del conocimiento científico. Iniciamos ahora la segunda mitad del seminario con la reflexión acerca de aquello llamado ser humano en su concepción más general.
El pensamiento filosófico, en sus albores en la antigüedad griega, era concebido como un medio para la transformación personal. El recorrido que implica este simple seminario de introducción a la Filosofía ya representa una oportunidad para la transformación desde adentro. A cada uno le toca decidir y dar la pauta de hasta dónde lleva su propia transformación individual. Pero por ningún motivo se debe generalizar y concluir que todos deben abordar el pensamiento filosófico como un generador de cambios personales. Por más sorprendente que parezca, dada la diversidad humana, habrá quien permanezca inmutable en su posición después de entender a cabalidad los pensamientos de los demás, sin importar cuan divergentes sean las conclusiones de las distintas partes de un debate.
Como en ocasiones pasadas en este seminario, las reflexiones contenidas en estos apuntes pretenden provocar que el lector emprenda su propia investigación del tema, en esta ocasión como una invitación a la antropología filosófica. Pues cubrir la extensión o profundidad de la antropología filosófica es algo que ocurre durante toda una vida, siendo el fenómeno humano tan variado, tan diverso, que no dejará de siempre sorprendernos con algo que nos parecerá nuevo o diferente a cada uno.
¿Para qué filosofar antropológicamente?
En la expresión básica del filosofar encontramos ya esa pregunta esencial ¿Qué soy? Conocerse a uno mismo se antoja como una de las búsquedas y logros más importantes en la vida humana. No escasean las definiciones de éxito que se centran en acaeceres externos a la persona. Logros observables por quien nos rodea. Pero qué hay de los logros internos, resultado del entendimiento, ¿acaso no son, en retrospectiva, logros igualmente relevantes? Pues la conducta externa y observable no es muestra inequívoca de la presencia de entendimiento, como un intérprete de idiomas o un histrión podrían atestiguar. ¿O acaso podríamos opinar justificadamente que el dictador o el opresor lograron algún nivel de entendimiento de qué es un ser humano? Y sin embargo, los logros internos no suelen celebrarse en la sociedad de la misma manera que los logros externos. ¿No es esto acaso otro indicio de la necesidad de cuestionar la idea de educación que se conecta directa y únicamente tan sólo con logros académicos o económicos?
El entendimiento de uno mismo, de aquel que se nos aparece en el espejo, puede derivar en uno de los momentos más cruciales en la vida humana: el momento de mirar fijamente los ojos de esa persona en el espejo y decir, con plena consciencia de lo que implica, y con toda intención, te amo, y yo cuidaré de ti. Pues es con ese ser con quien realmente contamos en la vida y con quienes pasamos incluso los momentos cuando creemos estar absolutamente solos. Uno mismo representa la experiencia y el conocimiento más básicos. ¿Qué sentido puede tener el trascurrir de la vida conociendo lo que está por fuera de la persona sin que esto sirva para conocernos más a nosotros mismos? Por supuesto, para que ese amor propio no degenere en narcisismo debe estar basado en un continuo darse cuenta de ese yo y de su entorno, de la Naturaleza de la cual es parte, de las relaciones con sus semejantes y con sus no semejantes.
El asombro es interminable al dirigir, luego, la atención a los otros seres a nuestro alrededor. Otros seres humanos, animales, plantas, etc., con aquello llamado vida que los hace ser por sí mismos. La aventura es perenne al caer en cuenta que por mucho que creamos conocer a un ser querido, escasamente en realidad estamos empezando a conocerle. Pues un atisbo a nuestra propia vida interna hace inferir la inmensidad de lo que hay por conocer de esa otra persona querida. La diversidad cultural en nuestras sociedades alrededor del mundo, con una cifra redondeada de siete mil millones de seres humanos vivos al año 2011 de la Era Común, no acaba de agregar motivos de asombro por cuán interminable es el número de seres humanos que nunca conoceremos.
Las palabras no alcanzan para referir la estupefacción que produce llevar la mirada alrededor y ubicar la biósfera del planeta Tierra, el ambiente natural de la vida orgánica como la conocemos. No conocemos otro ser orgánico vivo fuera de ese tenue estrato de nuestra atmosfera. Para vivir de forma natural, es la biósfera de la Tierra y nada más.
Al contemplar el exterior del planeta, y admirar lo que alcanzamos a ver y a estudiar ahí, simplemente quedamos sin habla. Pero aún más sorprendente es lo que no alcanzamos a ver y a estudiar del Universo. Los astrofísicos y astrónomos han estimado que la energía y materia conocidas, de las cuales estamos formados tanto nosotros como todos los cuerpos celestes observables, no representa más que el cuatro por ciento del Universo. Sólo el 4%. El 96% restante está hecho de algo que aún desconocemos. Los científicos estiman que ese resto está repartido entre lo que han llamado energía oscura y materia oscura —el término oscuro se eligió para indicar algo aún no conocido—. De tal modo que estamos ante una revolución copernicana suprema pues no solamente no estamos en el centro del Universo, no ocupamos un lugar de relevancia en el escenario cósmico, sino que ni siquiera estamos hechos de lo mismo como lo está la vasta mayoría de lo que hay en el Universo.
La antropología filosófica ha jugado un papel decisivo en delinear la forma en cómo el humano se concibe a sí mismo y el curso que toman las sociedades. Un ejemplo notable es la reflexión que provocó el conocimiento científico de la revolución copernicana del siglo dieciséis. Si bien al principio de dicha revolución nada parecía cambiar por el hallazgo de la verdad del sistema heliocéntrico por encima del sistema geocéntrico, las implicaciones sí que tuvieron un notable efecto en el auto-concepto del ser humano en las sociedades de los siglos posteriores. El individuo ya no estaba obligado a obtener la totalidad de su conocimiento a partir de lo que decían las instituciones religiosas, o el Estado, o las figuras de autoridad en general. Galileo mostró, al dirigir su telescopio hacia el firmamento, que el conocimiento puede ser adquirido por indagación personal. Luego entonces el individuo podía ir por sí mismo, guiado por su curiosidad, a buscar y corroborar el conocimiento sin depender inevitablemente de la autoridad. Esa simple idea, como bola de nieve, derivó en la posibilidad de escapar al pensamiento medieval —pero eso depende de los individuos—. De igual manera, los hallazgos astronómicos de hoy tendrán un enorme impacto en el auto-concepto de la mujer y del hombre en las sociedades de los siglos por venir.
Contamos entonces con monumentales espacios para admirarnos y emprender búsquedas e indagaciones inacabables. Desde el espacio intrapersonal, el interpersonal, la sociedad, y la demás Naturaleza a nuestro alrededor. El horizonte de lo desconocido, de lo que hay por conocer, me parece motivo de ánimo pues todo está por delante, y no estamos obligados a aceptar, a fuerza de imposición, que nuestra vida deba ser una repetición de lo que alguien más ya ha recorrido. Tampoco estamos obligados a seguir los patrones del acondicionamiento social prevaleciente, el cual tiende a poner límites arbitrarios y ridículos a lo que una persona puede ser, pensar, conocer, decir, cuestionar, recrear, etc.; límites sin relación alguna con el pensamiento lógico ni con las regularidades o leyes que se derivan del conocimiento científico de la Naturaleza. Por ejemplo los esquemas jerárquicos prevalecientes en una gran variedad de instituciones, tanto políticas, educativas, corporativas, religiosas, etc., donde los escaños parecen confundir la relación entre experiencia y sabiduría. Otro caso son las políticas públicas que buscan acomodar los intereses particulares de los poderosos pero sin consideración alguna de si tales políticas tienen efectos colaterales en contra del ambiente que pertenece a todos nosotros.
Réplica al texto disparador I: ¿Qué tipo de ser es el humano?
¿Qué es el ser humano? El ser humano es parte del Reino Animal, es un animal vertebrado, es un mamífero primate. Pero además es un animal simbólico; es decir, es capaz de desarrollar una cultura donde su lenguaje juega un papel predominante en dicho desarrollo. La característica de ser simbólico no es un rasgo exclusivo de la especia humana, otros mamíferos y primates también exhiben niveles rudimentarios de cultura. Lo exclusivo de la especie humana en este rasgo simbólico es el grado de complejidad en nuestras sociedades. Sin embargo, a decir de la conducta prevaleciente, el grueso de la Humanidad se comporta como si ocupara un lugar especial. Un lugar de privilegio sobre las demás especies en el planeta. El comportamiento del ser humano desproporcionadamente práctico e inconsciente le hace creer que vive aparte de los demás seres vivos en la Naturaleza, como si no estuviese obligado a conocer y valorar su ambiente. “Sólo yo importo” es la actitud. Parece creer que la Naturaleza está ahí para ser tomada, sin más. ¿De dónde proviene esa idea? ¿Qué le hace creer que eso es así?
El ser humano es una especie relativamente nueva en la faz de la Tierra. Imaginemos que el ancho abarcado por nuestros brazos extendidos en forma de cruz es el periodo de existencia del planeta Tierra, aproximadamente cinco mil millones de años. La punta de los dedos en un extremo sería cuando la nébula solar estaba por contraerse, la punta de los dedos opuestos es el momento actual. Las falanges representarían la formación de la Tierra a fuerza de mega-colisiones. En el metacarpo se desarrolla la vida anaeróbica, pero es hasta cerca de la mitad del antebrazo que inicia la fotosíntesis. El poco oxígeno en ese punto termina combinado con hierro en el fondo de un océano primitivo de óxido por causa de las caóticas y violentas reacciones en la naciente atmosfera. Es en la mitad del esternón que el planeta se cubre de hielo y pasa por varios ciclos de congelamiento y descongelamiento hasta la mitad del otro antebrazo. Ahí la cantidad de oxígeno en la atmosfera llega a tres veces la actual, el fuego arde por doquier. Cuando inicia el metacarpo la vida finalmente emerge del océano. Los dinosaurios reinan de la mitad del metacarpo al inicio de las falanges,... la civilización humana en su totalidad saldría disparada con la simple acción de un cortaúñas.
El planeta no es nuestra exclusiva propiedad, le pertenece más a los artrópodos pues han estado más tiempo aquí y probablemente seguirán aquí cuando el último ser humano exhale su último aliento —claro, si seguimos en el rumbo actual de inconsciencia ambiental, de extenuación de los recursos naturales, o de uso de la violencia como medio para persuadir.
La Humanidad, al parecer, todavía tenemos mucho de antropoide y estamos en una especie de niñez o adolescencia, mientras sigamos basando nuestras esperanzas en el pensamiento mítico-mágico-místico-dogmático-religioso, no parece que lleguemos a convertirnos en otra cosa que una perniciosa infección para el planeta. El adulto es confiable y sabe dirigir su comportamiento a la altura de la situación. El niño necesita tutela pues de otro modo puede hacer daño a sí mismo y a los demás. La distinción entre ambos es de grado, no de clase, y consiste en la plenitud de su desarrollo biológico, psíquico, etc.
Una parte importante del desarrollo del ser humano que lo posibilita para la adultez consiste en el desarrollo de sus rasgos distintivos, como el lenguaje, la racionalidad, la creatividad, la consciencia social, etc. Estos rasgos le sirven como pilares para ejercer tal vez uno de los rasgos más característicos del ser humano: su generalidad. Es decir, el ser humano no nace por completo especializado a diferencia de, por ejemplo, los felinos. Otras especies nacen casi completas, con lo necesario para cubrir un ciclo de desarrollo y actividad muy bien definido. Un caballo no tiene un campo amplio para actuar de manera diferente a lo que le dicta su instinto natural —no asisten a una institución para “desarrollarse” como caballos—. En cambio el ser humano tiene amplitud para definir su actuar. El ser humano está “atrapado” en su libertad, tiene que decidir cómo actuar, no todo le está dado en sus genes, ni proviene del acondicionamiento social. No sólo le está dado un instinto animal y social sino que puede desarrollar un instinto, digamos, espiritual. Lo cual se refiere precisamente al desarrollo del espíritu humano, la esencia que lo hace distinto de los otros mamíferos.
Para el desarrollo del espíritu humano, además, está lo que se ha propuesto nombrar como: el pensamiento de orden superior, o también llamado: el pensamiento complejo. El cual conglomera a tres tipos de pensamiento: el pensamiento crítico, el pensamiento creativo, y el pensamiento valoral o valorativo. No es algo nuevo, sino parte de la riqueza del pensamiento filosófico desde antaño: el cuestionamiento y la autocrítica, la razón estética, y la reflexión ética —también llamada razón práctica. Por supuesto, la ciencia, el arte, la técnica, la historia, incluso la religión estudiada seriamente y sin sus dogmas entorpecedores, juegan todas un papel importante en el desarrollo del espíritu humano.
Réplica al texto disparador II: En respuesta al derrame de petróleo en el Golfo de México
La adicción a las ganancias financieras ha hecho del ser humano un remedo de lo que en realidad puede llegar a ser. Esa adicción tiene ya una larga trayectoria de desproporciones tal que tiene que terminar si queremos que la Humanidad sobreviva en el largo plazo. En dicha trayectoria no han faltado quienes han denunciado las notables consecuencias. Transcribo a continuación un discurso pronunciado ante la sesión plenaria de la cumbre sobre la Tierra, celebrada en Rio Centro, Brasil, en 1992:
Hola, soy Severn Suzuki hablando en nombre de la Organización de Niños Ambientalistas. Somos un grupo de doce trece-añeros desde Canadá, tratando de hacer una diferencia. Vanessa Suttie, Morgan Geisler, Michelle Quigg y yo. Recolectamos nosotros mismos el dinero para viajar seis mil millas para decir a ustedes adultos que deben cambiar su proceder. Al venir aquí hoy, no tengo ninguna agenda oculta. Vengo a luchar por mi futuro. Perder mi futuro no es como perder una elección o algunos puntos en el mercado bursátil. Estoy aquí para hablar en nombre de todas las generaciones venideras. Estoy aquí para hablar en nombre de los niños hambrientos del mundo cuyos gritos pasan desapercibidos. Estoy aquí para hablar en nombre de los innumerables animales que están muriendo en todo el planeta debido a que no se les ha dejado algún lugar a dónde ir. No podemos permitirnos no ser escuchados. Tengo miedo de salir al sol ahora debido a los orificios en la capa atmosférica de ozono. Tengo miedo de respirar el aire pues no sé qué productos químicos hay en él. Yo solía ir a pescar en Vancouver con mi padre hasta que hace pocos años encontramos peces llenos de cánceres. Y ahora oímos hablar todos los días de animales y plantas que se extinguen – desapareciendo para siempre. En mi vida, he soñado con ver los grandes rebaños de animales salvajes, selvas y bosques lluviosos llenos de aves y mariposas, pero ahora me pregunto si incluso existirán para que mis hijos los lleguen a ver. ¿Tuvieron que preocuparse por estas pequeñas cosas cuando tenían mi edad? Todo esto sucede ante nuestros ojos y aún actuamos como si tuviéramos todo el tiempo que queramos y como si tuviéramos todas las soluciones. Soy sólo una niña y no tengo todas las soluciones, pero quiero que se den cuenta, ¡ustedes tampoco! No saben cómo reparar los agujeros en la capa de ozono. No saben cómo hacer regresar un salmón río arriba sobre un río seco. No saben cómo traer de vuelta a un animal ya extinto. Y, ustedes no pueden traer de vuelta los bosques que una vez crecieron donde hay ahora un desierto. Si no saben cómo solucionarlo, por favor ¡dejen de romperlo! Aquí, es posible que sean delegados de sus gobiernos, empresarios, organizadores, periodistas o políticos – pero en realidad ustedes son madres y padres, hermanos y hermanas, tías y tíos – y todos ustedes son los hijos de alguien. Soy sólo una niña, sin embargo, sé que todos somos parte de una familia, cinco mil sólidos millones, de hecho, treinta sólidos millones de especies y todos compartimos el mismo aire, agua y suelo – las fronteras y los gobiernos nunca cambiarán eso. Yo soy sólo una niña, pero sé que todos estamos juntos en esto y deberíamos actuar como un único mundo hacia un único objetivo. En mi ira, no estoy ciega, y en mi miedo, no estoy atemorizada de decirle al mundo cómo me siento. En mi país, creamos tanto desperdicio, compramos y tiramos, compramos y tiramos, y aún los países del norte no comparten con los necesitados. Incluso cuando tenemos más que suficiente, tenemos miedo de perder parte de nuestra opulencia, tenemos miedo de compartir. En Canadá, vivimos una vida privilegiada, con abundancia de alimentos, agua y refugio – tenemos relojes, bicicletas, computadoras y aparatos de televisión. Hace dos días, aquí en Brasil, nos impactó el convivir con algunos niños que viven en las calles. Y esto es lo que un niño nos dijo: "Ojalá que yo fuese rico pues al serlo, daría alimento, ropa, medicina, vivienda y amor y afecto a todos los niños de la calle". Si un niño en la calle, que no tiene nada, está dispuesto a compartir, ¿por qué aún son tan codiciosos quienes lo tienen todo? No puedo dejar de pensar que esos niños de mi edad, para quienes hace una enorme diferencia dónde han nacido, que podría yo ser uno de esos niños que viven en las favelas de Río de Janeiro; podría ser un niño hambriento en Somalia; una víctima de la guerra en el Oriente Medio o un mendigo en la India. Soy sólo una niña, sin embargo, sé que si todo el dinero gastado en la guerra se gastará en terminar con la pobreza y encontrar respuestas a los problemas del medio ambiente, ¡qué maravilloso lugar sería esta Tierra! En la escuela, incluso en el jardín de niños, ustedes nos enseñan a comportarnos en el mundo. Nos enseñan: no pelear con los demás, a resolver conflictos, a respetar a los demás, a limpiar nuestro tiradero, a no lastimar a otras criaturas, a compartir – a no ser codiciosos. ¿Por qué entonces ustedes van y hacen las cosas que dijeron no debíamos hacer? No olviden por qué asisten a estas conferencias, por quién están ustedes haciendo esto — nosotros somos sus propios hijos. Ustedes están decidiendo en qué tipo de mundo creceremos nosotros. Los padres deberían ser capaces de reconfortar a sus hijos diciendo "todo va a salir bien", "estamos haciendo lo mejor posible" y "no es el fin del mundo". Pero no creo que ustedes puedan todavía decirnos eso. ¿Estamos acaso todavía en su lista de prioridades? Mi padre siempre dice: “Eres lo que haces, no lo que dices”. Pues bien, lo que ustedes hacen me hace llorar por la noche. Ustedes los adultos maduros nos dicen que nos aman. Pero yo les desafío, por favor, hagan que sus acciones reflejen sus palabras. Gracias por escuchar.
Muchos aplaudieron y se emocionaron con el discurso de Severn Suzuki en 1992, cuando tenía 12 años. Pero no hicieron nada sustancial en consecuencia ya que, basados en las prioridades de George H. W. Bush, decidieron que sería demasiado restrictivo para su acostumbrado estilo de vida y costaría demasiado a sus socios industriales.
Texto completo del discurso de Severn Suzuki ante la Cumbre de la Tierra en las Naciones Unidas: aquí o aquí. Activista Severn Cullis-Suzuki: referencia 1, referencia 2.
Réplica al texto disparador III: La infamia del pensamiento débil
Se sugiere, distinguido lector, tomar en cuenta la nota aclaratoria al inicio del texto disparador relacionado con esta sección.
Ante los eventos a nuestro alrededor, habrá algunos que especialmente merezcan nuestro análisis crítico por la relevancia del caso o simplemente debido a nuestro interés en el tema. Un examen crítico de la situación no se carga hacia ninguno de los lados. Por más atroces que sean los actos del totalitarismo religioso o político, como los presentados en el texto disparador, el filosofar busca primero entender a cabalidad cada perspectiva. De esa manera, usando el pensamiento filosófico, es posible analizar a profundidad la situación y encontrar las premisas sobre las cuales se basan las acciones. Luego se prosigue con el análisis del sustento o evidencia para cada una de esas premisas, llegando a una valoración amplia y contrastable de cada posición en relación con las posiciones alternativas. Por supuesto, el proceso intelectual de un análisis crítico completo es mucho más que lo recién mencionado.
Una de las promesas del movimiento ilustrado en la Europa del siglo XVIII —la Edad de la Razón— consistía en que la Humanidad emergería de siglos de oscurantismo e ignorancia hacia una nueva era iluminada por la razón y por la Ciencia, una era en donde reinaría la armonía y el progreso de la Humanidad en su conjunto. El movimiento intelectual de la Ilustración fue un precursor de la modernidad. Sin embargo, la promesa no ha sido cumplida en general todavía. El conjunto de corrientes intelectuales contemporáneas conocido como posmodernismo está compuesto de pensadores que evalúan críticamente a la modernidad y sostienen una amplia diversidad de posiciones. Algunos pensadores consideran que nunca será cumplida la promesa de la Ilustración pues se requieren otras bases y no sólo la razón y la Ciencia. Algunos otros pensadores piensan que el proyecto está inacabado y se requiere retomar el lema de la Ilustración:
“Ilustración es la salida del hombre de su auto-infligida minoría de edad. Minoría de edad es la imposibilidad de servirse de su entendimiento sin la guía de otro. Esta imposibilidad es auto-infligida cuando su causa no reside en la falta de entendimiento, sino de la falta de decisión y valor para servirse del suyo sin la guía de otro. ¡Atrévete a saber! ¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento! Tal es el lema de la Ilustración” —En defensa de la Ilustración, Immanuel Kant.
La idea de una educación ilustrada, es decir la guía para que los individuos se orienten en su propio pensamiento desde la niñez, representa aún la posibilidad de llevar a su cumplimiento las promesas del Siglo de las Luces. Pero, por supuesto, eso dependerá de que los sistemas educativos dejen de girar menos alrededor de la enseñanza —con todo su aparato institucional y academia jerárquica— y elijan girar más alrededor del aprendizaje.
Otros pensadores, en el aún amorfo conjunto de corrientes posmodernas, proponen un regreso a la sabiduría milenaria de los pueblos indígenas. El pensamiento occidental, derivado en gran medida de la Ilustración, ha tenido su oportunidad y no parece haber ayudado suficientemente para que la cultura occidental tome un rumbo en armonía con la Naturaleza. Por ejemplo la miope y desproporcionada dependencia en combustibles fósiles, no renovables, para mantener un estatus de bienestar perecedero. Por eso se propone retomar con seriedad el pensamiento indígena y buscar ahí las síntesis que hacen falta para que el ser humano llegue a integrarse con su ambiente natural.
¿El maligno posmoderno?
Al escribir estas líneas acontece el año 2011 de la Era Común. Después del año 9999 podría tener sentido práctico reiniciar la cuenta y tal vez proponer agrupaciones en eras por cada diez milenios. O tal vez para entonces hayan ya ocurrido eventos significativos que justifiquen un reinició en la cuenta de los años calendario. Imposible afirmar que la Humanidad estará presente. Además, considerando la insignificante partícula que es nuestro planeta, imposible afirmar que la Tierra estará presente. Pero, considerando el tiempo que ha estado presente la Tierra, hay buenas razones por las cuales pensar que la Tierra sí estará presente para ese efímero plazo —efímero si consideramos el tiempo astronómico. Sin embargo, el planeta Tierra sí tiene un plazo determinado por las leyes físicas: cinco mil millones de años más. Es el tiempo que a nuestro Sol le tomará convertirse en una gigante roja y vaporizar a la Tierra, engulléndola y desintegrándola. Es el tiempo que la Humanidad tiene para mudarse a otro lugar, para transferir la biosfera a la Tierra 2.0, si queremos evitar desaparecer como especie. Por eso, y por muchísimas razones más, uno de los mejores legados para la niñez de hoy y del mañana consiste en una educación científica.
Asumamos entonces un continuo de humanos que seguirán pensando, pues eso se les da a los humanos. Entonces, al permanecer constante la flecha del tiempo, y aun si la Humanidad enfrentara uno o varios reinicios hasta la Edad de Piedra, el ser humano encontraría la manera de cuestionarse, de negarse a dar por sentado las respuestas establecidas de cada época. Aun si esas respuestas tuvieran la apariencia de: “¡La verdad es esta!” para una época, o si tuvieran el tufo de: “¡No hay verdad!” para otra época.
Al considerar el devenir histórico del pensamiento humano no hay buenas razones por las cuales ser tan arrogantes y afirmar que ya hemos alcanzado la cumbre del pensamiento, que nuestro hoy es la cima y que las personas en los milenios por venir no tendrán nada por agregar —esto sería una interpretación ingenua del pensamiento de la modernidad—. De hecho, así pensaron algunos físicos en los inicios del siglo XX. Pensaron que Newton era inmutable e incorregible. Pero no contaron con la astucia de Einstein. Esta es una constante: los muy seguros no cuentan con la astucia de quienes les suceden. Claro que no es pura astucia, sino que los sucesores suelen contar con más información y estarían ubicados en mejor posición en la flecha del tiempo. Por eso el conocimiento científico es mutable y es corregible. No podemos presumir que la Naturaleza esté obligada, en adelante, a obedecer la Teoría de la Relatividad y el Modelo Estándar de la física de partículas. Un continuo de sorpresas es lo más probable si mantenemos el interés en descubrir más acerca de la Naturaleza.
Por otro lado, el conocimiento especulativo —como lo es el ejercicio teológico o el cristológico— no carece de sus supuestos “paladines” que se atreven a afirmar que determinada posición representa una cima y que más allá no hay nada. Por ejemplo los dogmas acerca del significado de términos como: la palabra de Dios, la trinidad, la divinidad de Jesucristo, la infalibilidad bíblica, la justificación de los aparatos eclesiásticos, la milagrosa inspiración bíblica, etc. Tales afirmaciones las hacen a partir de un dogmatismo exagerado que típicamente refleja lo peor del pensamiento religioso. Dicha posición resulta ser una indistinguible mezcla entre confianza excesiva y disfrazada soberbia. Por el contrario, una posición que reconozca la imposibilidad de alcanzar una certeza articulada tendería a aceptar que el asunto exige más investigación y cuestionamiento, no menos. De otro modo, si esos “paladines” tan sólo exigen una certeza desarticulada —una fe simple e ignorante—, entonces cabe la duda de si el asunto en realidad apunta a una posible mejor posición en forma de una incertidumbre articulada.
Por esa exigencia, por parte de los así mismos llamados “paladines” del teísmo, para que las personas se mantengan en una fe ciega y desinformada es que se puede reconocer a esos farsantes. Por el contrario, los que mantienen su compromiso con el pensamiento, los que abordan con seriedad el esfuerzo teológico y cristológico —a quienes sería justificado llamarles paladines del teísmo— suelen desarrollar una justificación para una posición desde la cual tenga sentido utilizar determinado lenguaje, por ejemplo palabras como “cielo”, “dios”, “demonio”, “milagro”, “alma”, “pecado”, etc. Pero, al considerar el nivel teológico-filosófico necesario para fundamentar la confianza en tal posición, se impone aquí una observación importante: los que estudian estas disciplinas de conocimiento especulativo, al parecer, no han dejado lugar para la “fe simple” que ostenta mi vecino —a decir de cómo se expresa mi vecino al respecto— y no parece que el siguiente domingo se lo vayan a aclarar desde el púlpito.
En 1979 Jean-François Lyotard propuso un término para referirse a lo que pudiera seguir al pensamiento de la modernidad: posmodernismo. Pues, basta una mirada al mundo —y a nuestro pensamiento personal a la fecha— para distinguir enormes lagunas en muchos campos de nuestro entendimiento, de nuestra conducta, y de un bienestar más generalizado para las especies de seres vivos en este diminuto —y quizá único en su clase— planeta.
El posmodernismo tiene algunos rasgos bien definidos pero es una corriente de pensamiento que continua en elaboración. Los historiadores, filósofos de la ciencia, teólogos, etc., en los siglos por venir estarán en mejor posición para demarcar más definitivamente los límites de lo que hoy se ha estado gestando. Mientras tanto, estar presente hoy como ser pensante exige participar en los debates y analizar seriamente los cuestionamientos que reclaman nuestra atención pues podrían tener el potencial para impulsarnos hacia adelante en la flecha del tiempo.
Por supuesto que hay razones para considerar desproporcionadas a las facciones del posmodernismo que afirman que no hay verdad, y que no hay caso en buscarla. Pero hay otras facciones que proponen avanzar en el proyecto inacabado de la Ilustración, ante lo cual me parecería una absoluta ceguera no concederle mucha razón pues hay suficiente evidencia que da soporte a tal propuesta. Pues las creencias y la conducta del grueso de la población mundial parecen pertenecer a lo peor de la Edad Media, ejemplos: ¿Cómo lo sabe?, La infamia del pensamiento débil, SionToday.com, ¿La fe ciega es un estado enajenado?, Milagros físicos, entre muchos otros ejemplos.
Denostar el posmodernismo como algo “diabólico” es simplemente no entender nuestro presente, es permanecer en un dogma exagerado, en una ignorancia voluntaria y arrogante. No todo lo posmoderno puede ser automáticamente descalificado como negativo. Pues, por ejemplo, el movimiento posmoderno ya ha servido para que cada vez más científicos reconozcan su descuido debido a su desinterés por los aspectos sociales de la investigación científica. En particular: la exclusión y la actitud de pisotear el pensamiento de la diversidad cultural en nuestras sociedades.
¿Qué es la antropología filosófica?
La filosofía antropológica reflexiona sobre el sentido último de la idea de lo humano, sobre las condiciones en donde es posible el fenómeno humano, es decir, busca esclarecer la justificación por la que un hecho se puede identificar propiamente como humano. Es el estudio del ser humano llevado a cabo por los métodos de la Filosofía.
El contemplar lo humano conlleva el análisis de ciertos enigmas perpetuos. El problema del fenómeno del lenguaje, su posibilidad y su relación con los límites del campo conceptual. El problema del conocimiento y cómo éste puede darse en una relación dual entre sujeto y objeto. El problema del valor y de cómo las personas pueden diferir tanto, y de maneras tan variadas, sobre el valor de una misma cosa. El problema de la libertad y de su posibilidad aun con los acondicionamientos sociales prevalecientes. El problema de la Ciencia y de los límites en su pretendida certeza. El problema de la comunicación interpersonal y los desafíos para lograrla. El problema de la religión, su relevante presencia en casi todas las culturas, su diversidad, y sus contradicciones.
El humano reflexiona sobre sí mismo cuando pierde seguridad en el mundo que habita, cuando el humano se convierte en problema, en enigma —como en los casos recién mencionados—. La seguridad proveniente de las apariencias se derrumba al considerar la pregunta de la realidad subyacente a esas apariencias. Por ejemplo, tenemos seguridad de contar con un lenguaje, lo tomamos como de lo más natural, lo damos por sentado y no reparamos en considerar la posibilidad de no tenerlo. Ni siquiera nos percatamos de cómo sería la situación sin un lenguaje. Qué es, qué conlleva, qué parte del ser humano quedaría sin el lenguaje. No saber provee una seguridad endeble. Conocer los fundamentos de la condición humana, por elegante o grotesca que sea la imagen que surja, ofrece una seguridad más robusta.
La filosofía aplicada al estudio de la Humanidad se ocupa, además, de la situación o estatus del ser humano en el Universo, el propósito o significado de la vida humana, y de si la Humanidad puede ser sujeto de un estudio sistemático. Entre los pensadores que han tomado este proyecto filosófico suele mencionarse a Max Scheler, Erich Fromm, Martin Heidegger, etc.
¿Qué es la Antropología?
El ejercicio reflexivo en la antropología filosófica se alimenta del trabajo en la Antropología. ¿Qué es, entonces, la Antropología? Es el estudio de la Humanidad en todos sus aspectos, especialmente la cultura humana, y el desarrollo humano. Difiere de la Sociología en la adopción de un enfoque más histórico y comparativo.
La Antropología examina cómo viven los seres humanos, lo que piensan, lo que producen y cómo interactúan con sus entornos. Los antropólogos intentan comprender toda la gama de la diversidad humana, lo que todas las personas tienen en común. Los antropólogos cuestionan: ¿cuándo, dónde y cómo evolucionaron los seres humanos? ¿Cómo las personas se adaptaron a diferentes entornos? ¿Cómo se han desarrollado las sociedades y qué ha cambiado desde el pasado hasta su presente? Respuestas a estas preguntas pueden ayudarnos a entender lo que significa ser humano. Puede también ayudarnos a comprender las formas para satisfacer las necesidades actuales de personas de todo el mundo y para planificar cómo podríamos vivir en el futuro.
La Antropología se divide en (1) Antropología cultural y social, que estudia al ser humano en sociedad y el origen, desarrollo y características de la cultura que ha creado. (2) Antropología lingüística, la cual se interesa por las múltiples relaciones mutuas que hay entre la lengua de un pueblo y los demás aspectos de su cultura; por ejemplo, las relaciones existentes entre el lenguaje hablado y el estatus o posición social de los integrantes de un grupo social. (3) Antropología física o antropología biológica, es una ciencia natural que se ocupa del origen y evolución de los seres humanos como especie biológica, así como los factores físico-biológicos y socioculturales que influyen en la conformación fisiológica y somatológica del ser humano moderno. (4) La Arqueología, ciencia que estudia lo que se refiere a las artes, a los monumentos y a los objetos humanos de la antigüedad.
¿Cuál es la naturaleza humana?
¿Hay un conjunto de características que distinguen de forma unívoca a todos los seres humanos, del pasado, del presente, y del futuro, y que dichos rasgos no estén presentes en otras especies? En otras palabras ¿cuál es la esencia del ser humano?
De acuerdo al primatólogo —quien ejerce un estudio científico de los primates— Robert Sapolsky, no somos diferentes con base en lo biológico. Nuestro número de genes no es radicalmente diferente, incluso comparado con un gusano o con una mosca de la fruta. Estamos hechos con los mismos ladrillos básicos. La especie humana no desarrolló un tipo especial de neuronas, diferentes a las de otra especie. Biológicamente no somos diferentes al resto de los mamíferos. Por ejemplo, las hembras mamíferas sincronizan entre sí su periodo de ovulación tan sólo por cohabitar y compartir el aire del mismo espacio circundante. Exactamente lo mismo sucede para las mujeres en la especie humana, conocido como el efecto Wellesley.
No somos tampoco la única especie que asesina a sus semejantes, incluso de una manera organizada, como se ha corroborado al observar las patrullas territoriales de monos babuinos en África. Estos monos colaborar, aprenden, y socializan. Incluso muestran empatía y compasión por otros de su misma especie. Por ejemplo, un joven e impertinente mono babuino provoca a un macho dominante, como resultado el joven mono recibe un golpe. En otra ocasión, un macho dominante irritado pasa y golpea sin razón alguna a otro apacible mono que estaba por ahí. En el primer caso, nadie de la comunidad de monos se acerca al provocador mono impertinente; en el segundo caso, varios monos se acercan y acicalan al apacible mono que fue sujeto de un trato injusto. Lo que sí nos distingue a la especie humana es la empatía que mostramos hacia miembros de especies diferentes. Nada parecido a la Sociedad Protectora de Animales se encuentra fuera de nuestra especie.
Tampoco somos los únicos en tener una teoría de la mente —“teoría” pues nunca nadie ha podido experimentar la mente de alguien más, asumimos por intuición que los demás también tienen una mente ya que no se puede medir ni observar directamente—, es decir, otros mamíferos exhiben un rudimentario entendimiento de que sus semejantes también tienen mente. Por ejemplo, dos chimpancés, uno dominante y otro de rango inferior, en dos jaulas frente a frente, en medio una vitrina de paredes transparentes y opacas que contiene un plátano. En la primera ocasión, la vitrina sólo muestra el plátano al mono de rango inferior. En una segunda ocasión, ambos pueden ver el plátano. Lo siguiente sucede al abrir las jaulas simultáneamente: si el chimpancé dominante logró ver el plátano, el otro chimpancé no se molesta en tomar el plátano; si el dominante no logró ver el plátano el otro chimpancé se apresura a tomar el plátano. Si el chimpancé dominante logró ver el plátano, invariablemente lo toma, sin importarle si el otro logró verlo. Como nosotros, los chimpancés también se comportan con base en una suposición de la información en otro individuo. Lo que sí nos distingue es una teoría secundaria de la mente, es decir, podemos intuir el contenido mental de otro individuo acerca de un tercero.
El principio moral conocido como la Regla de Oro —compórtate con los demás como quieras que se comporten contigo— no es único de los humanos. La reciprocidad y la cooperación se encuentran en otras especies. Ejemplo, los murciélagos tienen un sistema comunitario para amamantar, en el cual si una hembra no amamanta a las crías de las demás, sus crías dejan de ser amamantadas por las demás hembras. Lo que sí es único en el humano es, otra vez, un siguiente nivel de entendimiento, para identificar sistemas de valores por los cuales alguien puede sentirse recompensado o castigado. Robert Sapolsky ilustra este punto con un ejemplo humorístico: “El masoquista le dice al sádico: ¡Golpéame! El sádico contesta: ¡No!”
La química cerebral provocada por el neurotransmisor conocido como dopamina, agente de la gratificación o la recompensa, funciona exactamente igual en nosotros como en otras especies. Por ejemplo, en delfines, perros, focas, etc., dicha química se activa por la anticipación de la recompensa, al hacer un trabajo cualquiera, como saltar por un aro, en espera de la comida o premio subsiguiente. Los niveles de dopamina se incrementan significativamente si se inserta un factor de azar. Tanto animales como humanos enloquecen si la recompensa está en términos de un quizá —tal hecho ha sido claramente aprovechado por los dueños de casinos y apuestas—. Lo que es exclusivo de los humanos es lo extenso del periodo que estamos dispuestos a esperar para recibir la recompensa. La capacidad que tenemos para aguantar es netamente humana. No es de sorprender, entonces, el éxito entre los humanos de los sistemas de recompensa en ciertas ideologías, e.g., teorías teológicas, donde se tiene que seguir esperando la recompensa incluso después de haber muerto.
Algo en lo cual somos únicos y no hay precedente en las demás especies conocidas: vivir en contradicción, es decir, creer simultáneamente dos ideas contradictorias. De forma genérica: “Obtener la fuerza y la voluntad para lograr hacer X a partir de la evidencia irrefutable de que X no puede lograr hacerse”. Es de lo más irracional de lo que somos capaces como especie. Por ejemplo, una monja cristiana encargada de asistir en el pabellón de los presidiarios más deplorables en una cárcel de alta seguridad: asesinos, violadores, secuestradores, etc. Su explicación de cómo puede hacerlo: “Entre más grave el pecado, más estamos obligados a perdonarlo; entre más detestables puedan ser, más deben ser sujetos de ser amados”. Entre más contradictorias sean las dos ideas, más apelan a convertirse en un imperativo moral. Otro ejemplo: mientras más imposible sea que una sola persona pueda hacer una diferencia en este mundo, más imperativo es que lo haga. Entre más imposible sea hacer algo, más importante es lograr hacerlo.
Entonces, ¿cuál es la naturaleza humana?
Una respuesta a esta pregunta se ha propuesto desde diferentes perspectivas. La antropología filosófica necesariamente aborda un análisis imparcial, balanceado, de tales perspectivas. Aristóteles piensa en la naturaleza humana como constituida de hábitos formados y deseos de felicidad, todos los hombres por naturaleza desean saber. Michel Foucault nos habla de la no-permanencia de lo que es generalmente considerado como naturaleza humana. La corriente pesimista de Arthur Schopenhauer propone a la naturaleza humana como conducida hacia el dolor, el sufrimiento, y la muerte. La perspectiva religiosa y legalista del pecado original dice que la naturaleza humana es esencialmente maligna y concupiscente. El confusionismo y el pelagianismo la proponen como algo esencialmente bueno. La filosofía occidental y la agustiniana la conciben como una lucha perenne entre el bien y el mal. El naturalismo y la socio-biología plantean a la naturaleza humana como algo controlado por la selección natural y la biología evolucionista. Ludwig Feuerbach la plantea como el resultado de las influencias ambientales y de la experiencia. El existencialismo, Giovanni Pico della Mirandola, Søren Kierkegaard, Jean-Paul Sartre, proponen crear nuestra propia naturaleza a través de nuestras libres decisiones. Abraham Maslow dice que la naturaleza humana es el resultado de la lucha para satisfacer una jerarquía de necesidades humanas. El psicoanálisis, Sigmund Freud, como el producto de tendencias innatas en conflicto con los requisitos de la vida social. Carl Jung propone a la naturaleza humana como derivada de la inconsciencia colectiva, un cuerpo compartido de imágenes recurrentes acerca de las experiencias básicas de la vida.
Es difícil afirmar que tal cosa de “lo humano” esté por completo definida o sea inmutable, determinado en su totalidad o por los genes o por el ambiente. La biología no se puede explicar fuera del contexto de su ambiente. La naturaleza humana no está “genéticamente programada” para suceder de forma determinística. Tiendo a coincidir con la idea de que la naturaleza humana es precisamente que no tenemos “una” naturaleza, sino que podemos descubrir nuestro sentido de ser y adaptarnos sobre la marcha. Pero eso le debe corresponder al individuo adulto —adulto en un sentido amplio de la palabra— y no a los esquemas de poder jerárquico. De ahí la importancia de la formación filosófica para los individuos.
¿Qué es la persona?
En la obra Meditaciones de Descartes se analiza el misterio mente-cuerpo, que entraña la pregunta de la consciencia y del cómo están conectados nuestros pensamientos y sentimientos con las neuronas y moléculas que conforman nuestro cerebro. ¿Dónde termina el cuerpo e inicia la consciencia? ¿Es la mente un efecto de los procesos cerebrales, tal que al detenerse dichos procesos la mente desaparece? ¿Cuál podría ser el significado de percibir, incluso a uno mismo, sin la presencia de dichos sucesos electroquímicos en el cerebro? Este misterio es ya de proporciones colosales incluso antes de buscar explicaciones satisfactorias para distinguir el significado de palabras como alma o espíritu.
El dualismo sostiene la realidad independiente de alma y cuerpo, así como la persistencia del alma una vez que sea liberada del cuerpo. El dualismo tiene antecedentes en las doctrinas religiosas del orfismo griego, que incluía la metempsícosis.
El monismo, por el contrario, afirma la unidad del humano, cuerpo y alma no existen como dos realidades ni el humano puede ser considerado como la unión de dos seres que existen separadamente. Así se encuentra en la primitiva literatura griega, y también en la cultura semita. De ahí que en la Biblia hebrea, el Antiguo Testamento cristiano, no hay alma inmortal, el humano es una unidad, indivisible.
El individualismo propone la supremacía del individuo sobre la colectividad, consiste en buscar total seguridad en el ser propio, y no en relación con los demás. Es la voluntad de poder de Frederick Nietzsche. El humano que guía su vida según la voluntad de poder es un hombre que intenta siempre superarse a sí mismo, mejorarse en todas sus facetas. No tiene en cuenta lo que los demás piensen o digan de él, se enfrenta a la vida y asume la realidad, se procura una vida feliz sin remordimientos. Busca la libertad, repudiando al vicio, que es debilidad y esclavitud. Entre las interpretaciones desproporcionadas del individualismo se encuentra el nacionalsocialismo nazi, como un afirmarse a costa de los otros, sobresalir y expandir su capacidad de lograr todos sus deseos aunque sea aplastando a los demás.
El colectivismo propone el extremo opuesto, donde el humano se libera del egoísmo y la soledad del individualismo, donde todos participan de todo y la colectividad es la fuente que provee de satisfacción para todos. El individuo carece de contribuciones por sí mismo, todo tipo de logro es considerado como el resultado de un esfuerzo grupal. Carlos Marx afirma que la realización del humano es la colectividad y su esencia misma es el conjunto de sus relaciones sociales. El colectivismo requiere que la materia objetiva sea la base de todas las relaciones sociales, no la subjetividad de los individuos. La colectividad es siempre superior al individuo, en todos los niveles. El colectivismo exagerado implica exigencias totalitarias ante las cuales el respeto a una sola persona “no es más que sentimentalismo burgués” —como lo dice Emile Baas en su Introducción crítica al marxismo.
Entonces, ¿qué es la persona?
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El errar como esencia de lo humano
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El ejercicio teórico
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¿Qué es la vida?
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¿Qué es la realización personal? – Cualquiera puede cocinar
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La condición del ser humano en sociedad
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¿A dónde vamos?
Para cambiar el rumbo del mundo humano es necesario filosofar antropológicamente y es necesario que cada vez más personas se pregunten seriamente ¿a dónde vamos como Humanidad?
La divulgación y la práctica del ejercicio filosófico no pueden ser algo opcional para un ser humano en continuo desarrollo. Así como es indispensable que un individuo recapacite y ajuste el rumbo de su vida, a veces radicalmente, así también es prudente reflexionar para reconocer el momento cuando sea imperativo reiniciar el sistema mundial.
Sabemos que los cambios importantes no provienen de los prelados y las estructuras jerárquicas en la sociedad, sino de los individuos. Para eso el individuo requiere estar dispuesto a exponer y cuestionar sus creencias más íntimas. A desarrollar su pensamiento de orden superior —pensamiento crítico, pensamiento creativo, y pensamiento valorativo— y poder así aportar de una manera sobria y proporciona ante las propuestas que le llegan de todas partes. A estar dispuesto a analizar más a fondo y buscar la justificación para realizar esos cambios de rumbo personal que lo pueden llevar a un siguiente nivel de desarrollo humano. En ese sentido, pero a una escala global, es que es importante analizar propuestas como la del Movimiento Zeitgeist, que recién publicó un video en Internet, como continuación al video de hace un par de años, el cual remito como una actualización del siguiente texto: Apagar el sistema actual y encender uno nuevo.
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Filosofía del hombre – curso de filosofía tomista. Roger Verneaux. Editorial Herder. ISBN 84-254-0487-8.
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El estudio adecuado de la humanidad - Antología de ensayos. Isaiah Berlin. Fondo de Cultura Económica. ISBN 978-607-16-0076-9.
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Filosofía de las formas simbólicas, I: El lenguaje. Ernst Cassirer. Fondo de Cultura Económica. ISBN 968-16-5586-9.
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Antropología – la ciencia que estudia al ser humano. Gloria M. Delgado de Cantú. Editorial Édere. ISBN 970-9898-06-X.
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El Poder de la Estupidez. Giancarlo Livraghi. Editorial Crítica. ISBN 978-84-9892-103-1.
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Being Wrong: Adventures in the Margin of Error. Kathryn Schulz. ISBN 978-0061176043.
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The 4 Percent Universe: Dark Matter, Dark Energy, and the Race to Discover the Rest of Reality. Richard Panek. ISBN 978-06-1898-244-8.
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The Copernican Revolution: Planetary Astronomy in the Development of Western Thought. Thomas S. Kuhn. ISBN 978-06-7417-103-9.
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