Seminario de Filosofía

El sentido último de la educación consiste en el desarrollo de tus facultades como persona. El ejercicio filosófico —personal— resulta necesario para dicho desarrollo. Buscar educarse, poniendo límites al error propio, es en sí misma una aportación importante a la sociedad.

Tuesday, May 8, 2012

Preparando la décima sesión: Estética y pensamiento creativo

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Contenido

Preparando la décima sesión: Estética y pensamiento creativo

Preámbulo

Texto disparador I: Realidad y ficción

Referencias

Texto disparador II: La medida del hombre

Texto disparador III: La religión como poesía

Bibliografía propuesta

Preparando la décima sesión: Estética y pensamiento creativo

Preámbulo

El ejercicio filosófico incluye, también, la reflexión sobre el papel que juega el arte en la vida humana. Pensar acerca de la devoción a la belleza y la reverencia a lo sublime ofrece otro vasto panorama, lleno de provincias diversas, de indagación sobre la vida interior de la persona. Por medio del arte también conocemos más a uno mismo, en el placer de los sentidos y del espíritu humano. El sujeto y la expresión de su sensibilidad como campo de reflexión hacen de la estética filosófica, también, otra herramienta para transformar a uno mismo desde esa vida interior y no sólo en la superficie.

¿Qué significa ser un creador? ¿Es la creatividad un ingrediente clave para una vida más divertida, interesante y plena? ¿Qué relación puede tener alguien común y corriente, como yo, con la filosofía del arte y de lo bello, o con el ejercicio estético y creativo? ¿Cómo la creatividad conceptual puede ayudar a un individuo a cambiar sus propias ideas y percepciones?

Así como el pensamiento científico está cada día a nuestro alcance —cuando conocemos qué es la ciencia y cómo se elabora— así también la reflexión sobre la belleza y sobre la destreza humana están ahí, como parte de lo que el humano es y puede ser capaz, para ayudarnos a habitar nuestra realidad y para evolucionarla.

Texto disparador I: Realidad y ficción

¿Qué papel juega algo como el arte, como la ficción literaria y el ejercicio estético en la vida del animal humano? Y, quizá también muy relevante, ¿qué papel juegan en la transformación de esa vida? ¿Es posible transformar nuestra sociedad también por medio del arte?

Este breve texto que escribo «aquí», y que usted respetable lector interpreta «allá», no intenta ser un texto propagandista con ideas ya por completo terminadas y bien formadas, listas para consumo cuales productos manufacturados en masa. Sugiero sirva este texto como una invitación a la contemplación y a la meditación sobre la relación entre realidad y ficción, entre lo real y lo posible. Propongo, además, considerar que ese «aquí» y «allá» no son en realidad dos ámbitos distintos sino un solo —muy extenso— ámbito cimentado en nuestra naturaleza neurobiológica: ese prodigio del mundo natural llamado mente humana —toda ella, tanto la mente consciente como la mente inconsciente.

El tipo de contemplación que implica el ejercicio estético incluye ese rasgo de diversión y deleite, ese rasgo «recreativo» que suele estar asociado a lo que nos gusta y disfrutamos, pero también a lo que nos aterra y nos hace temblar —en general a la vivencia y exploración de nuestra «sensibilidad subjetiva». Hay dos conceptos clave resaltados en este párrafo que elaboro brevemente a continuación:

Primero, nuestra «sensibilidad subjetiva» y “el mundo real” no están hechos de algo radicalmente distinto al material de nuestros sueños. Consideremos el porqué. La manera más demostrada para conocer lo que hay afuera de nuestra propia mente es al estilo científico. Pero ese estilo, por supuesto, no es conocer por el principio de autoridad, en particular de ninguna autoridad científica, sino por el desarrollo y la aplicación de nuestro propio pensamiento crítico individual. Aun así, el conocimiento científico es corregible y es mutable; es decir, la realidad científica no es absoluta sino que sus perspectivas —por ejemplo el realismo crítico— ante el conocimiento están abiertas a cualquier posibilidad que demuestre un mejor soporte para entonces tomar su lugar como una nueva realidad científica aumentada o mejorada. Y así, esa nueva realidad científica tendría un mayor alcance para explicar, predecir, describir y controlar el mundo “allá afuera”, afuera de nuestra propia mente. Pero de ese mundo de afuera sólo sabremos aquello dentro de los límites neurofisiológicos de nuestra propia biología. Al mundo afuera sólo podremos conocerlo a través de la ventana de nuestro cerebro humano y el factor de la fisiología cerebral no podría ser removido de la ecuación del conocimiento. Por tanto, un rasgo de una posición científica es la sobriedad para aceptar que habrá aspectos del mundo “allá afuera” ante los cuales es preferible escoger una incertidumbre articulada en lugar de una certeza desarticulada. Un excelente texto, de Juan Rodes, con reflexiones epistemológicas, tiene el título: «La realidad según la ciencia y el constructivismo» [A]. El texto de Juan Rodes me parece un muy notable texto para reflexionar, para indagar más al respecto y para hacer ajustes o remplazos en no pocas de nuestras opiniones sobre “el mundo real” que dicen algunos —en tono absolutista— no puede ser cambiado por los individuos.

Segundo, el rasgo «recreativo» del arte implica crear algo nuevamente o expresar algo nuevo sobre lo ya existente [B]. El narrar relatos sobre la realidad es algo que los humanos siempre hemos hecho para habitar dicha realidad. No es posible hacerlo de otra manera pues no tenemos acceso directo al mundo en sí, al mundo “allá afuera” ya mencionado. A lo largo de la historia de nuestra especie esos relatos han sido diversos y cada vez más sofisticados —estos rasgos provienen de nuestros diferentes niveles de destreza para interpretar lo real. Estos relatos cumplen una función vital para habitar nuestra realidad y para transformarla. Otro nombre que se ha dado a estos relatos en el estudio de la filosofía de lo humano —antropología filosófica— es el de «mitos». Pero mito no como sinónimo de patraña sino como interpretación simbólica basada en el lenguaje —lenguaje como rasgo humano con el que se crean esos relatos para interpretar lo real y para transformarlo [C]. De ahí, en parte, proviene el poder de la ficción literaria como un ejercicio relevante en el humano para entender lo que es nuestro mundo y, así, entendiéndolo entonces transformarlo.

Por ejemplo, recién imaginé y escribí un par de narraciones, dos intentos para ejercitarme en la escritura de ficción literaria. Por supuesto, no es que haya existido un joven conversando con una mujer en la apacible orilla de un río [D], ni tampoco que exista un Anciano Prelado pronunciado un discurso [E], la «existencia física» concreta, en tiempo y espacio, no es el punto del relato sino que ese tipo de conversaciones y ese tipo de discursos «existen» de alguna y muchas maneras.

Referencias

[A] La realidad según la ciencia y el constructivismo — disponible desde cualquiera de las siguientes dos páginas en Internet: primera, o segunda.

[B] El arte como molde

[C] Mito y transformación

[D] Una ficción

[E] «¡Hay un Dios Vivo!»

Texto disparador II: La medida del hombre

La mención de la creatividad suele asociarse con algo positivo. Por ejemplo, el compositor de una magnífica sinfonía clásica, o quien creó la primera computadora personal (Steve Wozniak), o quien compone la última canción de moda que “todos” quieren tener, por su creatividad llegan a recibir calificativos de ¡genios!

La creatividad —la facultad de creación— parece algo muy buscado, especialmente por quien quiere vender sus efectos. Pero me parece que no están buscando realmente la creatividad sino la innovación. La diferencia consiste en que la innovación abarca un rango de destrezas distintas que aquel necesario para la creación. El creador puede hacer surgir algo a partir de su destreza creadora, pero el innovador, por otro lado, es capaz de hacer concreto el valor de lo creado en las manos de otras personas; quienes podrían no contar ni con la capacidad creadora ni tampoco estar próximos al creador de origen. En ese sentido está claro el mérito de ambos, creador e innovador, y así me explico el mérito, por ejemplo, tanto de Steve Wozniak como de Steve Jobs.

Sin embargo, el sentido de la dependencia va de la innovación hacia la creación: no hay nada por innovar sin estar precedido por la destreza creadora. Por tanto, coincido con lo expuesto en el siguiente artículo: Why Are There No Successful Innovation Initiatives? Pues si bien la innovación puede ser una tarea de equipo, ya sea en forma de un proyecto de resolución de problemas o incluso un proyecto de ejecución táctica, ambos con marcado énfasis en el esfuerzo cooperativo, la creación, por otro lado, no se aclimata entre las jerarquías mentales, y mucho menos si estas son rígidas y anquilosadas. El caldo de cultivo para la creatividad se echa a perder ante las normas, los estándares, la obediencia, y la burocracia en general. Para que la creatividad dé frutos suele requerirse un considerable grado de libertad, autonomía, y de riesgo por muchos “re-trabajos”.

Por lo que una organización que se vanaglorie por su creatividad y busque ser coherente al mismo tiempo, deberá primero tomar conciencia del lugar real que tiene la creatividad entre sus políticas burocráticas.

Ahora, la creatividad implica novedad, algo no experimentado antes. Si eso se percibe como positivo para el libre mercado o la ciencia ¿por qué la creatividad está proscrita en algunos ámbitos de suma importancia para la cosmovisión del ser humano, por ejemplo, en el campo de la religión? En particular, ¿por qué permanecer con agotadas teologías de corte dogmático que tan sólo aportan para los problemas de la Humanidad? Por ejemplo, las misóginas teologías que afirman que Dios es de género masculino, y por tanto, lo masculino es lo único capaz de fecundar. ¿Hasta qué punto esto se sostiene hoy en día? ¿No es acaso evidente que tal teología pertenece a un tiempo pre-científico?

De ahí mi curiosidad por la descripción de la fase tres del artículo ya referido al extrapolarla a otro contexto: el contexto de la religión institucionalizada. Pues hace poco escuché la respuesta de una persona en una posición jerárquica dentro de una institución religiosa al preguntarle sobre la mención de los conceptos de la teología de la liberación en sus sermones. Su respuesta fue algo así: “Yo tengo cuentas por pagar y muchos compromisos financieros, yo ya no estoy ni para mejorar mis convicciones ni para intentar cambios en cómo funciona la doctrina actual”.

¿Es acaso que las corporaciones tienden a imitar a quienes consideran modelos a seguir –como los prelados eclesiales? ¿Cuántas personas en posiciones jerárquicas corporativas o gubernamentales considerarán como un servicio a Dios o una misión divina lo que hacen, y que incluso se consideren estar en dicha posición jerárquica debido a la voluntad de Dios, y que, por tanto, no pueden estar equivocados en su proceder, pues consideran sus decisiones casi como de inspiración divina?

Los excesos del iluminismo en religión —la pretensión de tener una relación personal y directa con Dios— se pueden ver tanto en gobiernos ultra-conservadores y sus contra-partidas corporativas. ¿No acaso está presente el ritual de algunos presidentes de hacer juramentos ante la Biblia y al mismo tiempo ordenar todo tipo de guerras en contra de quienes no se sometan a los dictados de su gobierno y se atrevan a tener un Dios distinto?

Pero, ¿acaso esta mentalidad es exclusiva de los prelados jerárquicos? ¿Acaso no también se observa a toda escala social? Como dice un muy estimado amigo: «A toda escala pasa. Algo tiene el poder que el ser humano se ve seducido y se sojuzga».

Lo dejó escrito Aristocles (Platón):

«La medida de un hombre es lo que puede hacer con el poder que tiene»

Texto disparador III: La religión como poesía

¿Será posible que el ser humano pueda permanecer privado por completo de interpretaciones religiosas de su propia vida y del mundo?

En el contexto de las tradiciones religiosas abrahámicas, la fe parece ser una disposición con la que se cuenta por completo o se carece del todo, es decir, no se aceptan niveles de fe. ¿Cómo entender la exigencia de fe por parte de la religión? ¿Por qué la fe es una obligación en el ámbito religioso? Es cierto que la fe como confianza es requisito indispensable para vivir, incluso para iniciar un día es necesario no reconsiderar el supuesto que aparecerá el Sol por el horizonte, esa es la fe animal descrita por George Santayana. Por otro lado, y en el contexto señalado, estamos hablando de la fe teologal, la que, en el caso del cristianismo, dictó dogmáticamente la comunidad que después llegó a ser la iglesia dominante en la Roma antigua. La época actual heredó ese dogma ante el cual se exige una confianza absoluta. Pero, ¿cuál patrón de consistencia podría sostener una confianza absoluta?, ¿sobre qué se basa dicha confianza?, ¿en cuál ámbito se justifica el nivel de confianza exigido por la religión?

Para entender la fe teologal, como certeza articulada, es necesario explicarla en un campo distinto al campo dominado por el conjunto de las fuerzas de la Naturaleza. De otro modo, si se pretende mantener a la fe teologal frente a la dictadura natural, entonces estamos en presencia de una descomunal malinterpretación: confundir la fe como conocimiento, mezclar la fe con lo que debe fundamentar la conducta. De ahí, de ese tropiezo, se llega a la justificación de actos atroces en contra de la humanidad por los cuales la religión, vulgarmente interpretada, se ha ganado tan mala fama.

La fe teologal tiene su justo lugar en formas simbólicas de expresión estética, donde la libertad de conciencia tiene su pleno desarrollo sin presunciones exageradas y sin las consecuencias negativas provocadas al mezclar indebidamente la fe teologal con el campo del realismo. El pensamiento religioso es una interpretación simbólica que comparte el mismo ámbito que el pensamiento poético. La más sublime reverencia y devoción a la idea de lo absoluto —lo sagrado— puede ser expresada libremente y sin límites en el campo poético. Nadie está obligado a aceptar como cierto o falso el contenido de la expresión estética. Ya esto representa un significativo desarrollo de la subjetividad, ya sirve para la vida interna, personal; y al manifestarlo, ya muchos podrían disfrutar y enriquecerse por tal subjetividad a través del pensamiento estético y de su ejercicio.

La libertad de conciencia reina suprema en el pensamiento religioso profundo, así como lo hace en la alta poesía. Una conexión intensa con el lenguaje y con las bases de lo humano, una fantasía creadora y una pasión intelectual, una viva imaginación al filosofar y al teologar, caracterizan a una alta poesía, del mismo modo que caracterizan al ejercicio teológico-filosófico.

Si alguien interpreta estos párrafos como una denostación del pensamiento religioso vulgar —no especializado, por ejemplo el biblicismo o literalismo bíblico—, no está muy lejos de mi intención de fondo; pero enfatizo, claro debe quedar, que no denuesto en modo alguno a las personas en sí, sino a las consecuencias sociales provocadas por las malinterpretaciones populares e incautas. Del mismo modo, si alguien interpreta mis palabras como una exaltación al esmero por indagar y explicarse ese sentido místico-religioso profundo de la vida humana, entonces se acerca a la comprensión de lo valioso en perseguir una teoría teológica libertaria.

Parece necesario aclarar que una teoría teológica puede plantearse tanto para intentar legitimar a los sistemas doctrinales establecidos —por ejemplo por las tradiciones abrahámicas— como para instaurar un nuevo orden en el imaginario personal que nos exima de los agotados dogmatismos de dichos sistemas religiosos establecidos. Dada la gran cantidad de personas que supuestamente son muy religiosas en nuestras sociedades y que al mismo tiempo han sido defraudadas en exceso por sus sistemas doctrinales dogmáticos al no ser debidamente informadas de qué es la religión, es que se hace relevante promover una cultura de indagación teológico-filosófica que nos ayude a proseguir «en la búsqueda de respuestas últimas congruentes con las respuestas próximas que ofrece la realidad científica de la Ciencia natural. Pero sin el temor ni el temblor que proponen las agotadas teologías basadas en dogmas; es decir, sin el opio religioso» —¿Para qué teología filosófica?

La religión, como forma simbólica, servirá también para conocernos a nosotros mismos. Sucede como en la apreciación estética: al reflexionar sobre nuestra experiencia ante una obra artística llegamos a conocer más de nosotros mismos que de la obra en cuestión. El escritor irlandés George Bernard Shaw dijo algo como «El espejo se usa para verse el rostro; el arte para verse el alma». Una teoría teológica, ya sea insulsa o profunda, dice más de quién se la apropia que dice de los dioses.

Bibliografía propuesta

  1. Cuestiones estéticas y artísticas contemporáneas. Adolfo Sánchez Vázquez. Fondo de Cultura Económica. ISBN 968-16-6790-5.

  2. Historia de la estética. Raymond Bayer. Fondo de Cultura Económica. ISBN 978-968-16-2224-4.

  3. Interpretaciones de poesía y religión. George Santayana. KRK Ediciones. ISBN 978-84-8367-058-3.

  4. Creatividad. Edward de Bono. Editorial Paidós. ISBN 978-84-493-2080-4.

  5. Lateral thinking. Edward de Bono. Harper Perennial. ISBN 978-0-06-090325-1.

Libertad y teoría de los valores‏

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