Seminario de Filosofía

El sentido último de la educación consiste en el desarrollo de tus facultades como persona. El ejercicio filosófico —personal— resulta necesario para dicho desarrollo. Buscar educarse, poniendo límites al error propio, es en sí misma una aportación importante a la sociedad.

Monday, August 24, 2009

Problemas filosóficos – ¿historia o solución única?

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Introducción

La filosofía es, en buena medida, historia de la filosofía; pues el pensar filosófico acarrea su pasado y al mismo tiempo aspira, en cada recomenzar del pensamiento, a romper con dicho pasado en pos de dar nuevos pasos hacia la verdad. Por eso, la tradición filosófica está lejos de consistir en memorizar datos mecánicamente, sino que se resume en la fórmula: no se aprende filosofía, se aprende a filosofar.

El participante de este seminario de introducción a la filosofía, en este punto, ya identificaría con claridad al continuo desarrollo de sus facultades intelectuales como el “chiste” del filosofar, el sentido último de la filosofía como materia de estudio; desarrollo que sólo podría suceder cuando uno se lanza por cuenta propia, como adulto —internamente hablando—, a filosofar y con el fin de tomar en serio el asunto de ser un miembro del género humano. Esta membresía nos empuja a concluir que lo mejor que podemos hacer por nosotros mismos y luego por las sociedades en que participamos (país, ciudad, colonia, iglesia, trabajo, recreo, etcétera) es precisamente ese desarrollo interior como individuos; para luego aportar ideas bien pensadas en diversas áreas de la vida, ideas con bases amplias que contemplen, consciente y atinadamente, sus costos y beneficios asociados.

Las preguntas filosóficas

Las preguntas filosóficas son inevitables para quien no renuncie a pensar. Algunas preguntas típicas en una presentación de la historia de la filosofía [2] son: ¿Dios existe o sólo existimos nosotros, extraviados en este gigantesco universo? ¿Es la vida un orden o un caos? ¿Tiene la historia humana un sentido? ¿Si lo tiene, cuál es? O bien, ¿todo –la gloria y la miseria, las grandes conquistas y los sufrimientos inocentes, víctimas y victimarios– todo eso será devorado por el absurdo, por el sin sentido? ¿El hombre es libre y responsable o sólo es un simple fragmento insignificante del Universo, determinado en sus acciones por rígidas leyes naturales? ¿Puede la ciencia darnos certezas? ¿Qué es la verdad? ¿Cuáles son las relaciones entre razón científica y fe religiosa? ¿Cuándo podemos decir que el Estado es democrático? ¿Se puede obtener una justificación racional de los valores más altos?

¿Cómo el ser humano ha respondido a las preguntas filosóficas?

Los filósofos has perseguido proyectos filosóficos diversos a lo largo de la historia. Una manera de caracterizar dichos proyectos es clasificarlos por cosmovisión, por la manera particular de ver e interpretar el mundo, la realidad, en forma general. Veamos brevemente algunas de las cosmovisiones típicas por su orden de aparición histórico.

Cosmovisión mitológica — las respuestas que los filósofos aportan a su sociedad, y que suelen pasar a ser las respuestas prevalecientes, están en función de los designios de los dioses. Si llueve o tiembla, si un volcán hace erupción o cae un rayo, o hay sequía, es debido a que los dioses lo provocaron. El estado de ánimo de los dioses y sus caprichos son la causa indiscutible de lo observable y son el fundamento para explicar la vida.

Cosmovisión mágica — el mundo se explica en términos del pensamiento mágico, la idea de que es posible controlar a la Naturaleza por medio de conjuros o determinado conocimiento astrológico, de que es posible saber lo que acontecerá y se puede tener dominio de ello con amuletos, conjuros o rituales; o por medio de especular cómo los astros afectan la vida de las personas aquí en la Tierra.

Cosmovisión religiosa — el Universo es explicado en términos de sistemas de creencias derivadas de la revelación o derivadas de la observación de la Naturaleza. Algunos de sus rasgos son el dogmatismo, el miedo, el afán por la inmortalidad y por la trascendencia eterna.

Cosmovisión filosófica — las explicaciones del mundo son buscadas por medios reflexivos, críticos, proponiendo perspectivas de conjunto, conocimiento general, que aspiran a ser explicaciones universales acerca de cómo la realidad funciona y de las cuales se pueden derivar sus consecuencias lógicas.

Cosmovisión científica — se ofrecen respuestas por medio de conocimiento particular, objetivo, racional y sistemático y, por tanto, circunscrito a la adquisición de conocimiento confiable en el campo de los fenómenos naturales y sociales susceptibles de evidencia empírica.

¿Y cuál puede ser la relevancia del estudio histórico? Pues por ejemplo, ¿cómo voy a saber si mis ideas no son las del fundamentalismo, si no conozco el fundamentalismo? Si desconozco las premisas, la razón, los argumentos, la historia, y en general, la idea esencial del fundamentalismo, entonces ¿cómo sabría que yo mismo no soy un fundamentalista? La misma pregunta aplica para el caso del nacionalsocialismo nazi, los proto-ortodoxos de los primeros siglos del cristianismo, los capitalistas, los comunistas, los socialistas, los esenios, los gnósticos, metodistas, racionalistas, sofistas, ocultistas, empiristas, esotéricos, modernistas, epicúreos, positivistas, paternalistas, posmodernistas, etcétera.

Réplica al texto disparador

Uno de mis proyectos filosóficos consiste en adquirir un entendimiento cada vez más amplio del concepto del amor al prójimo; es decir, analizar filosóficamente las preguntas ¿qué es el amor al prójimo? ¿Cuál es el sentido último de causar el bien a otra persona? Es uno de los proyectos filosóficos que más llama mi atención hoy en día. Este proyecto principal ha derivado en proyectos filosóficos subordinados como ¿qué es la educación? O también ¿qué es la religión y cuál es su papel de necesidad desde su posición dogmática en el desarrollo del ser humano?

Inermes páginas en blanco

En relación con las preguntas filosóficas, los seres humanos parecemos nacer como páginas en blanco, completamente inermes ante lo que quieran escribir en nuestras mentes los adultos a nuestro alrededor, cualquiera que esto sea. ¿Qué mensaje hay entre líneas o cuál es el significado de este hecho? Pues al parecer, los bebés no nacen con un conjunto de respuestas ya establecidas en sus mentes ante las preguntas filosóficas. Se puede observar que si una persona nace en un ambiente determinado, es muy probable que dicha persona crezca heredando las ideas de los adultos a su alrededor, incluyendo las respuestas prevalecientes a las preguntas filosóficas en ese ambiente determinado.

Por ejemplo, ¿cuál será la probabilidad de que un bebé nacido en un ambiente musulmán crezca con ideas diferentes a las de los adultos a su alrededor? Esa probabilidad es muy escasa, sospecho. Una razón para dicha sospecha es un frecuente malentendido muy generalizado actualmente con respecto al sentido de la educación. Consiste en que dicho bebé crecería y, tal vez, alcanzaría a recibir escolarización —otra palabra para adoctrinamiento— y le dirían o se lo disfrazarían de educación, pero sin tomar nunca consciencia de tan sólo haber seguido el curso establecido para el propósito explícito que la autoridad en funciones designa como requisito para integrarse a un proyecto de sociedad específico, y que no atiende del todo el propósito de crecimiento integral y personal. Dejando así al individuo con escasas facultades para analizar, mejorar o reemplazar las ideas o creencias heredadas e impuestas por su ambiente.

La educación, esencialmente, consiste en el desarrollo del sentido crítico —raramente presente en los planteamientos escolarizantes establecidos—, sin el cual, aquel bebé llegará a crecer como un adulto pero tan sólo físicamente, no así interiormente, es decir, sin adquirir un patrón de pensamiento que lo lleve a la mejora incesante, habitual, de su estado de consciencia. Eso explica que, aun siendo adulto físicamente, en realidad permanezca en la condición de infante interiormente —es decir, bajo tutela mental— y sea sujeto de subsecuentes adoctrinamientos de todo tipo (social, religioso, político, laboral, etcétera). Los cuales perpetuán el tácito y perverso mensaje “tú no puedes abordar la vida por ti mismo, siempre necesitarás de tal o cual cosa externa para poder vivir”. Dicho de otro modo: “tú no puedes abordar las preguntas filosóficas por ti mismo, tienes que aceptar las respuestas establecidas sin cuestionarlas”; respuestas que, típica y tristemente, servirán principalmente a propósitos organizacionales o corporativos pero difícilmente al propósito explícito del desarrollo como ser humano individual; aun si dichas respuestas sean impuestas por personas —perversas o ignorantes— con las “mejores” intenciones.

Alguien ha hecho notar que dicho desarrollo individual, ultimadamente, corresponde, pues, al individuo, y no a organización o sociedad alguna; en efecto, hay mucho de razón en ello, por eso se hace tan relevante para los individuos emprender, por sí mismos, el aprendizaje del ejercicio filosófico.

Regresando al caso del bebé que crecería como un adulto físicamente, pero no en su interior —mental y emocionalmente—, vemos que muy probablemente le serían impuestas determinadas respuestas a las preguntas filosóficas, respuestas que estarían en sintonía con lo establecido o en sintonía con el esfuerzo para establecer un nuevo orden de ideas (como es el caso en revoluciones sociales, religiosas, políticas, etcétera, o simplemente por el efecto de un nuevo adoctrinamiento). Esto representa el concepto del Establishment (referente a una clase dirigente y controladora) el cual no permite que sus ideas o sus respuestas a las preguntas filosóficas sean cuestionadas pues de mantener las cosas así como están establecidas, y de una típica posición paternalista, dependen sus beneficios exclusivos de autoridad, soporte financiero, o simplemente un determinado estatus social.

Lo anterior es materia común a lo largo de la historia de la humanidad, tal que la imposición de las ideas de unos cuantos sobre los demás llega a percibirse como algo natural, aun si esta imposición de ideas o adoctrinamiento se haga con buenas intenciones, supuestamente por el bien del infante crecido —adulto sin sentido crítico desarrollado—.

Por supuesto, también ocurre el caso del bebé que nace en un determinado ambiente pero llega a desarrollarse como un adulto mentalmente y en ese proceso aprende a cuestionar las ideas, creencias y respuestas a las preguntas filosóficas, y haciendo uso de su propia razón elija qué creer y, buscando más intensamente la verdad, vaya formando sus propias respuestas o mejorando algunas de las heredadas.

Conclusiones

Las preguntas filosóficas son preguntas —digamos— grandotas, no tienen respuestas únicas, lo que tienen es historia. ¿Qué es la libertad? ¿Tiene límites la honestidad o la tolerancia? ¿Cuál es el significado del matrimonio? ¿De dónde viene la obligatoriedad de la escuela primaria? Preguntas con respuestas igualmente colosales, pues difícilmente una respuesta simplista explica todos los casos habidos y por haber, dado que el filosofar no se complace con respuestas simplistas. Por el contrario, intentar contestar una pregunta filosóficamente es como ir armando una película cinematográfica, escena por escena, a lo largo de toda la vida. No tenemos todas las escenas al inicio, se hace necesario estar en modo de búsqueda continua, guiados por la duda, el cuestionamiento, el pensamiento riguroso y el examen crítico de cada una de esas escenas. Así, vamos formando un relato cada vez más completo del asunto, una panorámica de la realidad que nos permite llevar una vida cada vez más libre, cada vez más responsable; permaneciendo dispuestos a incorporar nuevas escenas al filme, halladas por nuestro propio filosofar.

Intentar por ti mismo responder filosóficamente a las preguntas de la vida implica una actitud de aventura, de investigación, explorando las diversas y enormes provincias de la filosofía, siempre dispuesto a mejorar tus creencias, siempre curioso, preguntándote ¿qué hay más allá? ¿Qué hay después de mi entendimiento presente, de mi panorámica actual de la verdad? ¿Cuáles perspectivas adicionales puedo obtener al integrar nuevas escenas al filme de la realidad?

Tomar en serio un tema cualquiera, significa abordarlo filosóficamente, es decir, por medio del debate de las ideas, del examen crítico riguroso, de buscar mejorar las creencias que tenemos al respecto. Pues de tal proceso participativo e incluyente depende la salud de cualquier sociedad u organización compuesta de seres humanos libres e interdependientes.

Referencias bibliográficas

  1. Historia de la filosofía occidental. Bertrand Russell. Editorial Espasa Calpe. Décima edición. ISBN 84-239-6632-1.

  2. Historia de la filosofía. Giovanni Reale y Darío Antíseri. Editorial San Pablo. 1ª edición 2007. ISBN 958-692-865-9.

  3. Historia de las doctrinas filosóficas. Raúl Gutiérrez Sáenz. Editorial Esfinge. Trigésima edición. ISBN 970-782-147-7.

  4. Introducción a la historia de la filosofía. Ramón Xirau. Editorial Limusa. ISBN 968-18-6044-6.

  5. Filosofías del mundo. David E. Cooper. Editorial Cátedra. ISBN 978-84-376-2401-3.

  6. The Complete Idiot’s Guide to Philosophy. Jay Stevenson. Third Edition. Alpha Books. ISBN 1592-57361-4.

  7. El mundo de Sofía. Jostein Gaarder. Editorial Patria. 2007. ISBN 9683-91515-9 (fragmento gratuito disponible en Internet: El mundo de Sofía).

  8. Filosofía para principiantes. De Platón hasta hace un rato. Eduardo del Río (Rius). Editorial Debolsillo. 2006. ISBN 970-780-276-6.

  9. Historia de la filosofía - Vocabulario filosófico.

  10. La historia de las preguntas ¿Por qué? Una historia de la filosofía para niños. José Ezcurdia. Editorial Torres Asociados. 2001. ISBN 970-9066-31-5.

  11. The philosopher’s Handbook – Essential readings from Plato to Kant. Stanley Rosen. Random House. 2000. ISBN 0-375-72011-1.

  12. Fundamentos de la filosofía – Conocimiento y lógica, lógica simbólica y lecturas integradas. David Héctor Hernández Vázquez, Miguel Ángel Morales Mayoral. Grupo Editorial Éxodo. 2006. ISBN 970-737-148-X.

Sunday, August 2, 2009

Preparando la segunda sesión: Problemas filosóficos – ¿historia o solución única?

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¿Cuál es el sentido último de ser una persona, de ser un miembro de la especie humana? ¿Qué significa decir que sabemos algo? ¿Cuál es la idea esencial detrás del libre albedrío? ¿Cómo y qué es darse la buena vida? ¿Qué es la creatividad? ¿De dónde vengo? ¿Qué hago aquí? ¿Hacia dónde voy?... etcétera. El ser humano se ha hecho preguntas como estas —de tipo filosófico— desde hace mucho, mucho tiempo. La historia tiene registro de una interesante cantidad de personas que ofrecieron algunas respuestas a dichas preguntas o por lo menos intentaron ofrecer un planteamiento lo más pensado posible. Seguramente, cualquier persona hoy en día cuenta con una o varias respuestas —ya sean estas prestadas o propias— con las cuales le dé sentido a su vida. No es difícil comprobar que la variedad de respuestas es similar a la variedad entre las personas mismas, y para entender dicha variedad, es necesario agrupar los planteamientos parecidos y asignar un nombre a cada grupo; más aún, para llegar a un entendimiento general, estos grupos han sido organizados a su vez en agrupaciones más grandes para representar escuelas de pensamiento con proyectos filosóficos semejantes.

La organización de las ideas, a lo largo del tiempo, alrededor de este tipo de preguntas filosóficas es labor de la historia de la filosofía. De esa manera, contamos con ideas agrupadas por grandes zonas del mundo, por ejemplo la filosofía oriental por un lado, y la filosofía occidental por el otro. Por cultura tenemos la filosofía griega, la romana, o la filosofía anglosajona, o la filosofía española, entre muchas otras. Por época histórica, contamos con las aportaciones de los filósofos de la antigüedad, como Heráclito, Platón o Aristóteles; también contamos con el esfuerzo filosófico durante la Edad Media, seguido de la filosofía moderna y luego la contemporánea, a trazos agigantados.

La historia de las ideas y la individualidad

Un individuo podría estar convencido de que es posible mantenerse al margen de todo este contenido filosófico de la historia pero —a menos que dicha persona piense sin usar ideas— esto no es posible. Es decir, aun si ignoramos las ideas de los filósofos no significa que nuestras propias respuestas a las preguntas filosóficas sean únicas, completamente inéditas o absolutamente personales. Pues inclusive nuestra muy personal posición puede muy bien coincidir con la de no pocos y encontrarla debidamente identificada y clasificada en la historia de la filosofía. Por tanto, nuestro contenido interno básico, las ideas generales —ya sea que las hayamos elegido o que nos las hayan sido impuestas culturalmente— determinantes de nuestra personalidad, de nuestro juicio, de nuestra conducta y del sentido que le damos a nuestra vida es algo que compartimos con muchos otros seres humanos a lo largo de la historia. Claro, mantenemos nuestra individualidad, somos personas únicas desde el inicio de nuestra existencia y sin necesidad de hacer nada para lograrlo; lo que es poco probable es que nuestro modo de pensar tenga carácter único de igual forma.

Así, parece ser el caso, tenemos ideas —tal vez consideradas por nosotros mismos como muy íntimas— ya planteadas en el pasado, desarrolladas en la historia y por tanto cuentan con un registro de sus costos y sus beneficios, a corto y largo plazo. Vale la pena entonces preguntar: ¿Quiénes son los que han tenido ideas muy similares a las mías en la historia de la filosofía? ¿Los llevaron, ultimadamente, a donde creían que los llevarían o hay otros, con ideas diferentes, que se acercaron más a donde yo realmente quiero llegar? ¿En qué punto se quedó el desarrollo de dichas ideas, cuáles son sus argumentos menos fundamentados? ¿Cuáles son los cuestionamientos más propicios que provocarían su avance en el presente?

Deliberar y debatir

La historia de la filosofía también registra el debate de las ideas alrededor de las preguntas filosóficas, la interacción entre respuestas y posiciones completamente opuestas, el desarrollo de una tesis y su contraposición, su antítesis. Así como la integración de lo mejor de ambas posiciones, la síntesis, convirtiéndose esta en una nueva tesis para repetir el ciclo en una especie de evolución dialéctica.

Todos creemos en alguna idea, pero cuando dicha idea de verdad nos importa, es conveniente contar con algo más que la creencia en sí, se hace necesario contar con la justificación para mantener dicha creencia. De otro modo, tan sólo estaríamos haciendo uso de la libertad para creer en lo que queramos, pero no estaríamos ejerciendo responsabilidad alguna al no dar cuentas por dicha libertad. Los filósofos toman en serio sus creencias, buscando deliberar y debatir con quienes les aporten cuestionamientos bien elaborados, argumentos que pongan a prueba la solidez de sus propias ideas, siempre en pos de la verdad. Los filósofos, por tanto, continuamente están dispuestos a mejorar la justificación sobre la cual basan sus creencias.

Una creencia, usando un ejemplo de la era moderna, puede ser que el hombre realmente llegó a la Luna en Julio de 1969. Quien sostiene eso como verdad, podría presentar su caso y tendría los argumentos sólidos y evidencias que justifican su creencia. Sin embargo, es sabido que hay posiciones en contra, afirmando que eso no es verdad, que lo realmente sucedido ese año fue una fabricación de imágenes y videos por el gobierno estadounidense para salvaguardar la reputación de un político quien prometió años atrás lograr dicha meta antes de terminar la década; y que la llegada a la Luna sucedió en realidad durante la década siguiente. Quien sostiene esta posición también presenta argumentos sólidos y evidencia que justifica esa otra creencia.

Un caso de la historia del cristianismo son las intensas controversias y turbulentas rivalidades entre diversas comunidades cristianas durante los siglos anteriores al establecimiento del canon bíblico, el cual fue resultado de un proceso complejo, guiado en parte por una loable e incierta intención de una en particular de esas comunidades, pero —aquí reside uno de los aspectos más cuestionados— haciendo uso de prácticas paternalistas y autoritarias con la idea de que los fines buscados eran suficientemente valiosos como para justificar los medios escogidos para lograrlos. Entonces, el debate gira alrededor de preguntas como: ¿Cuál es el valor moral de la conducta e intereses que llevaron al establecimiento de dicho canon bíblico? ¿Siguen siendo herejes y completamente aberrantes las perspectivas de las otras comunidades cristianas o en realidad pueden hoy en día aportar para un entendimiento más completo del cristianismo?

Otro caso ocurre actualmente con el debate de si realmente existe un calentamiento global o no, provocado por la cantidad de dióxido de carbono en la atmosfera, proveniente de la actividad humana. Los argumentos que apoyan la existencia de un problema global han presentado reportes científicos, y los argumentos en contra cuestionan si dicha base científica está lo suficientemente corroborada como para justificar una alarma generalizada; además, se cuestionan los motivos políticos y económicos detrás de las acciones propagandistas que se desprenden de tal alarma.

¿Qué creer?

En todos estos debates la información presentada por los contendientes podría ser abundante y bien estipulada —de hecho así es— y toca entonces al individuo decidir cómo abordar el debate y cómo madurar su creencia al respecto.

Ante los debates filosóficos, también habrá quien prefiera recibir una respuesta simple, conveniente, que no implique pensar nada y pueda ser tomada como cierta sin más. Pero eso es equivalente a declarar que no se tiene un interés genuino en el asunto, tan sólo se tiene un interés superficial; sería como elegir creer en algo basándose exclusivamente en lo dicho por alguna figura de autoridad, y así estaríamos confirmando, de hecho, que ni el asunto, ni sus implicaciones, sean algo que verdaderamente nos importe tanto.

Por otro lado, habrá quien esté interesado en analizar por sí mismo los argumentos de uno y otro lado del debate, para ir formándose una opinión fundamentada y menos ignorante. El valor obtenido al conocer el desarrollo de las ideas a lo largo de la historia es, entre otros, poder aportar a dicho desarrollo, continuando la argumentación y el debate de las mismas.

Texto disparador: “¿Opinión informada u opinión ignorante?”

¿Estás seguro de querer ir a donde te van a llevar tus ideas? ¿Cómo sabes que tus ideas actuales te van a llevar a donde tienes planeado? ¿Crees que eres el único en la historia en tener tus ideas? ¿Te has dado la oportunidad de checar notas con otros, vivos o muertos? (Los libros de historia de la filosofía son una manera de conocer algo de las ideas de personas que tuvieron su tiempo pero ahora ya no están entre nosotros).

¿Conoces los argumentos históricos más fundamentados que se han planteado en contra de lo que tú tienes por cierto? ¿Podrías ofrecer una réplica convincente a dichos argumentos y que aporte algo que no haya sido dicho con anterioridad?

¿Hay alguna idea, creencia o debate que te ha llamado la atención, o tal vez sea muy importante para ti, pero no te has dado la oportunidad de investigar a fondo los argumentos a favor y en contra? ¿Tendrá sentido poner en tela de duda la supuesta importancia que dices darle a ese tema?

¿Tienes aportaciones que quieras hacer al desarrollo de un debate filosófico que has estado indagando a fondo?

Referencias bibliográficas

  1. Historia de la filosofía occidental. Bertrand Russell. Editorial Espasa Calpe. Décima edición. ISBN 84-239-6632-1.

  2. Historia de la filosofía. Giovanni Reale y Darío Antíseri. Editorial San Pablo. 1ª edición 2007. ISBN 958-692-865-9.

  3. Historia de las doctrinas filosóficas. Raúl Gutiérrez Sáenz. Editorial Esfinge. Trigésima edición. ISBN 970-782-147-7.

  4. Introducción a la historia de la filosofía. Ramón Xirau. Editorial Limusa. ISBN 968-18-6044-6.

  5. Filosofías del mundo. David E. Cooper. Editorial Cátedra. ISBN 978-84-376-2401-3.

  6. La historia de las preguntas ¿Por qué? Una historia de la filosofía para niños. José Ezcurdia. Editorial Torres Asociados. 2001. ISBN 970-9066-31-5.

  7. Historia de la filosofía - Vocabulario filosófico.

  8. Diccionario de Filosofía. I. Blauberg. Ediciones Quinto Sol. 968-6136-04-5.